Candela Sol. Tenía un nombre doblemente consagrado a la luz, y acabó en la peor de las tinieblas. En menos de una semana la vimos haciendo mohínes frente al flash de una cámara, con el pelo recogido y un flequillo, y luego acurrucada y muerta dentro de una bolsa negra de residuos. Su caso, dirían los diarios, sacudió al país. ¿Lo sacudió realmente?
A la Argentina no la sacudió la violencia de los setenta, no la sacudió la guerra de Malvinas, no la sacudió la catástrofe del 2001, no la sacude el destino incierto que aguarda a sus jóvenes. La sociedad argentina no se conmueve, si por conmoción se entiende ese sacudón fuerte que permite ver lo que antes no se veía, y obliga a modificar convicciones y conductas.
La suerte de Candela no sacudió a la sociedad argentina: excitó en cambio su curiosidad, su morbo, su necesidad malsana de mirar por televisión lo que les pasa a otros. Le dio la oportunidad de hacer comentarios escandalizados, de lavar su mala conciencia señalando culpables, de ocultar, en el barullo, lo que en el fondo sabe: a Candela la matamos entre todos. Continuar leyendo “Quién mató a Candela”