La piedra del escándalo

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Elisa Carrió es en este momento la figura más importante de la política argentina, más relevante que cualquiera de sus aliados o de sus rivales. Ninguno tiene una percepción más clara y más profunda de los problemas del país, ni demuestra coraje y convicción comparables para exponerlos sin eufemismos ante la opinión pública. Desde que asomó en la década del 90, ha crecido en densidad, en gravedad, hasta emerger como una protagonista muy por encima del resto. Su visión estratégica evoca cada vez con mayor nitidez el perfil del estadista, hoy un bien social tan escaso entre nosotros como en el mundo. Esa maduración reclama, casi como una necesidad biológica, el ejercicio del poder para expresarse en plenitud, para medirse, para templarse.

Probablemente, ésta que acabamos de describir no es la imagen de Carrió que la gran prensa ha instalado en la opinión pública, pero eso se debe a que la gran prensa en general opera para intereses que poco tienen que ver con la defensa de las libertades civiles y las instituciones republicanas, el honor de los gobernantes y la dignidad de los gobernados, que justamente son los valores sobre los que la diputada machaca una y otra vez. A Carrió el establishment le teme, y la gran prensa representa al establishment. Por eso la caricaturiza, la presenta como inestable, rupturista, denunciadora serial, apocalíptica. Pero no dice que sus pronósticos han sido siempre acertados, que sus denuncias son las que algún día permitirán meter a los delincuentes en la cárcel, y que sus rupturas de forma han sido necesarias para preservar una integridad de fondo.

Carrió sabe cómo es la imagen pública que le han creado los medios, y libra una batalla desigual y admirable para revertirla desde esos mismos medios. “La verdad es que soy una persona muy lúcida, más inteligente que el promedio de la clase politica, y muy preparada”, le dijo lo más suelta de cuerpo a Marcelo Bonelli, su anonadado entrevistador en el canal TN, luego de la ruidosa ruptura con los presidenciables de UNEN. La diputada puede sonar arrogante cuando se elogia a sí misma, pero lo cierto es que no le queda otra opción: quienes deberían trazar su retrato no lo hacen, y si la invitan al piso o la entrevistan es para beneficiarse de la elevada audiencia que normalmente suele atraer.

Durante mucho tiempo se le reprochó a Carrió su intransigencia para buscar entendimientos con otras agrupaciones políticas. Una dura derrota electoral le hizo perder aliados como Patricia Bullrich, que se llevó su Unión por Todos hacia el PRO de Mauricio Macri, pero también le proporcionó una lección. Ahora que persigue deliberadamente esos entendimientos, sus socios también se lo reprochan. Los socialistas, la centroizquierda y el radicalismo, la fuerza más importante del frente UNEN, rechazaron su idea de incorporar al PRO a las primarias de ese espacio, y la diputada se apartó de ellos dando un portazo más bien verbal. “Me liberé de una mochila, porque es imposible trabajar con mediocres”, dijo. La palabra suena fuerte, y tal vez no sea del todo inconveniente, pero a Carrió le gusta ser la piedra del escándalo: es su manera de hacerse oir.

Y lo logró. Fue durísma en sus referencias al radical Julio Cobos, al socialista Hermes Binner, al veleidoso Fernando Solanas, y a visibles dirigentes de la UCR como Ricardo Alfonsín. La prensa, que vive de las trifulcas, las recogió ampliamente, de modo que no vale la pena repetirlas aquí. “Ahora tienen la oportunidad de crecer solos”, los desafió la chaqueña sin dimular la ironía. Y en apenas una frase liquidó toda la argumentación radical contra la idea de compartir con el PRO el espacio de las primarias. “Si no podemos ganar a Macri en las PASO [primarias] no podemos pensar en ganar la Nación”. Carrió quiere incorporar a Macri a las primarias para ganarle, pero ve que hay algunos radicales que prefieren negociar gobernaciones o intendencias, con Macri o con el kirchnerista Sergio Massa, a cambio de apoyarlos en sus ambiciones presidenciales.

