El tráfico ilegal de drogas plantea a cualquier Estado cuatro problemas graves: Un problema de salud pública, que nace por un lado de las adicciones y se traduce en severos deterioros neurológicos y cerebrales, y por otro del consumo de drogas de mala calidad, mal diseñadas o mezcladas con componentes tóxicos. Un problema institucional, derivado del tremendo poder corruptor de los narcotraficantes sobre la política, la justicia y las fuerzas de seguridad, que las inhabilitan para... Continúa →
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La descomposición del poder
“Cuando un sindicalista sospechado se desmarca y dice con sorna: ‘Dejen de robar por dos años’ o cuando una legisladora insospechada, aunque propensa a sobreactuar, denuncia a los corruptos, le están hablando a un sistema, no sólo a actores individuales. Se refieren a la elite del poder, con sus prerrogativas, licencias, privilegios y complicidades. A lo que Wright Mills llamó ‘minoría poderosa’ y María Elena Walsh, con más humor, retrató como la clase de... Continúa →
La Iglesia ante el narcotráfico
“ la Argentina está corriendo el riesgo de pasar a una situación de difícil retorno. Si la dirigencia política y social no toma medidas urgentes costará mucho tiempo y mucha sangre erradicar estas mafias que han ido ganando cada vez más espacio. Es cierto que el desafío es enorme y el poder de corrupción y extorsión de los grupos criminales es grande. Pero no es verdad que ‘nada se puede hacer’. (…) Escuchamos decir con frecuencia es que a esta situación de... Continúa →
Sin convicciones ni liderazgo
Mientras los países sudamericanos sigan atados a prejuicios ideológicos no podrán mostrarse como un bloque capaz de dialogar con los otros poderes del mundo y seguirán luciendo como lo hicieron en Bariloche: sin convicciones ni liderazgo.

En la década de 1960 iniciaron en Colombia sus caminos convergentes las organizaciones guerrilleras y los carteles de la droga, sumiendo al país en una orgía de violencia traducida hasta hoy en unos 40.000 muertos en enfrentamientos armados y unos 400.000 homicidios relacionados con una u otra actividad, incluídas las muertes por minas antipersonales. Los secuestros extorsivos se cuentan por millares.
Más de la mitad del territorio colombiano llegó a estar controlado por grupos izquierdistas armados como las FARC, el ELN y el M-19, los narcotraficantes, y organizaciones paramilitares como las Autodefensas Unidas. Una décima parte de la población –tres millones de personas– se ha visto desplazada de sus hogares y sus tierras por la acción de esas bandas. Otro medio millón abandonó el país.
A lo largo de cinco décadas, los países sudamericanos prefirieron mirar para otro lado, abandonando a Colombia en su tragedia. Pero cuando ese país resolvió pedir la ayuda de los Estados Unidos para restablecer el imperio de la ley en su territorio, rápidamente desenfundaron el dedo acusador, como vimos en la triste, inconducente cumbre de Unasur en Bariloche. Continuar leyendo “Sin convicciones ni liderazgo”