La dignidad de la política

El 23 de octubre, según todas las encuestas, una mayoría de argentinos va a reelegir un gobierno que despilfarra el dinero público, falsea las estadísticas, miente sobre el pasado, el presente y el futuro, arbitrariamente favorece a unos y perjudica a otros, hostiga a la prensa, se burla de la división de poderes, desatiende la seguridad interna y la defensa nacional, no educa ni cura, extorsiona para conseguir apoyos, persigue a quienes se le oponen, y en fin, le roba a todos mediante el simple expediente de imprimir dinero falso. Lo votarán seguramente aquéllos cuya supervivencia depende del socorro del estado, los beneficiarios de su vasta maraña de subsidios, regímenes especiales y mecanismos de protección, la masa siempre creciente de empleados públicos, y todos los que aprendieron a enriquecerse en el desorden de una economía inflacionaria. También lo votarán los que no pueden percibir la realidad sino a través de la ideología, los que atribuyen el crecimiento de la economía a la acción de gobierno, los que creen que los billetes de cotillón son de verdad, los indiferentes, los pusilánimes y, tristemente, los ignorantes. En todos ellos prevalece una visión de corto alcance.

Los que tienen una visión de más largo plazo, los que piensan más en sus hijos o sus nietos que en sí mismos, los que creen que no se puede vivir en la anomia, la mentira y la corrupción, los que entienden que sin instituciones no hay república, sin república no hay ciudadanos, y sin ciudadanía rige la ley de la selva, los que no están dispuestos a resignar su libertad, política, económica o de cualquier tipo, los que no toleran menoscabos a su dignidad, parecen sumidos en un profundo desasosiego: ante un resultado desalentadoramente previsible, el comicio inminente se convierte en una instancia adicional de humillación. Continuar leyendo “La dignidad de la política”

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Pro Duhalde

En cierto modo resulta curiosa la situación de Mauricio Macri: convertido en campeón del antikirchnerismo sin haber pronunciado jamás una palabra belicosa respecto del oficialismo nacional. A decir verdad, fue el propio oficialismo el que lo colocó en ese lugar, convencido de que el líder del PRO representa cabalmente todo lo que el progresismo populista aborrece.

Creyó que con la simple y sonora consigna “Macri, basura, vos sos la dictadura”, proferida en bruto por las broncas gargantas de las marchas callejeras, pulida apenas por las voces engoladas de “gente de la cultura” como Mempo Giardinelli, el partido estaba ganado. Pero una cosa es el relato que construyen los medios (no sólo oficialistas) y otra muy distinta el temperamento público.

Respaldado por sus recientes éxitos electorales, Macri se ve presidente en el 2015. Podría haberlo sido ya mismo si no hubiera cedido a la parsimonia andina de Jaime Durán Barba, pero lo hecho, hecho está. Ahora, su primer dilema tiene que ver con la persona que ocupará la Casa Rosada durante los próximos cuatro años. ¿Le conviene mantenerse al margen, o marcar una preferencia? Continuar leyendo “Pro Duhalde”

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Aviso de desalojo

El resultado de la elección celebrada este fin de semana en Santa Fe debe haber llegado a los oídos de la Casa Rosada con la perentoriedad de un aviso de desalojo. Tal como había ocurrido semanas atrás en la capital federal, la sorpresa no fue la derrota del kirchnerismo (prevista incluso por las encuestas, lo cual ya es mucho decir) sino la magnitud de la derrota.

El jefe de gabinete Aníbal Fernández evitó esta vez sus habituales desbordes verbales y admitió que el desempeño del candidato oficial Agustín Rossi no había sido bueno. No pudo emplear las descalificaciones obsequiadas a los votantes de la capital (egoístas, derechistas, racistas, apolíticos) contra una provincia gobernada por socialistas y con un alto nivel de cultura política.

El impresionante respaldo obtenido por Miguel del Sel, una persona sin antecedentes políticos, que apuntaló su carisma personal con los apoyos de Mauricio Macri, Eduardo Duhalde y sobre todo Carlos Reutemann, plantea interrogantes sobre el futuro no sólo del kirchnerismo, sino también de los espacios en construcción, hacia la centroizquierda y la centroderecha. Continuar leyendo “Aviso de desalojo”

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Progresismo y nueva conciencia

El progresismo argentino no es más que fascismo ilustrado: varias veces lo escribimos en este sitio. Ante la derrota de su candidato en la capital federal, la reacción de un amplio espectro de destacados progresistas –la mayoría, pero no todos, identificados con el actual gobierno– ratifica la validez de esa afirmación y la ejemplifica acabadamente.

El triunfo de Mauricio Macri significó para esta clase de progresistas, que desde los años de Raúl Alfonsín venían cómodamente instalados en la seguridad del triunfo, una derrota más en una serie que se inició en los agitados días del “que se vayan todos” y se prolongó en sucesivas instancias, cada vez más contundentes, a lo largo del ciclo kirchnerista.

Buena parte de ese progresismo fascista se asoció al kirchnerismo y se está hundiendo con él. La violencia de su reacción, condensada en el asco de Fito Páez o el odio de Norberto Galasso, denuncia la impotencia de quienes soñaron con imponer a la sociedad su hegemonía, y se enfrentan ahora al surgimiento de una nueva conciencia. Continuar leyendo “Progresismo y nueva conciencia”

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Corrupción, impunidad, poder

  1. Militancia, política, poder
  2. Resentimiento, sociedad, poder
  3. Inmadurez, incompetencia, poder
  4. Oportunismo, liderazgo, poder
  5. Corrupción, impunidad, poder

El mal llamado “caso Shocklender” define el ciclo kirchnerista. Lo define en el sentido de que hace explícita de una vez por todas la naturaleza oculta del “modelo”: corrupción e impunidad al amparo y servicio del poder. Lo define, también, en el sentido de que marca el límite, la pérdida de eficacia, el agotamiento del relato progresista utilizado para ocultar esa naturaleza.

Escribíamos en noviembre: “Cristina Fernández necesita muy poco, realmente, para asegurarse la reelección. A esta altura, parecería que sólo un escándalo de corrupción que la salpique directamente, o un desborde inflacionario, podrían frustrar ese empeño.” Desborde inflacionario no hubo, pero el escándalo de corrupción estalló y su impacto en el oficialismo fue brutal.

Fue brutal porque atacó el corazón mismo de la retórica empleada para construir poder, el punto más alto de su pretensión ética y política: los derechos humanos. El balde de agua fría no cayó sobre quienes ya no creían en las supercherías emanadas de la Casa Rosada sino sobre aquellos que contra toda razón y evidencia persistían en la fe con tenacidad militante. Continuar leyendo “Corrupción, impunidad, poder”

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