La guerrilla verbal de las últimas horas, tanto la de Carrió como la de sus interlocutores, proyecta una imagen de ruptura. Pero las dos partes se han cuidado de que los portazos no traben las cerraduras. La declaración emitida por los radicales al término de la reunión de San Fernando, si bien ratifica el compromiso de respaldar una fórmula presidencial encabezada por la Unión Cívica Radical, no cierra el camino a la competencia con otras fuerzas en unas elecciones primarias, y convoca a la Convención Nacional del partido para que en definitiva resuelva las cosas. La declaración de la Coalición Cívica-ARI, si bien cierra el camino taxativamente a cualquier entendimiento con el Frente Renovador de Massa, posterga hasta abril la definición de su estrategia política y de alianzas.

De modo que todo está por verse. Los aportes del socialismo y la centroizquierda no son demasiado significativos para la contienda que se avecina, pero la decisión que adopte el radicalismo será clave, y no son pocos los dirigentes radicales que han manifestado públicamente su coincidencia con la visión estratégica de Carrió, empezando por el propio presidente del partido Ernesto Sanz, y siguiendo por importantes dirigentes del interior como el senador chubutense Mario Cimadevilla o el diputado cordobés Oscar Aguad, a quienes espera un verano de duro trabajo para convencer a sus correligionarios, particularmente a quienes prefieren las componendas antes que la competencia.

Carrió no tuvo reparos en plantear sus condiciones para restablecer la unidad de UNEN: “Una alianza amplia que incluya al PRO y que disputemos de modo de atraer a más del 50 por ciento del electorado en las PASO para ganar en primera vuelta al candidato del oficialismo, que es Daniel Scioli. Esa es la estrategia, por esa estrategia lucho; soy una estratega de la política, y juego fuerte. Juego fuerte”, reiteró como para despejar el sentido de sus últimos movimientos. “Hay que dejar de ser frívolos”, demandó a la dirigencia política. “Hay que poder pelear por una nación distinta. El mundo está esperando eso”. Pero también tuvo reclamos para la ciudadanía en su conjunto, a la que reprochó su comodidad y su desaprensión. “Nunca me creyeron, hasta que se les cayó todo encima”, dijo. “Si esta vez no me creen y no me apoyan, yo no puedo hacer más, yo no puedo hacer más que lo que hice”.

–Santiago González

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4 opiniones en “La piedra del escándalo”

  1. Usted, al igual que Carrió, se ve en la necesidad de “re-trazar el retrato”, y lo hace con gruesos argumentos fundamentados. A modo de contrapeso. Alguno podrá sentirse tentado a pensar que este humilde y gris sitio perdido en la nube no tiene el menor efecto en la realidad. Es cierto que gaucho malo está en serias desventajas frente al Grupo Clarín, sin embargo usted me ha hecho pensar de otro modo. Yo nunca había dudado hasta el año pasado de la locura y la gordura de esta mujer. Ni de la maldad del superministro Cavallo. Los dos se han equivocado, cierto, pero no son los culpables de la desgracia nacional: sus rasgos tampoco son compartidos por la clase política en general, ni tienen gusto por atentar contra el orden democrático (no son golpistas). Estos rasgos son la honestidad (aunque no por eso deben mostrar todas las cartas), la inteligencia, la visión, y la coherencia. Carrió representa, para mí, la reencarnación de Catón el Viejo.

    Supongo que la gente no es tan frívola como parece, ni tampoco está tan informada del accionar de nuestros gobernantes. Sí es bastante descreída (y con razón) y, como todo traicionado, tiene a creer más en los que “roban pero hacen” que en los que parecen honestos. Porque “los que parecen honestos”, cuando traicionan, lastiman mucho más. Para mí que la gente no-puede-creer que Carrió diga la verdad cuando habla de “recuperar la República” y todo lo que este proceso constructor conlleva. Sin embargo el enorme fracaso del progresismo hipócrita hace añorar incluso al turco de los noventa y, con ello, abre la oportunidad para escuchar otra propuesta. Esto juega a favor de Carrió. Se notó en su protagonismo en el programa de Mirtha ayer (sé que esto puede sonar muy inocente de mi parte, pero el hartazgo generalizado ante la violencia que emana desde los tres poderes no lo es): la gente sueña con el pasado glorioso de la Nación, y ve cierta esperanza en personas como ella. Por esto Macri tiene tanta intención de voto a pesar de no contar con un partido decente o representar ni la transparencia ni el accionar liberal (tímidamente se define como “la centroderecha”).

