Una práctica higiénica

  1. ¿Quién quiere noticias?
  2. Una práctica higiénica
  3. Malas nuevas
  4. De Neustadt a Lanata
  5. Eliminar el intermediario
  6. Ser en los medios
  7. Para Fulano que lo mira por TV
  8. Un poder en dispersión
  9. Segregación e intolerancia
  10. Narcisismo 2.0

La cuestión es para preocuparse: la información en el sentido tradicional, el menú de temas que cada diario selecciona para sus lectores, temas principalmente políticos y económicos porque en la plaza y en el mercado es donde los hombres interactúan y definen sus relaciones entre sí, temas que deberían ser narrados y analizados de modo tal que permitieran sustentar opiniones ponderadas y criterios seguros para moverse responsable y eficazmente en la vida social, esa clase de información, ya no interesa. Por más que se informen, apenas pueden influir en el rumbo de las cosasLas personas, la gente de la calle, han llegado a la conclusión de que por más que se tomen el trabajo de informarse a conciencia apenas si pueden influir en el rumbo de las cosas, en términos políticos o en términos económicos, y que por lo tanto el tiempo que dediquen a leer el diario es tiempo perdido. Se han convencido de que la distancia que las separa del poder, de los que toman las decisiones que las afectan directamente, se ha vuelto astronómica, y que la prensa poco hace por acortar esa distancia. Más bien lo contrario: los artículos periodísticos que no hablan de trivialidades, que son los menos, están tan llenos de alusiones y sobreentendidos, de guiños y medias palabras, en algunos casos de tecnicismos legales o financieros, que parecen escritos sólo para los participantes del juego del poder. El hombre de la calle entiende poco y nada de lo que allí se dice. Y se reserva el derecho de sospechar: la experiencia le dice que cuando la explicación se complica hay un engaño agazapado.

Por lo pronto, la prensa funciona en la sociedad sobre dos malentendidos básicos, inducidos por los medios y los propios periodistas. El primer malentendido es que los periodistas son libres e independientes. Esto no es del todo así: los periodistas deben adecuar su trabajo a la línea editorial del medio para el que trabajan. Si están de acuerdo, todo va bien. Y si no lo están, o se adecuan o los echan, como hemos visto hasta el cansancio en la Argentina. En realidad, la única libertad que tiene un periodista es la de negarse a trabajar en un medio cuando entiende que ese medio le impide ejercer su oficio como él quisiera hacerlo. Lo cual la convierte en una libertad teórica, porque los La única libertad de un periodista es la de negarse a trabajar en tal o cual medio periodistas son personas comunes que dependen de su trabajo para vivir. El segundo malentendido es que los medios responden al interés de sus lectores. Esto tampoco es totalmente así: los medios responden al interés de su público el sentido en que deben entregar un producto lo suficientemente atractivo como para interesar al público, y por lo tanto atraer avisos, y no en el sentido de representar los intereses del público, ni siquiera de un sector del público. Los medios son emprendimientos económicos que dependen de los avisadores para prosperar, y en líneas generales, su tratamiento de las noticias difícilmente choque con los intereses de sus avisadores. No debe extrañar que los medios sean muy críticos y rigurosos y exigentes cuando hablan del poder político, mientras tratan con guantes de seda al poder económico. Sólo muy de vez en cuando se refieren a los abusos a los que son sometidos los consumidores, por ejemplo. La cobertura de los asuntos políticos puede estar orientada a veces por los intereses económicos, pero nunca la cobertura de los asuntos económicos va a estar orientada por los intereses de la política: esto parecería “indebido”. Incluso la prensa subsidiada por el estado, que no necesita de los avisadores para subsistir, es bastante cautelosa y selectiva a la hora de hablar del poder económico, porque debe estar atenta a los vínculos entre determinados funcionarios, de los que dependen sus subsidios, y determinadas empresas.

Ni aun leyendo todo el espectro de diarios que se publican en el país, entonces, ni aún ponderando la información según el medio que la provee, un ciudadano corriente puede hacerse una idea más o menos aproximada de qué es lo que está pasando y quiénes son El desinterés por las noticias es casi una práctica higiénica los actores. Desde una u otra vereda, todos le van a hablar del ladrón de gallinas, nadie le va a alertar de que se están robando el gallinero. El desinterés del público por las noticias políticas o económicas pasa a ser de este modo casi una práctica higiénica, en la medida en que los medios, más allá de cualquier malentendido, han dejado hace tiempo de cumplir con el deber que ellos mismos se atribuyen, que es el deber de informar. No sólo al público dejó de interesarle la información: tampoco a los medios les interesa.

–Santiago González

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