Elogio del nacionalismo

Amenazados por un nuevo imperialismo, sin rostro, metrópolis ni ejército, los pueblos buscan refugio en su tierra, su Dios y su bandera

Las palabras patria y patriotismo, o nación y nacionalismo, han sido desterradas hace tiempo del lenguaje público, y también, aunque en menor medida, de la conversación privada. Cuando aparecen en boca de algún político, despiertan suspicacia porque suelen encubrir propósitos subalternos. Cuando asoman en la charla cotidiana, vienen acompañadas por la nostalgia, envueltas en la evocación de virtudes cívicas desaparecidas, o por la cautela, susurradas como quien confiesa... Continúa →

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Patriotismo y globalismo

«Cada uno de nosotros aquí hoy es el emisario de una cultura distinta, una historia rica y un pueblo unido por lazos de la memoria, la tradición y los valores que hacen que nuestras patrias no se parezcan a ninguna otra parte de la Tierra. Es por eso que los Estados Unidos siempre elegirán la independencia y la cooperación sobre la gobernanza, el control y la dominación globales. (…) Los Estados Unidos están gobernados por estadounidenses. Rechazamos la ideología del globalismo y... Continúa →

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Folklore, patriotismo y esencia

«Quizás sea posible otra mirada sobre la música, la narración oral, el canto, la literatura, el cine, la televisión, la democracia, la política, el trabajo de funcionario público, el comercio, el amor, el desamor, en fin, quizás sea posible ver algo nuevo si nos alejamos un poco de las ideas de esencia, de identidad que tan rápidamente nos sumergen en el patriotismo barato, belicoso y corrupto en el que este país parece empecinado. Barato, porque hay pocos esfuerzos de reflexión... Continúa →

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Debate sobre el nacionalismo

Una de las satisfacciones de escribir este sitio surge de adelantarse a los temas que luego aparecen en el debate público. En noviembre del año pasado Gaucho Malo publicó un artículo (Capitalismo, nacionalismo, liberalismo) sobre la relación entre el patriotismo o nacionalismo y una sociedad abierta, republicana y liberal. En los últimos días, tal vez acicateados por la celebración de la copa mundial de fútbol o por los cachetazos de un juez norteamericano a las pretensiones... Continúa →

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Capitalismo, nacionalismo, liberalismo

Los defensores del pensamiento liberal, las instituciones republicanas y la economía de mercado, que generalmente son los mismos, suelen colocar el nacionalismo en las antípodas de sus convicciones, y lo describen como una pasión irracional que más tarde o más temprano desemboca en el estatismo y la restricción de las libertades políticas y económicas, en aras de un nunca bien definido interés superior, colectivo y trascendente. “Nada hay en la nación superior a la nación misma”, proclama una conocida consigna. Pero éste es un extremo. En el otro extremo se encuentra la dificultad de señalar una sola sociedad exitosa en el mundo que no haya alcanzado ese éxito inspirada por un profundo espíritu de cuerpo.

Uno de los ejemplos contemporáneos más esgrimidos por los publicistas liberales y capitalistas para mostrar la bondad de sus propuestas es el de los llamados tigres asiáticos, esas economías emergentes que lograron altos niveles de desarrollo en tiempos relativamente cortos tan pronto abrazaron el capitalismo y liberalizaron en mayor o menor grado sus instituciones políticas. Lo que esos publicistas acostumbran ignorar, sin embargo, es el elevado grado de identidad nacional, cohesión nacional, orgullo nacional, y propósito nacional existente en esas sociedades –el caso de Japón no sólo ha sido el primero sino también el modelo–, y el papel que ha tenido ese nacionalismo en la consecución de los logros que despiertan nuestra admiración.

Un cronista mexicano, no exento de envidia, escribió tras un viaje reciente: “El desarrollo de Corea del Sur está altamente relacionado con un nacionalismo industrial que perdió México al menos desde hace tres décadas. Automóviles de marcas como Daewoo, Kia, Samsung, Hyundai, SsangYong, generalmente grandes, dejan claro que en Seúl el auto está por encima de todos los demás modos de transporte. Lo curioso es que salvo los autos lujosos alemanes, los coreanos no adquieren vehículos importados. Los trenes del metro son Hyundai Rotem, hechos en Corea con tecnología propia. Ocurre lo mismo con los teléfonos: todos los jóvenes se suben al metro con un Samsung en la mano, los iPhone y  otras marcas no coreanas como LG son la excepción”.
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