    Weich dijo algo muy cierto: Lilita está sola. Mucha gente piensa que este es un simple “fin de ciclo”, un recambio de modelo como tantas veces ha vivido el país. Mi juventud me impide saber si es tan así: no importa cuánto lea de historia, hay que cosas que sólo se aprenden mediante la experiencia. Pero aventuro una sospecha: vienen por todo, de verdad, y esto se manifiesta en el hecho de que ningún opositor puede hasta ahora representar la voluntad de cambio y progreso a través del cargo de la presidencia. Muy grave. Si la estrategia de Carrió da resultado, deberá ser distinguida masiva y obligatoriamente por haber frenado la tiranía. Por mi parte, más allá del voto, y más allá de que no me interese militar por la CC-ARI, mientras Argentina exista me identificaré con las ideas que ella defiende, desde el discurso y el ejemplo.

    1. Si aprendiéramos a identificarnos con las ideas que las personas expresan, como usted dice, y no con las personas mismas habríamos dado un gran paso adelante como sociedad. Muchas gracias por su comentario.

  2. Carrió adoptó hace mucho – en 2004, creo – un punto de vista que parece extremo, pero no lo es:
    Los K ahora, son lo que siempre fueron: una garrapata, un parásito que, literalmente, “va por todo”. Eso, a la larga, es autocontradictorio, porque “ir por todo” sin reponer nada ni crear nada (porque los K, como parásitos que son, no “generan” nada de nada), es una manera de no vivir ni dejar vivir que acaba en la parálisis; y en eso estamos: se está trabando todo, se va a paralizar todo y el parásito no va a tener qué cosa parasitar… Pero, para ese momento (que no va a llegar) todo el país va a estar, literalmente, en bancarrota.
    Lo que Carrió está buscando (que se aclara muchísimo con sus notas, Santiago) es una estrategia amplia y generosa para sacarse de encima a la garrapata de la manera menos cruenta posible, es decir, mediante el voto… Si entre nosotros el voto no fuese obligatorio otra sería la cosa; no sería nada fácil contar con el voto cautivo. Pero no es así y las maneras de condicionar el voto (o de comprarlo, directamente) son muchas.
    Carrió, me parece, cree que los K – su núcleo, al menos – son irreversiblemente corruptos y su vocación parasitaria es inmodificable; por eso, con su gestión, proliferaron y crecieron exponencialmente todos los grupos parasitarios de la sociedad, entre ellos el más peligroso de todos: los narcotraficantes.
    Yo creo lo mismo; y me parece que los dirigentes opositores no están hablando claro y recto, porque son unos cuantos los que piensan lo mismo y representan – como Carrió – lo que usted resume como “la defensa de las libertades civiles y las instituciones republicanas, el honor de los gobernantes y la dignidad de los gobernados”.
    Carrió, cuando se siente despechada (no es la palabra adecuada, pero es descriptiva de su aspecto) reparte mazazos a diestra y siniestra con bastante injusticia; pero, al menos habla claro.
    Y eso tiene un enorme valor en un país adicto al eufemismo berreta.
    Quizás ella no esté en lo cierto, pero la oposición aún no lo demuestra.
    El problema de fondo es que es demasiada la gente que no puede razonar sobre estas cosas (por muchos motivos) y se deja llevar por impresiones, simpatías, antipatías, la opinión de su grupo de pertenencia, el temor de perder lo que tiene, etc.
    Carrió es muy atípica en nuestra sociedad. Pero lo deseable – para mí, al menos – no es que sea menos atípica, sino que haya más gente como ella…

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