Malas nuevas

  1. ¿Quién quiere noticias?
  2. Una práctica higiénica
  3. Malas nuevas
  4. De Neustadt a Lanata
  5. Eliminar el intermediario
  6. Ser en los medios
  7. Para Fulano que lo mira por TV
  8. Un poder en dispersión
  9. Segregación e intolerancia
  10. Narcisismo 2.0

A los medios ya no les interesa informar, y son ellos mismos los que inducen el desinterés del público por las noticias. En la mayoría de las redacciones del mundo el director financiero ocupa el lugar que antes correspondía al director periodístico. En busca de la ganancia inmediata, para satisfacer a insaciables accionistas, han destruido su razón de ser en la sociedad, y por lo tanto su futuro. A nadie mejor que a los medios les cuadra la profecía de Lenin, cuando dijo que el día en que se decidiera ahorcar a los capitalistas, éstos se sacarían los ojos para asegurarse ser los proveedores de soga.

En un tiempo prehistórico, la lectura del diario era “la oración matutina del burgués”; en otro, más cercano como para caer dentro del espacio y el tiempo de mi memoria, se compraban los diarios de la mañana y los vespertinos. Las tardes en el centro de Buenos Aires eran un alboroto de voceadores que anunciaban las últimas noticias, y de apasionados corrillos frente a las pizarras de los diarios. Más moderada, la escena seLas tardes en el centro de Buenos Aires eran un alboroto de voceadores repetía en las esquinas barriales, esas de bares con toldo en abanico hasta el cordón, billares y lustrabotas. Todo eso cambió con la televisión, que liquidó el diario como organizador del imaginario social, y nunca fue una alternativa como fuente de información. No es que se hubiera perdido gran cosa en términos de periodismo: la prensa argentina, con la notable excepción del diario La Prensa, fue siempre cobardona y acomodaticia. Pero la televisión fue mucho peor.

En los Estados Unidos las cosas han sido diferentes: la libertad de prensa es una de las libertades más celosamente resguardadas por la sociedad norteamericana, y ellos han sido maestros en ética y en oficio periodístico. El rigor informativo de los medios gráficos hizo escuela en los medios electrónicos, y la radio primero y la televisión después se sumaron para ofrecer una constelación de fuentes confiables y responsables. Hubo por ejemplo presentadores de noticias por televisión (anchormen) como Walter Cronkite que alcanzaron los más altos niveles de credibilidad periodística, algo que nunca ocurrió en la Argentina. Todo eso empezó a degradarse a partir de los ’60 o los ’70, y más pronunciadamente desde el fin de la Guerra Fría. El último momento estelar de la prensa escrita estadounidense fue el seguimiento del caso Watergate por el Washington Post ¡en 1972! y la última oportunidad en la que la televisión estadounidense cumplió un papel significativo fue durante su cobertura de la guerra de Vietnam, ¡también en los 70!, que liquidó el “relato” y volcó la opinión pública en contra de esa aventura bélica.

De eso hoy no queda nada: la gran prensa estadounidense, escrita o televisada le viene mintiendo u ocultando las cosas sistemáticamente a su público. Unánimemente aceptó la versión oficial sobre el ataque a las torres gemelas, inaceptable hasta para unLa prensa estadounidense miente u oculta las cosas sistemáticamente chico tonto; apenas emitió unos tibios rezongos sobre las restricciones a los derechos civiles impuestas después de ese ataque, y jamás (esto lo estudió la Universidad de Columbia) advirtió públicamente sobre la burbuja de “derivativos” que llevaría a la crisis del 2008, de la cual la economía mundial todavía no se recuperó. ¿Tendremos que recordar el papel de la prensa argentina durante el proceso militar, cuando en vez de reaccionar con energía y a tiempo para frenar la ilegalidad prefirió asociarse al estado en Papel Prensa? ¿Tendremos que recordar el papel de la prensa argentina durante la crisis del 2001, cuando justificó y alentó a los golpistas devaluadores encabezados por Eduardo Duhalde para licuar sus propios pasivos en dólares? ¿Tendremos que recordar la complicidad promiscua de Clarín con el kirchnerismo en sus primeros años? ¿Tendremos que señalar una vez más cómo los principales diarios de Buenos Aires están en campaña promoviendo sin el menor rubor la figura de Sergio Massa?

Si en los momentos críticos, cuando resulta más fácil percibir la mentira, la distorsión o el ocultamiento, la gran prensa se comporta como acabamos de describir, ¿qué se puede esperar de su conducta en el trabajo cotidiano, cuando debe informar sobre sucesos menos impactantes y menos claramente comprensibles, cuestiones más intrincadas donde al ciudadano común le resulta muy difícil verle la pata a la sota? Y dados estos antecedentes, ¿por qué la gente va a demandar noticias, por qué va a dedicar su tiempo a leer noticias y análisis que probablemente le cuenten sólo una parte de la verdad? ¿Por qué va a hacerlo, si nunca encuentra en los medios explicaciones plausibles que le permitan entender por qué la vida le resulta cada vez más difícil, por qué ya no encuentra seguridad en el empleo, por qué las cosas son cada vez más caras y de menor calidad, por qué ya no tiene acceso a la vivienda como lo tuvieron sus padres, por qué ya no puede confiar en la educación ni en la salud públicas, por qué la comida ya no sabe ni alimenta, por qué los medicamentos suelen ser peligrosos, por qué las empresas no cumplen los contratos, y por qué esos contratos son cada vez más abusivos?

La gente perdió interés en las noticias porque los medios perdieron interés en informarLas noticias hablan de muchas cosas, pero pocas veces de las cosas que le importan a la gente que se espera compre masivamente el diario, o vea los noticieros de televisión. En su mismo comportamiento, los medios traen malas noticias sobre el futuro del periodismo. Como ya se dijo aquí, y conviene repetir, las personas perdieron interés en las noticias porque los medios perdieron interés en informar: no tienen demasiados problemas en decir lo que quiere el gobierno, o lo que quieren los avisadores; el público les merece el mismo respeto que el votante a los políticos. Los políticos tienen la ventaja de que sólo tienen que atraer la atención del público una vez cada dos años, mientras que los medios deben hacerlo todos los días.

–Santiago González

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