Delito de amistad

No hay caso. En la Argentina no es posible tener opiniones, creencias, relaciones, amistades, convicciones apartadas del canon progresista sin sufrir las consecuencias. Ni siquiera es posible sostener un dato puro y duro, si éste no mereció primero el imprimatur de la Inquisición políticamente correcta, como le pasó a Darío Loperfido cuando refutó con cifras comprobadas la superchería de los 30.000 desaparecidos, y perdió su cargo público. Lo mismo le ocurrió al músico Gustavo Cordera cuando emitió unas opiniones sobre la sexualidad femenina, probablemente indemostrables pero que reconocen una larga tradición en la cultura occidental, y tuvo que rendir cuentas ante la justicia. Ahora le llegó el turno a otro músico, Ricardo Iorio, cuya presentación en el festival BA Rock fue cancelada luego de que se conocieran unas fotos suyas en compañía de un político filonazi insignificante. Delito de amistad, o de contigüidad. Las autoridades del festival justificaron su decisión en “presiones de organismos no gubernamentales”: en un alarde de coraje cívico, ni los identificaron públicamente ni los denunciaron ante la justicia. La dictadura progresista que con sus listas negras asfixia la libertad de expresión y promueve la instauración del delito de opinión suele hacer sentir su peso principalmente sobre el Estado, que es invertebrado y bobo, pero la producción del BA Rock corresponde a un grupo privado que en su sitio de Internet se jacta de haber instalado con su festival una “visagra cultural” (sic) defensora de la “soberanía nacional”. –S.G.

 

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