Trucho y berreta

  1. De la astucia a la civilización
  2. Mal hablados
  3. Trucho y berreta
  4. El escrache

No es una pareja de policías de Miami, ni dos personajes de algún guión olvidado de los hermanos Sofovich. Son dos palabras comunes y corrientes, nacidas en la Argentina y ampliamente usadas en nuestra habla coloquial. La comunidad hispanohablante podrá emplearlas como condimento lingüístico, para darle sabor sudamericano a una frase. Pero para nosotros no son objetos suntuarios sino artículos de primera necesidad. Fueron creadas para llenar un vacío. Dicen que los esquimales tienen decenas de nombres para la nieve, que la describen en cualquiera de sus estados; del mismo modo, cualquier paisano de la pampa ostenta una espléndida riqueza de vocabulario para nombrar a cada individuo de lo que para un porteño no son más que yuyos. En la Argentina y en el mundo, hace ya tiempo que las cosas no son lo que parecen, pero no lo son de diferentes maneras, llenas de matices. Nosotros parecemos sensibles a esos matices: para movernos en la vida de todos los días necesitamos palabras que puedan dar cuenta de ellos. Y para cubrir esa necesidad es que nacieron trucho y berreta, dos términos que remiten al no ser de lo que parece ser, que arrojan un poco de luz sobre el montón de formas y sustancias engañosas con el que nos enfrentamos cotidianamente, y que nos protegen contra el alto costo de tomarlas como vienen, por lo que aparentan ser.

En términos generales, trucho es lo falsificado, lo que toma las apariencias de lo genuino para sorprender al incauto; berreta, en cambio, es lo de mala calidad, algo genuino en sí mismo, pero de factura burda, también orientado a sorprender a alguien en su buena fe. Un médico trucho, un abogado trucho, son personas que ejercen esas profesiones sin tener título habilitante; un médico o un abogado berreta pueden tener el título colgado en el despacho, pero sus cualidades profesionales serán deplorables. Un dólar o un euro pueden ser truchos si han salido del taller de los falsificadores, pero el peso argentino es berreta: por más auténtico que sea, pierde valor rápidamente, nadie lo acepta fronteras afuera, no permite ahorrar. Puede haber cosas truchas, pero de buena calidad. Esto puede apreciarse en el caso de la ropa de marca: hay versiones falsificadas tan buenas, o casi, como las genuinas. Hay repuestos truchos, insumos truchos, accesorios truchos que rinden igual servicio que los originales. Hay copias truchas de buenas películas, y hay versiones originales de películas berreta. Las cosas berreta son auténticas, pero de mala calidad, como ocurre con gran parte de los artículos ofrecidos en los supermercados de ahorro, o con la comida llamada chatarra, que en buen argentino debería llamarse comida berreta. O también con aquellos bienes donde los materiales nobles, como lana, madera, metal, mármol, cuero o hilo han sido reemplazados por laminados plásticos y fibras sintéticas. Se ofrecen como sustituto de lo real, y compensan la calidad pobre con el precio supuestamente más bajo. En el mundo desarrollado gran parte de los artículos de consumo masivo, entre ellos los alimentos, son berreta. Parecen pero no son. En la Argentina comíamos, vivíamos y vestíamos bien, pero los políticos se encargaron de que ya ni siquiera lo berreta esté a nuestro alcance.

Aparentemente los argentinos consideramos imperioso poder discriminar sobre la calidad y la cualidad del bien o el servicio que se nos ofrece. Las palabras nuevas, en este caso trucho y berreta, han venido en nuestro auxilio: nombrar es una forma de conocer. No me queda claro todavía qué hacemos después con ese conocimiento, dada nuestra reiterada propensión a elegir ofertas políticas truchas, conducidas por líderes berreta. Como quiera que sea, ahí están las palabras, y corresponderá a los eruditos emprender la misión imposible de encontrarles una etimología. Me señalan que trucho, un adjetivo con todas las de la ley, guarda un aire de familia con palabras como trucado o trocado, pero apuesto a que esa genealogía es trucha. Berreta, en cambio, carece de parentela reconocible: huérfana, y sin variaciones de género o número, parece haber sido concebida a la bartola, de una manera irremediablemente berreta.

–Santiago González

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4 opiniones en “Trucho y berreta”

  1. Hola, buenas tardes. Acerca del término “Berreta”, en mi casa (y entre amigos de mis abuelos) siempre se dijo que la palabra se empezó a usar a partir de un chiste hecho por mi abuelo Luis Alberto Berretta, en la Facultad de Arquitectura de la UBA (en aquel entonces ubicada en la Manzana de las Luces). En la clase había dos alumnos con ese apellido, sólo que uno se escribía con doble “T” y el otro no. Entonces, al pasar lista los profesores, mi abuelo jorobaba diciendo “¿quien, yo o el falso?”. Un día fue a la facultad un humorista de TV (tengo que preguntar el nombre porque no me acuerdo en este momento) a tomar ideas de la gente y observar. Escuchó esto y le pareció divertido e incorporó la palabra “berreta” para usarlo en un vocabulario de la TV. Después me imagino que fue usándose bastante hasta llegar a hoy.
    Es lo que sé y siempre se comentó en mi familia.
    Nuestro apellido es de Milán, el mismo de las armas.
    Saludos

    1. O sea que todo empezó porque en la clase había un Berretta trucho… Muchas gracias por ilustrar a los lectores de este sitio sobre esta historia, que supongo no debe ser muy conocida, y por hacerlo con tan buena onda. Retribuyo el saludo.

  2. ¡Interesante reflexión! La RAE recoge ambos términos, con sus respectivas definiciones, como adjetivos coloquiales. “Trucho”, según esta magna institución, se utiliza tanto en Argentina como en Uruguay, mientras que “berreta” circula sólo en nuestros pagos (triste ventaja que les llevamos a los uruguayos, tal vez). También me resultó siempre curioso que el término “cutre”, muy usado en España pero desconocido por lo menos para mí hasta hace algunos años y que tuve que adoptar en reemplazo de nuestro “berreta” para departir con hispanohablantes del otro lado del charco, haya caído en desuso, lo que originó la necesidad, tal vez, de crear “berreta” para reemplazarlo.

    1. Trucho debe haber cruzado al otro lado del Plata, seguramente. Y el cutre de los españoles demuestra que han sentido la misma necesidad que nosotros de contar con una palabra para identificar rápidamente todo aquello que no supera los estándares de calidad esperados. Útil su investigación en la RAE, gracias.

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