La piedra del escándalo

Elisa Carrió es en este momento la figura más importante de la política argentina, más relevante que cualquiera de sus aliados o de sus rivales. Ninguno tiene una percepción más clara y más profunda de los problemas del país, ni demuestra coraje y convicción comparables para exponerlos sin eufemismos ante la opinión pública. Desde que asomó en la década del 90, ha crecido en densidad, en gravedad, hasta emerger como una protagonista muy por encima del resto. Su visión... Continúa →

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Cuadros

Toma fondos de las cajas de jubilaciones para pagar la deuda externa, reprime las protestas de trabajadores que reclaman porque la inflación y los impuestos se llevan sus salarios, usa el poder del estado para beneficiar económicamente a sus amigos y hundir a sus enemigos, pide ayuda a la inteligencia norteamericana para perseguir a sus opositores. ¿El tenebroso gobierno militar de los setenta? No. El gobierno nacional y popular de los dos mil. El mismo que se ha asociado a familiares de... Continúa →

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Festejos, esperanzas, peligros

Los grandes medios nacionales celebraron el domingo los triunfos de Mauricio Macri en la capital federal y de Sergio Massa en la provincia como si fueran propios, con el entusiasmo característico de la prensa partidaria. He aquí un fuerte indicio de que estos dirigentes sintonizan admirablemente con los intereses del establishment, el poder permanente, o las mafias locales, según se le prefiera llamar. En sus discursos de victoria, Macri y Massa dijeron más o menos las mismas cosas,... Continúa →

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Lectura de la encuesta compulsiva

Los resultados de la encuesta compulsiva están a la vista. Su lección más evidente es que los argentinos están hartos de kirchnerismo: el 54 por ciento de respaldo que obtuvo en el 2011 se redujo a menos de la mitad, el 26 por ciento, en dos años. Las razones de ese hartazgo hay que buscarlas en áreas alejadas de la política: la incapacidad práctica del gobierno para resolver problemas concretos, principalmente la inflación y la inseguridad. También en la corrupción, relevante para algunos sectores más atentos de la ciudadanía. En octubre, cuando este estado de opinión se traduzca en votos, el oficialismo recibirá la notificación concluyente de que sus sueños de continuidad habrán sido sólo eso: sueños. La renovación de bancas que se operará entonces lo dejará sin posibilidades de buscar una reforma constitucional, y muy probablemente le quitará el manejo a su antojo del Congreso. Las fuerzas no kirchneristas que atrajeron ahora el favor del electorado deberán hacer esfuerzos en los próximos dos meses no sólo para resistir la previsible embestida oficialista sino para afianzar, y ampliar, el espacio aparentemente ganado.

La encuesta compulsiva ha dicho con claridad lo que el electorado no quiere pero no arrojó luces definidas sobre lo que el electorado quiere. ¿Quiere una opción centroizquierdista, como indicarían las cifras de UNEN en la capital federal, o de Hermes Binner en Santa Fe? ¿Quiere alternativas peronistas, como sugeriría el respaldo a Sergio Massa en Buenos Aires o a Juan Schiaretti en Córdoba? ¿Tendría chances un radicalismo de nuevo cuño, como sugieren las cifras de Julio Cobos en Mendoza o Eduardo Costa en Santa Cruz, e incluso el tercer lugar obtenido por Margarita Stolbizer en Buenos Aires? ¿Qué lugar le espera al PRO, que a pesar de los globos y los bailecitos, hizo un papel deslucido tanto en la capital federal, donde gobierna, como en Córdoba y Santa Fe, donde presentó sus candidatos más expectables? ¿Hay un futuro para el kirchnerismo? Dicho de otro modo, ¿tiene el kirchnerismo identidad política, capaz de sobrevivir a sus creadores, o ese nombre define simplemente una unión transitoria para el saqueo de los fondos públicos? Estas preguntas tienen menos que ver con el 2013, cuando lo que está en juego es la posibilidad de limitar la capacidad de daño del kirchnerismo en lo que le queda de mandato, que con el 2015, cuando el país deberá decidir a quién confiará sus destinos en lo sucesivo.

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Que se rompa, pero que no se doble

Si el pan-radicalismo no logra ofrecer una opción creíble y contundente de poder basado en la ley, como quiere Carrió, la gente se va a inclinar en el 2011 por un liderazgo fuertemente personal.

Según relató un discípulo, el pensador francés Raymond Aron solía decir en sus clases que la política era el arte de la transacción permanente, excepto en “un extraño país”, la República Argentina, donde había escuchado consignas estremecedoramente contrarias a esa concepción, tales como “Que se rompa, pero que no se doble”.

Esta consigna le pertenece a Leandro N. Alem, el fundador del radicalismo, formulada en los albores del partido y en los fragores de la lucha contra el “régimen”. Sometidos a presiones, los materiales flexibles se amoldan, los rígidos se quiebran. Para Alem, era preferible el quiebre a la transigencia con aquello que el radicalismo se proponía cambiar.

Alem es uno de los mentores políticos, frecuentemente invocado, de Elisa Carrió, líder de la Coalición Cívica, que acaba de dar un “portazo” a radicales y socialistas, con los que compartía el armado del Acuerdo Cívico y Social, una alianza orientada a ofrecer una alternativa socialdemócrata al populismo kirchnerista en las elecciones del 2011. Continuar leyendo “Que se rompa, pero que no se doble”

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