“Malcomidos”

Probablemente no se lo propuso, pero Soledad Barruti escribió el libro político más importante que se haya publicado últimamente sobre la Argentina. Malcomidos se ofrece como un ambicioso reportaje sobre lo que la industria de la alimentación está haciendo con la comida que comemos, y en eso cumple cabalmente su cometido. Pero, en una ratificación implícita del papel central que tiene la producción, preparación y distribución de alimentos en una sociedad, este trabajo de naturaleza esencialmente periodística, con abundancia de entrevistas y fuentes documentales, se convierte en una minuciosa radiografía del país, y dibuja una agenda de problemas que no podrán estar ausentes de cualquier propósito de reconstruir la desgarrada trama de esto que conocemos como Nación Argentina. El libro pasa revista a media docena de áreas críticas de la industria alimentaria, desde la producción de pollos y huevos hasta la oferta multicolor de comida procesada, y en esa recorrida, que es también geográfica y cultural, pone de manifiesto lo que hemos hecho y lo que estamos haciendo con nuestro país, con su gente, con su tierra y sus paisajes, con sus especies animales y vegetales, con sus sabores y sus olores, con sus saberes y sus tradiciones, con su independencia y con su dignidad. Y lo que hemos hecho, y estamos haciendo, según se desprende de este reportaje, no es ni lindo ni útil ni bueno. Alguien puede decir que la investigación volcada en las páginas de Malcomidos no trae ninguna novedad, nada que no se conociera ya, por un medio u otro. Pero la increíble potencia de este libro brota justamente de la reunión de todas esas imágenes sueltas en un gigantesco fresco, en una sinergia de significaciones cuyo efecto final resulta tan inquietante, tan alarmante, tan urgente, que nos interpela sin contemplación alguna, llama a nuestro sentido de la responsabilidad, pone sobre la mesa la noción misma de ser argentino, y exige una respuesta que no se puede eludir sin culpa, sin vergüenza. El temario de cuestiones que plantea el trabajo de Barruti necesita ser debatido seriamente por la dirigencia política, económica y social de la Argentina, porque el resultado de ese debate, que gira alrededor de algo tan común como el plato de comida que ponemos cada día en nuestra mesa, habrá de definir el perfil de la Argentina futura. De las respuestas que encontremos dependerán cosas tan críticas como la inclusión social, la seguridad, la educación, la salud, el ambiente, la cultura, la familia, el rol del estado y el de la actividad privada, el papel de la Argentina en el mundo y, me atrevería a agregar, la viabilidad de la Argentina como entidad política. Dicho de otro modo, si no enfrentamos ese debate, y le damos respuestas serias, no tenemos futuro. Quien haya leído el libro se dará cuenta de que lo que acabo de escribir no es una frase hecha.

Quizás la virtud mayor de este trabajo, del criterio con el que fue encarado, es la de ponerse por afuera y por encima de las ideologías. Malcomidos no plantea problemas en esos términos teóricos y abstractos a los que son tan afectos los polemistas de café, ni recurre al facilismo de las etiquetas y los lugares comunes. Por el contrario, pone a la vista, con toda su revulsiva crudeza, problemas reales y concretos, malolientes, llenos de sangre, sudor y estiércol. Y lo hace con el arma principal del periodismo: narrando los hechos, interrogando a sus protagonistas, y dejando que hechos y protagonistas hablen por sí mismos. Aquí y allá las opiniones y los sentimientos de Barruti quedan a la vista, como no podría ser de otro modo, pero lo narrado tiene tanta elocuencia que se impone por su propio peso. Donde el libro flaquea, a mi gusto, es en el capítulo final, el que describe las experiencias de personas y organizaciones que han empezado a dar respuesta a las preguntas planteadas en las páginas previas. Aquí la crónica parece ceder paso al panegírico, y de los ambientes fétidos y las tierras arrasadas pasamos a perfumados vergeles paradisíacos que evidentemente han embargado los sentidos de la autora. En los retratos más despiadados de los otros capítulos reconocemos rostros humanos, con sus contradicciones, sus virtudes y sus defectos. En el capítulo final, nos encontramos con una sospechosa caravana de ángeles sin mácula.

Un párrafo final sobre la edición. La industria editorial argentina, incluso la caída en manos de los españoles, se ha limitado tradicionalmente a acomodar un manojo de originales dentro de dos tapas y sacarlo a la venta. Malcomidos no es una excepción. El trabajo de edición brilla por su ausencia, o es pobre. Es imperdonable que la Editorial Planeta no haga siquiera la tarea más elemental y publique con su sello libros con faltas de ortografía.

–Santiago González

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11 opiniones en ““Malcomidos””

  1. Más me preocupa que los alimentos genéticamente modificados no tengan la etiqueta que digan que lo son en su envase. En Europa y Rusia hay gran conciencia de la gente sobre el tema. Pero se ve que somos el lab en lo económico y otros temitas como castigo desde el 82.

