Desamparo

“Abril es el mes más cruel”. La frase de T.S. Eliot, concebida para otros contextos y otros hemisferios, viene inevitablemente a la mente al concluir este abril nuestro, en el que quedó en evidencia con toda su crudeza el desamparo en que se encuentra el pueblo argentino, en primer lugar por culpa de la ineficacia, la torpeza y la mezquindad de sus dirigentes, y en segundo lugar por su propia culpa, porque esos dirigentes no ocupan los lugares que ocupan por un acto de fuerza... Continúa →

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La indecencia

Tras la muerte de Néstor Kirchner su viuda gestionó y obtuvo en tiempo récord una pensión que a lo largo del 2011 le reportó más de 420.000 pesos. Al conocer la noticia buena parte de la sociedad argentina reaccionó escandalizada, y con razón. Aun dando por supuesta la legalidad del trámite (sobre el punto se ha entablado una demanda judicial), ¿es decente que la mandataria que percibe mensualmente más de 15 salarios mínimos, y cuyo patrimonio personal declarado supera los 70... Continúa →

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Disciplinados

La reacción de los partidos políticos, las cámaras empresariales y la prensa ante la decisión del gobierno Kirchner de expropiar de manera brutal y dudosamente legal el 51 por ciento de las acciones de YPF en poder del grupo español Repsol ha puesto una vez más en evidencia la crisis dirigencial en la que está sumida la Argentina. A la ostensible falta de convicción republicana se suma una cobardía cívica asombrosa, que allana el terreno a los aventureros de toda especie y los... Continúa →

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La salud de los enfermos

El 2012 asoma signado por la enfermedad: por un lado la enfermedad de la presidente, con un diagnóstico preciso, buenos médicos para enfrentarla y buen pronóstico; por el otro la enfermedad de la nación gobernada por ella, con la que ocurre todo lo contrario. La enfermedad personal ha captado la atención del país, la enfermedad social no parece preocupar a nadie.

Con su voto, los argentinos confirieron en octubre la suma del poder público a Cristina Fernández y pulverizaron a sus opositores. Nunca nadie concentró tanto poder en la historia de la Argentina moderna como esta presidente. Y no sólo por el caudal electoral que cosechó, sino también por la desintegración del sistema republicano de equilibrios y controles.

El Poder Legislativo se ha convertido desde diciembre en una mera escribanía del Ejecutivo (y el recién estrenado presidente de la cámara baja Julián Domínguez se declaró orgulloso de que así fuese), y el Poder Judicial ha demostrado ser complaciente o impotente: el gobierno reiterada y descaradamente ignora los mandatos de la Corte Suprema de Justicia, nada menos.
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Oficialismo, oposición, votantes

El oficialismo. El oficialismo es Cristina. Sin un Kirchner el kirchnerismo no existe, al menos por ahora. Y Cristina no le debe su triunfo apabullante a nadie, ni a los sindicatos, ni al PJ ni a ningún superministro (como lo fue Domingo Cavallo respecto de Carlos Menem). El voto popular le confirió virtualmente la suma del poder público: recuperó la mayoría en ambas cámaras del Congreso, y el Poder Judicial siempre le fue dócil. Ahora hay que ver qué hace la presidente con todo ese poder en sus manos. Sus primeras señales fueron ambiguas: Al agradecer el respaldo de las urnas dijo: “qué más puedo querer”, pero la frase dejó un amplísimo espacio para la interpretación, especialmente cuando hubo otras que la matizan: “cuenten conmigo para seguir profundizando este proyecto” y “organícense en todos los frentes para que nadie pueda arrebatarles lo conseguido”. Hizo un llamado a la unidad nacional y pidió una oposición constructiva, que le sugiera cómo mejorar las cosas. En estos días le están sugiriendo cómo mejorar el presupuesto, pero difícilmente el oficialismo escuche. Una vez más, Cristina identificó su parcialidad política con el estado y con la nación misma: “Nosotros tenemos las banderas de la Patria”, afirmó colocando implicitamente a la oposición en el incómodo lugar de la antipatria. Y puso a sus seguidores en estado de alerta respecto de los rivales políticos: “Son minorías, poderosas pero minorías”. Una subestimación que lleva implícito el derecho del oficialismo al castigo, amparado por una doble legitimidad: es mayoría, y es la Patria. Carente de todo control, y con la suma del poder en sus manos, el gobierno de Cristina debería ejercer al máximo la autolimitación, tal como conviene a la salud de la República. Pero el kirchnerismo, por definición, tiene como norte ocupar todos los espacios, alcanzar la hegemonía política, cultural y económica. Continuar leyendo “Oficialismo, oposición, votantes”

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