La dignidad de la política

El 23 de octubre, según todas las encuestas, una mayoría de argentinos va a reelegir un gobierno que despilfarra el dinero público, falsea las estadísticas, miente sobre el pasado, el presente y el futuro, arbitrariamente favorece a unos y perjudica a otros, hostiga a la prensa, se burla de la división de poderes, desatiende la seguridad interna y la defensa nacional, no educa ni cura, extorsiona para conseguir apoyos, persigue a quienes se le oponen, y en fin, le roba a todos mediante el simple expediente de imprimir dinero falso. Lo votarán seguramente aquéllos cuya supervivencia depende del socorro del estado, los beneficiarios de su vasta maraña de subsidios, regímenes especiales y mecanismos de protección, la masa siempre creciente de empleados públicos, y todos los que aprendieron a enriquecerse en el desorden de una economía inflacionaria. También lo votarán los que no pueden percibir la realidad sino a través de la ideología, los que atribuyen el crecimiento de la economía a la acción de gobierno, los que creen que los billetes de cotillón son de verdad, los indiferentes, los pusilánimes y, tristemente, los ignorantes. En todos ellos prevalece una visión de corto alcance.

Los que tienen una visión de más largo plazo, los que piensan más en sus hijos o sus nietos que en sí mismos, los que creen que no se puede vivir en la anomia, la mentira y la corrupción, los que entienden que sin instituciones no hay república, sin república no hay ciudadanos, y sin ciudadanía rige la ley de la selva, los que no están dispuestos a resignar su libertad, política, económica o de cualquier tipo, los que no toleran menoscabos a su dignidad, parecen sumidos en un profundo desasosiego: ante un resultado desalentadoramente previsible, el comicio inminente se convierte en una instancia adicional de humillación.

Sin embargo no debería ser así: si la elección presidencial parece inmodificable, no ocurre lo mismo en cuanto a los cargos legislativos, definidos proporcionalmente, lo que quiere decir que cada voto vale, y mucho. Un gobierno que por su propia naturaleza tiende a exceder todos los límites necesita de un control y una contención firme desde el Congreso. En este aspecto, la única fuerza política que puede exhibir una conducta y una trayectoria coherente y sin claudicaciones es la Coalición Cívica. Sus legisladores han estado y están en la primera línea cada vez que se hace necesario poner freno a un Ejecutivo avasallador y, excepto los que flaquearon y abandonaron el barco, nunca han defraudado a sus votantes. La mafia político-económico-sindical que se ha apoderado del país, hoy identificada en la mayoría de los casos pero no en todos con el kirchnerismo, optó por describir a su dirigente Elisa Carrió como enajenada, y los medios la han tratado con cautela. La televisión le da espacio porque su presencia atrae espectadores, pero la prensa escrita la subestima permanentemente: Jorge Fontevecchia acaba de publicar un Reconocimiento a Carrió que más parece un epitafio.

La intransigencia de la chaqueña, su renuencia a entrar en componendas electorales, su reacción inequívoca ante cada trampa tendida por el oficialismo, su infatigable promoción de causas judiciales ante cada caso de corrupción o prevaricato, definieron su perfil público, obscurecieron la riqueza de sus propuestas, y terminaron por sabotear sus aspiraciones presidenciales. Pero en la instancia electoral que se avecina, quienes todavía se sienten ciudadanos de la República Argentina bien podrían brindar a Carrió el reconocimiento efectivo del voto apoyando a sus legisladores. Y también a ella. Sería un acto afirmativo capaz de sobreponerse a la humillación, de reivindicar la dignidad de la política, esto es la dignidad del elector y la de una dirigente que no ha traicionado sus convicciones. No todos son lo mismo.

–Santiago González

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6 opiniones en “La dignidad de la política”

  1. Excelente análisis de una ciudadanía argentina que no ve la realidad de lo que no quiere ver. Carrió cada día que pasa es una política reflexiva, con una real capacidad para gobernar que no es valorada por los argentinos en general, pero que en la cotidiana ambivalencia en que siempre vivió el país, se dejan manejar por el bolsillo, repitiendo ciclos históricos de los cuales todos debemos salir, a pesar de no haber participado del banquete. Gracias por excelente nota.

  2. Sentí como vos que lo de PERFIL era un epitafio más que un reconocimiento. Me pareció un insulto. Como decirle, gracias por los servicios cumplidos…andate. Ésta mujer tiene madera noble. Es capaz, tiene equipo, ideas y principios.

  3. Duro, durísimo pero certero. Ojalá ayude a muchos a ver la luz y a hacer valer su voto. Gracias Santiago por un comentario tan franco y sagaz.

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