  2. No he leído el libro, pero he escuchado a Soledad en un extenso programa radial y he discutido a distancia con ella misma, sobre algunos de estos temas. Es de destacar la belleza, la soltura, el entusiasmo de esta jovencita, como así también su imprudencia en hablar con suficiencia de temas que no conoce en profundidad. Muy bucólica, muy romántica su visión del campo, congelado en el tiempo como una postal, mientras la tecnología, en todos los demás aspectos de la vida humana, va haciendo dramáticos cambios que no parecen molestarla. Ejemplos ¿No era más romántico y ecológico trasladarnos en carruajes tirados por caballos que los actuales pedestres taxis con calefacción y refrigeración?¿Cuánta mayor mano de obra ocupaban los criadores, amansadores y cuidadores de caballos? ¿que fué de aquellos artesanos que fabricaban y reparaban a los carruajes, y sus arneses de cuero de brillantes herrajes? Sin embargo no creo que Soledad evite viajar en los ruidosos y contaminantes, autos, omnibus y aviones. Tampoco creo que haya escrito su libro con las elegantes plumas de ganso de antaño, habrá usado un procesador de texto en una computadora de plástico (derivado del petróleo), con elementos electrónicos compuestos con metales pesados altamente tóxicos. ¿Por qué entonces pretende que la actividad rural y la elaboración industrial de alimentos quede congelado en el pasado, frente a una demanda mundial creciente, por crecimiento de la población y el mejoramiento económico de cientos de millones de humanos por año?

    La moderna agricultura de siembra directa es mucho más conservadora del medio ambiente que el antiguo arado, si consideramos al suelo como uno de los elementos esenciales de la producción, los otros son el agua, el aire y el sol. No se ha demostrado estadísticamente ni tiene explicación científica que el control químico de malezas y plagas afecten la salud humana. Tampoco es verdad que no se repongan los nutrientes del suelo que extraen los cultivos todos los años. Se fertiliza como práctica habitual, tal vez no lo suficiente todavía porque las condiciones económicas no lo permiten.

    Soledad ha encontrado lugares adonde se maltratan animales, también hay trabajo esclavo en algunas fábricas textiles, pero no se puede generalizar que vivamos bajo un régimen de esclavitud.

    Tampoco es cierto que se apliquen hormonas a las vacas de tambo para aumentar la producción de leche, una cosa son los trabajos experimentales y otra la producción general.

    La electrónica, la mecánica y la hidráulica va supliendo trabajo humano, es cierto en el campo pero también en la ciudad. Los barcos ya no se cargan a brazos y hombros humanos sino con grúas que levantas contenedores, las computadores desplazan empleados administrativos, los lavarropas reemplazaron la las lavanderas, etc. Todo cambia en el mundo, creemos que para mejor, tal vez no, pero hay una realidad: la población humana sigue aumentando y la expectativa de vida también, tan letales ni tóxicos han de ser los alimentos como teme la Srta. Barrutti.

    1. El libro comentado en esta nota plantea un debate. Los debates se desarrollan aportando argumentos en uno u otro sentido, no acusando de ignorancia o imprudencia a quien plantea con fundamentos que hay cosas que no marchan bien, que involucran a toda la sociedad y que merecen ser discutidas. Hay demasiados intereses creados en torno de estas cuestiones, demasiado dinero en juego, como para anticipar que ese debate será arduo y requerirá extremos de honestidad intelectual. De lo que estoy seguro es que en lo que decidamos nos va la vida.

      1. Al Sr. Editor.
        Creo que me debo disculpar con la señora Soledad Barrutti por llamarla “terrorista” fuí excesivo, tal vez debí decir alarmista. No así con el Dr. Ávila y otros que desde la pelea sobre la resolución 125, hacen campaña por el interior con imágenes de niños enfermos, con datos y estadísticas que no son reales o no son bien evaluadas. Si observan la referencia que mencioné: la del Dr. Alonso , titular del Hospital Oncológico de Córdoba por YOUTUBE, comprenderán lo que digo. Veo intencionalidad política en estas acciones, veo una lucha atacando a la actividad agropecuaria, que es la que más ingresos e impuestos aportan a nuestra economía.
        Sus denuncias no tienen respaldo científico, pero hacen daño:
        En Córdoba impidieron una conferencia del Dr. Miguel Mulet Salort en el ámbito de la Universidad Nacional, una patota muy agresiva, proveniente del barrio Ituzaingó hizo abortar esa reunión.
        Anteriormente intentaron, fuí testigo presencial, hacer lo mismo, pero sin éxito en el Aula Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional (UBA) en Buenos Aires. Acusaron a este destacado bioquímico español de ser un agente de Monsanto.
        Impidieron la construcción de una planta clasificadora de semillas en la ciudad de Córdoba simplemente porque pertenecía a la empresa internacional Monsanto, la que finalmente la levantó en la Prov. de Buenos Aires. Córdoba perdió una inversión de 50 ó 60 millones de U$S y 700 puestos de trabajo.
        Existen 800 trabajos científicos de las mas diversas entidades del mundo que muestran que el glifosato no es una sustancia peligrosa para la salud humana. Hay solo 3 que dicen lo contrario. Seralini, Carrasco y Robin. Los dos primeros son o eran científicos, la tercera, periodista. Tres sobre 800. Con este pobre sustento estos “Médicos fumigados” salen a hacer campaña ignorando que el uso de estos agroquímicos hacen posible la Siembra Directa, modo de cultivo que permite sembrar sin roturar, sin agredir al suelo protegiéndolo de la erosión por agua o viento. Sin suelo fértil no hay agricultura y sin ella no habría vida humana. ¿Se advierte por qué los considero “terroristas”?

