Juan Gelman (1930-2014)

La única vez que vi a Juan Gelman fue en 1973 ó 1974, en alguna dependencia de la Facultad de Filosofía y Letras, donde yo era ayudante de cátedra. Gelman había ido de visita en compañía de Francisco Urondo, otro fogueado integrante de las “formaciones especiales” que habían allanado con sus acciones terroristas el regreso de Juan Perón al país y al poder. Probablemente se tratara de una visita proselitista, tendiente a consolidar el respaldo de “la superficie” ante la evidencia de que se venían tiempos complicados. Ambos fueron recibidos en triunfo por la jerarquía académica, ahogada de emoción, rendida y sin palabras ante la pareja ejemplar: como poetas que sartreanamente habían resignado la lira a cambio del fusil, Gelman y Urondo representaban el punto más alto de la condición humana según el entendimiento de la época, y su sola presencia, su descenso desde el frente de combate hacia la tranquilidad del claustro, estremecía el espíritu revolucionario de los estudiosos. “No veo la hora de agarrar los fierros”, me dijo exaltada una chica cuya mamá debía estar preocupada por su tardanza a esas no muy altas horas de la noche. Ahora me pregunto si algún desgraciado policía de esquina pagó con su vida la iniciación de la nena en la militancia. Pero la mayoría de los allí presentes eran menos ingenuos. En un aparte, dos distinguidos intelectuales aprovechaban la ocasión para traficar influencias editoriales y académicas. Casi todos ellos marcharían luego al exilio, acogidos por personas y organizaciones de buena voluntad y escasa información, y regresarían más tarde a reclamar compensaciones. El culto de un heroísmo dudoso, la chica de los fierros, y los traficantes de influencias se conjugaron para provocar en mí, en esa noche inolvidable, una náusea incontenible, probablemente también sartreana. No es fácil sustraerse al espíritu de la época.

La muerte de Gelman plantea ahora otra clase de cuestiones. Reproduzco de Twitter dos reacciones disímiles. Victoria Villarruel, una infatigable portavoz de las silenciadas víctimas de la guerrilla de los setenta, escribió: “No puedo recordar a Juan Gelman como otra cosa que no sea el terrorista miembro de FAR y Montoneros que fue. Murió impune”. “Gelman fundó FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) junto con [Roberto] Quieto y [Marcos] Osatinsky. Cometieron asesinatos, secuestros y robos, todos impunes”. “Hugo Vacca era un soldado conscripto que quedó parapléjico a los 20 años en un atentado planificado por Gelman. Murió cuatro años después. Su crimen está impune.” “Disculpen, pero Gelman fue un terrorista montonero. No me hablen de poesía.” Diferente fue la reacción del escritor Jorge Asís, a pesar de que no guarda demasiada simpatía por la guerrilla setentista: “Gelman. Fue buen poeta con influencias iniciales de [Raúl] González Tuñón y [César] Vallejo. Logró voz propia a partir de Poemas de Sidney West“, “Como militante, de Juan Gelman deben rescatarse dos fracturas. Cuando dejó el Partido Comunista y cuando abandonó Montoneros”, “Buen poeta en Gotán y en Sidney West. Discutido militante, pero excelente abuelo. Meritorios los esfuerzos para recuperar la nieta”.

El recuerdo personal que encabeza esta nota me pesa, y de algún modo me impide en este momento hablar de Gelman como poeta. ¿Alcanza la poesía para redimir la sangre? ¿El gobierno español le habría concedido el Premio Cervantes a un ex etarra, por buen poeta que fuera? ¿El rey Juan Carlos le habría estrechado la mano? Las heridas que dividen a un país tardan en cicatrizar, tanto más cuanto las partes se empeñan en mantenerlas abiertas. Cuando esas heridas sanen, si todavía seguimos juntos en esta aventura llamada la Argentina, inevitablemente recordaremos a Gelman por su poesía, por su manejo inteligente y sentido de las palabras, pero también inevitablemente lo recordaremos como uno de los que contribuyeron a destrozar el país en que vivimos, como alguien dominado por una soberbia incontenible al punto de creerse en condiciones de decidir sobre la vida ajena, como alguien con la capacidad intelectual suficiente como para no poder alegar ignorancia, como alguien que pagó con la vida de su hijo su adhesión irreflexiva a un capricho ideológico, y que tuvo que soportar ese dolor secreto hasta su muerte.

–Santiago González

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5 opiniones en “Juan Gelman (1930-2014)”

  1. No se si Gelman agarró los “fierros” alguna vez; no lo se, pero alguien lo sabrá. Pero instó a agarrar los fierros. La chica de su nota ansiosa por agarrarlos pudo haber muerto o “desaparecido” en Azul, en Monte Chingolo o después. Ellos y la Triple A le sirvieron la nación argentina a los militares golpistas del 76 en bandeja. Gelman recién rompió con Montoneros en el 79 y, que yo haya leído, no hizo su arrepentimiento público.
    Lo paradójico es que lo recordamos y lo honramos como poeta, que si lo fue, y extraordinario; y su poesía se independiza perfectamente de los avatares de su vida política. Su “musa” poética fue anterior y autónoma de su genio político en una relación (o en una no relación) esquizofrénica.
    ¿Qué es lo que ligó a Gelman con Firmenich, Perdía, Galimberti, etc.?
    Hace falta un biógrafo que se enfrente con el caso Gelman. Pero no lo va a poder aclarar así no más.

    1. Lo que une a Gelman con Firmenich es la soberbia. Si su poesía supera la prueba del tiempo, cobrará vida propia, y a nadie le importará la vida de Gelman, como a nadie le importa la vida de, digamos, Francisco de Quevedo, ni sus intrigas políticas ni las canalladas que le hizo a Góngora. Nosotros, sus contemporáneos, estamos autorizados en cambio a pedirle cuentas: sus actos influyeron en nuestras vidas, como, tal vez, en la de la chica de los fierros y la del policía que le sirvió de blanco.

  2. Gracias Santiago González por este artículo honesto, veraz, que aborda con claridad la dicotomía imperante en la Argentina, donde el rigor de la justicia histórica es avasallado por los “relatos” y el olvido conveniente, así como por la ignorancia e indiferencia de las nuevas generaciones. Gracias.

    1. Si es que queremos sacar alguna vez a nuestra Argentina del pozo, tenemos que empezar por decirnos la verdad, por mucho que nos duela. Gracias por su respaldo.

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