Festejos, esperanzas, peligros

Los grandes medios nacionales celebraron el domingo los triunfos de Mauricio Macri en la capital federal y de Sergio Massa en la provincia como si fueran propios, con el entusiasmo característico de la prensa partidaria. He aquí un fuerte indicio de que estos dirigentes sintonizan admirablemente con los intereses del establishment, el poder permanente, o las mafias locales, según se le prefiera llamar. En sus discursos de victoria, Macri y Massa dijeron más o menos las mismas cosas, subrayando su voluntad de “estar al lado de la gente” y “resolver los problemas de la gente”, lo que no quiere decir gran cosa pero suena bien. Macri dijo claramente que piensa aspirar a la presidencia en el 2015, y tomó distancia de Massa, mientras que Massa, aunque habilitado por la contundencia de su victoria para expresar ambiciones similares, prefirió no hablar del tema y si bien dedicó su mensaje a distinguirse del gobernador Daniel Scioli, imitó sus llamamientos a la fe, la esperanza, la unidad y el diálogo.

Hay que decir que la gran prensa, desde el golpe del 2001 parte inseparable de los intereses económicos que se apoderaron del país, instaló en la opinión pública la figura de Massa, un insípido intendente del conurbano cuyas ideas nadie conoce, y acompañó con trato benévolo (a cambio de una importante pauta publicitaria, es cierto) la gestión de gobierno de Macri en la ciudad, tan parecida a la del kirchnerismo: uno y otro agobian al ciudadano con impuestos, arguyendo unos que los devuelven en subsidios y planes sociales de dudosa eficacia, y argumentando los otros que los devuelven en obras de dudosa necesidad y conveniencia. Unos y otros practican el capitalismo de amigos, y muestran una notable capacidad de entendimiento cuando de asegurarse negocios recíprocamente se trata. El amplio respaldo obtenido en la capital por Gabriela Michetti, cuya visión política es tan enigmática como la de Massa (o la de su jefe Macri, para ser justos), es un misterio digno de ser estudiado por la politología o la psicología de masas. Lo mismo podría decirse, con algunas salvedades, del apoyo brindado a Sergio Bergman.

La gran prensa llamó la atención sobre otros resultados, como los excepcionales desempeños de Hermes Binner en Santa Fe y Julio Cobos en Mendoza, o la vigencia de José Manuel de la Sota en Córdoba, tres figuras que pueden pretender un lugar en la oferta presidencial dentro de dos años. Y aunque destacó la ventaja de Fernando Solanas sobre Daniel Filmus, no puso inmediatamente en foco el hecho de que otro emergente de estas elecciones no fue un nombre propio, sino un modo de hacer política: el inaugurado en las primarias y conducido satisfactoriamente hasta esta etapa por Elisa Carrió. El futuro dirá si UNEN podrá convertirse en el equivalente local de la Concertación chilena o el Frente Amplio uruguayo, y si podrá generar o encontrar su candidatura presidencial. El establishment ha venido saboteando este esfuerzo desde sus comienzos, a veces sutilmente, a veces groseramente, lo cual lo vuelve mucho más interesante y atendible. Es la única corriente política que pone el acento en la lucha contra la corrupción y en el restablecimiento de las instituciones republicanas. UNEN no parece tener lazos con intereses creados, y suele financiar sus campañas con préstamos bancarios solicitados a título personal por sus dirigentes y sus militantes.

La jornada electoral dejó otro dato importante, quizás el más importante en lo inmediato: un oficialismo derrotado, con una pérdida gravísima de respaldo popular en los principales distritos electorales, sin dirección política debido a la enfermedad de su líder, cuyo regreso a la función pública es todavía incierto, con enfrentamientos en las segundas líneas y una sangría incontenible en las terceras, y frente a una complicada serie de urgencias económicas que van a demandar decisiones rápidas y precisas. Para la ceremonia de aceptación de la derrota, que naturalmente fue presentada como una victoria, el kirchnerismo prefirió poner en escena al impresentable Amado Boudou, antes que al imponderable Daniel Scioli, lo cual da una buena idea de cómo están las cosas en el oficialismo. El escenario no puede ser más complejo, y las jornadas que se avecinan están tan cargadas de presagios como un cielo encapotado. Los ciudadanos, lo dijimos en este sitio, deben mantenerse atentos, no sea cosa que en un juego de manos la voluntad expresada en las urnas se vea repentinamente burlada. Ya ha pasado.

–Santiago González

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