Doblajes e inclinaciones

En su última película (El prófugo), Érica Rivas interpreta a una mujer que trabaja en la Argentina haciendo doblajes de películas extranjeras. En las pocas escenas en que se la ve desempeñando esa tarea sorprende que su doblaje no sea a un inasible “castellano neutro”, como afirma sin ninguna ingenuidad el crítico Diego Batlle, sino lisa y llanamente al mexicano: mexicana es la modulación, mexicana es la colocación de la voz, y mexicanos son otros detalles difíciles de explicar pero fáciles de reconocer para el que ha vivido en México. Resulta chocante, contranatura, el salto que hace magistralmente Rivas de un registro a otro mientras ensaya su doblaje e intercambia referencias con su director. Uno se sorprende de que en la Argentina haya personas (y empresas) que se ganan la vida doblando películas al mexicano: la directora y guionista del filme Natalia Meta, que algo debe conocer del ambiente, lo presenta como algo natural y normal. En un principio lo interpreté casi como una denuncia, una revelación de algo desconocido y ciertamente difícil de digerir. Pero averiguando un poco, me enteré de que El prófugo es casualmente una coproducción argentino-mexicana, con lo cual las escenas citadas se convierten en la exhibición de un triunfo o la admisión de una derrota, según desde el lado que se mire.

El combate de la industria mexicana de los medios y el entretenimiento contra el lenguaje y los acentos rioplatenses se remonta a varias décadas. La televisión mexicana compraba los derechos de los teleteatros argentinos, pero nunca exhibía las versiones originales, el diario Excelsior reescribía los globitos de Mafalda para eliminar el voseo, el canal de noticias CNN en Español, manejado por mexicanos, prohibía el yeísmo a sus presentadores rioplatenses. El empleo de un “español neutro” pasó a ser el mantra de la industria, pero, como escribió alguna vez Lucila Castro cuando comentaba temas del lenguaje en La Nación, “español neutro es cualquiera menos el nuestro.”

Justamente por su proximidad geográfica a los Estados Unidos, México se convirtió en el lugar naturalmente elegido para los doblajes, y el socorrido “español neutro” en un arma para que el mercado latinoamericano del entretenimiento aclimatara su oído preferentemente hacia las producciones de Hollywood. Hay que reconocer que la aclimatación surtió efecto: hace unos años, Disney hizo la prueba de hacer doblajes argentinos para algunas de sus películas de dibujos animados, como Los increíbles. La experiencia no fue bien recibida por el público local, acostumbrado a que los dibujitos hablaran en mexicano. El periodista Pablo Wende resumió la opinión de muchos cuando dijo en su programa radial: “¿Por qué se les ocurren estas cosas? ¿Por qué no hacer un doblaje normal?” Érica Rivas en la ficción, y muchos actores y actrices en la vida real, se ganan aparentemente la vida haciendo esos doblajes “normales”.

El director Juan José Campanella aceptó que su película de dibujos Metegol fuera doblada al mexicano (y creo que también al español de España, pero no estoy seguro). Por supuesto, yo no soy quién para decirle a Campanella cómo manejar sus negocios, pero para una película argentina desde el título al contenido, me habría gustado otro lugar, especialmente en momentos en que la única voz que la Argentina puede ofrecer al mundo es la voz del fútbol. Más allá del Uruguay, y posiblemente Chile, en las salas del resto del continente sólo se pudo ver en el momento de su estreno el doblaje mexicano. Y lo mismo ocurre desde entonces en los canales de cable. Las plataformas de transmisión brindan opciones.

Para el público argentino de cine el doblaje, de todo modos, es inaceptable. Preferimos el subtitulado, porque escuchar a Al Pacino o a Clint Eastwood con la voz atiplada y las modulaciones de un patán mexicano (incluso interpretado por un actor argentino) no es nuestra idea de la felicidad como espectadores. Pero según los cerebros de la industria, el subtitulado no es una opción porque los públicos masivos del continente no saben leer de corrido, y se pierden. Por eso la televisión abierta primero y los canales de cable después optaron masivamente por el doblaje. Allí decidí cancelar mi subscripción al cable, y cuando quiero ver una película incursiono por mi cuenta y riesgo y sin ninguna culpa por los barrios bajos del ciberespacio, donde incluso puedo elegir los subtítulos de mi preferencia. Los de argenTeam suelen ser muy buenos. –S.G.

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1 opinión en “Doblajes e inclinaciones”

  1. Curiosamente, en México sí se pudo ver Metegol en su versión original al estrenarse, aunque no sé por cuánto tiempo pues luego sucede que el resto de América “no entiende” el argentino. Claro que nuestros hijos se han vistos obligados a entender (y lamentablemente a incorporar como natural, desplazando nuestros términos) cometa, balón, portero, lonchera, carro, aparcar, refresco…me duelen los oídos de sólo redactar.

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