        1. Gracias por su respuesta. Los aportes de información son siempre bienvenidos, y su consideración desapasionada el único camino para zanjar la cuestión en debate de manera operativa y práctica para la sociedad en su conjunto, más allá de las preferencias de cada uno.

    2. Es alarmante la ignorancia de quien escribe este comentario cuando menciona que “No se ha demostrado estadísticamente ni tiene explicación científica que el control químico de malezas y plagas afecten la salud humana.” pues significa un total desconocimiento del incremento de inicidencias en malformaciones congénitas en el norte de nuestro país así como el aumento de casos de cáncer, por ejemplo, en el sur de Santa Fe; le recomiendo vea el documental “La mala semilla” de AlJazeera. Si sostiene que “Tampoco es verdad que no se repongan los nutrientes del suelo que extraen los cultivos todos los años.”, le recuerdo que el cultivo de soja produce la degradación e infertilidad del suelo, tema acerca del cual han venido alertando, entre otros, los agrónomos de la zona de Pergamino (los que no trabajan para Monsanto, claro..). “Food Inc” es otro buen documental para entender las consecuencias de la cría de ganado en feed-lot y los efectos de una alimentación no natural a base de maíz. Espero que mis aportes le sean de utilidad para comprender que hay otra realidad más allá de la Gral. Paz.

      1. Les aporto una fuente confiable de datos para que los que toman en serio a terroristas como Soledad Barrutti, Dr, Ávila de “Médicos de pueblos fumigados” y otros alarmistas que hacen mucho daño divulgando errores o mentiras sobre la agricultura moderna. Pueden ver en YOUTUBE la participación del Dr. Martín Alonso quien dirige el Hospital Oncológico de Córdoba. Jornada de INTA de Marcos Juarez en 2015. Allí podrán ver y escuchar como se debe hacer un estudio epidemiológico correcto.

        1. Me parece inapropiado el calificativo de terrorista para la autoria del libro comentado. El problema no es de los periodistas, sino de los técnicos y los científicos que se han mostrado incapaces de ofrecer ni siquiera un debate razonable sobre el tema. Hay dos bandos en la academia, y hay dos bandos en los testimonios personales que yo mismo busqué en zonas rurales. Jorge Lanata contó una vez que nunca pudo hacer un programa sobre el glifosato porque los defensores de una y otra postura no querían aparecer juntos. Esto recuerda a los debates de la década de 1960 entre los que defendían y condenaban el cigarrillo. Uno puede comprender que haya intereses económicos detrás de la defensa de los agroquímicos, pero cuesta creer que sólo haya intereses ideológicos en quienes los denuncian. La periodista Fernanda Sández (¿otra terrorista?) hizo un relevamiento en todo el país que recogió en su libro “Fumigados”, mayoritariamente negativo para el uso del glifosato. El sentido común de un lego dice que algo que mata todo menos una semilla modificada no puede ser bueno para ningún sistema, mucho menos para el que trabaja la tierra de esa manera, aunque no mate mamíferos. Los productores de miel se quejan (en todo el mundo) de que las abejas ya no encuentran donde libar, los pobladores de la campaña se estremecen ante el silencio nocturnos de los campos desprovistos de insectos. Se necesitan explicaciones creíbles, me parece, no adjetivos descalificativos.

          1. Sr. Editor.
            Tengo que reconocer la rapidez en responder los comentarios que elevamos los lectores. Es valioso. Uno siente que no le está hablando al aire, sino que hay alguien al frente que responde, a favor o en contra, pero que lo que uno elabora llegó a alguna parte.
            Gracias

    3. De manual tu discurso.
      “No se ha demostrado estadísticamente ni tiene explicación científica que el control químico de malezas y plagas afecten la salud humana”.
      Pegate una vuelta por los cientos de pueblos fumigados del pais, pero caminando despacito, con los ojos bien abiertos y con ganas de ver, no con la 4×4, con anteojos de sol y esquivando los caseríos. Un saludo.

      1. Luis:
        He nacido y vivido durante 50 años en pueblos y campos del sur de Córdoba y temporalmente en Buenos Aires. No he visto las malformaciones que Ud. y otros mencionan. Tampoco las he visto en los demás mamíferos que viven en el campo y muchísimo más expuestos a las pulverizaciones que cualquier humano. Las vacas, ovejas, perras, peludos, liebres siguen pariendo cachorros igual que siempre. Sería muy raro que los humanos que viven en los pueblos sean los únicos mamíferos que sufren consecuencias por proximidad de productos diluidos que no tienen razón de ser peligrosos.

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