Y el ganador es…

Los medios transmiten la idea de que el PRO fue el gran triunfador en las elecciones legislativas, pero ese mérito corresponde al Acuerdo Cívico y Social, que se convirtió en la segunda minoría en el Congreso.

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La repercusión mediática de las elecciones legislativas del 28 de junio tendió a instalar en la audiencia la idea de que los grandes ganadores de la jornada habían sido Gabriela Michetti y Francisco de Narváez. La realidad es otra: el Acuerdo Cívico y Social obtuvo el primero o el segundo lugar en la mayor parte del país, y se convirtió en la segunda minoría en el Congreso.

La atención de la prensa, sin embargo, se volcó hacia las dos estrellas del partido creado por Mauricio Macri, que por el momento sólo tiene presencia en la capital federal, donde Michetti obtuvo menos votos que lo esperado, y en la provincia de Buenos Aires, donde De Narváez se impuso en buena medida gracias a que el oficialismo lo eligió como enemigo.

Este desplazamiento del foco, por parte del periodismo, resulta por lo menos llamativo. El resultado de unas elecciones legislativas se verifica en la composición de las cámaras, y allí el ACyS cosechó unos avances enormes. Pero ni Elisa Carrió ni Gerardo Morales, artífices de ese logro, tuvieron lugar prominente en la cobertura poselectoral. Y uno se pregunta por qué.

El establishment, ese impreciso club que reúne intereses tan dispares como intensos, es como las brujas: uno no cree en ellas, pero que las hay, las hay. Uno no cree que los poderosos de este mundo se congreguen por las noches en oscuros aquelarres para decidir sobre la suerte y el destino de millones de personas, pero que lo hacen, lo hacen. De otra manera, por supuesto.

Es ingenuo pensar que las personas o los grupos que manejan grandes intereses no influyen en el devenir político, de este país o de cualquier otro, tanto como es ingenuo creer que lo deciden absolutamente. Pero siempre es útil tomar nota de lo que hacen porque no necesariamente los intereses de esos grupos coinciden siempre con el interés general.

Tras la disolución del partido militar, instrumento favorito del establishment argentino para resolver sus conflictos, o sus impaciencias, con el poder político, los miembros del club se dieron cuenta de que ante la imposibilidad de actuar a posteriori contra un gobierno indócil no les quedaba otro camino que actuar a priori para incidir en la elección del candidato.

Había aparecido un peronista de mentalidad abierta, al que había que prestar atención.

A mediados de los 80, Manfred Schönfeld, un notable columnista del diario La Prensa que gustaba definirse como un liberal nacionalista y que se horripilaba ante la sola mención del peronismo, anunció en una nota que había aparecido por allí un peronista “potable”, con una mentalidad abierta, y al que había que prestar atención.

El establishment había encontrado a Carlos Menem, y Carlos Menem había encontrado al establishment. Antonio Cafiero trabajaba mientras tanto en la renovación y democratización interna del peronismo, que había quedado duramente golpeado tras su primera derrota electoral a manos de Raúl Alfonsín.

Cafiero hizo tan honestamente su trabajo que perdió las elecciones internas, sorpresiva y misteriosamente derrotado por el riojano de grandes patillas y grandes promesas. Menem ganó la elección presidencial, el establishment organizó una económica corrida de mercado, el peronismo estrenó los saqueos, y el trámite del recambio presidencial se apuró al máximo.

A mediados de los 90, cuando Menem estaba en su mejor momento y Domingo Cavallo era todavía su ministro de economía, recuerdo haber anunciado en una reunión familiar que Fernando de la Rúa iba a ser nuestro próximo presidente. No era algo que podía escribir, porque no tenía una sola fuente capaz de suscribir el vaticinio, pero sí era algo que podía olfatear en el ambiente.

Pasó el tiempo, el radicalismo trabó su improbable alianza con el Frepaso, y De la Rúa llegó a la presidencia. El experimento fue un fracaso, el club de amigos se dio cuenta de que sus negocios estaban en peligro y así llegamos al 2001, con las corridas bancarias y los saqueos ya conocidos, y los novedosos (e impunes) tiradores que dejaron medio centenar de muertos en las calles del país. Los golpes militares solían ser menos cruentos.

La cofradía de los intereses creados no tiene simpatías por el Acuerdo Cïvico.

Volviendo a la actualidad, resulta evidente que la cofradía de los intereses creados no tiene simpatías por las huestes de Carrió y Morales. Antes de la elección, los analistas y las encuestas hablaban de un enamoramiento inquebrantable entre la ciudad y Michetti, al tiempo que machacaban sobre la mala decisión de Carrió de ubicarse en el tercer lugar de su lista.

En la provincia de Buenos Aires, las encuestas contribuyeron a la polarización que favoreció al PRO, al colocar a Margarita Stolbizer invariablemente por debajo de los 20 puntos. Ella pudo así anotarse un triunfo parcial en la noche del domingo: se había impuesto por sobre el porcentaje de apoyo que le pronosticaban.

Las figuras del Acuerdo Cívico, y no podemos creer que sea una casualidad, no integraron la galería de caricaturas puesta en pantalla por Marcelo Tinelli, a pesar de que caracteres como Alfonso Prat Gay o Stolbizer se prestaban de maravillas para la imitación de trazo grueso. Una parodia de Carrió, muy descuidada, tuvo un paso fugaz por el programa.

Tampoco Carrió ni Morales fueron convocados a comentar un resultado electoral que los tuvo como principales arquitectos. En su programa del lunes, Joaquín Morales Solá colocó los laureles del vencedor a las dos figuras del PRO, aunque tácitamente los triunfos iban dirigidos a Mauricio Macri. También llamó por teléfono a Carlos Reutemann: nunca se sabe.

Michetti y De Narváez reaparecieron el martes en los programas de Mónica Gutiérrez y Marcelo Longobardi, respectivamente. Entre los periodistas “distraídos”, Jorge Lanata previsiblemente ofreció su convite a “Pino” Solanas y Alcira Argumedo, y Alfredo Leuco y compañía se entretuvieron con la interna peronista, entrevistando a Felipe Solá y Mario Das Neves.

El diario La Nación ofrece a los lectores de su sitio en la red un bonito gráfico sobre la nueva composición de las cámaras, que reparte entre oficialistas, opositores, dudosos, y otros. Es imposible percibir allí el lugar que ocupa el Acuerdo Cívico y Social. Todo esto permite atisbar hacia dónde soplan los vientos que terminarán por definir en el 2011  la “voluntad popular”…

–Santiago González

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2 opiniones en “Y el ganador es…”

  1. ¡Excelente! Los medios actuales -para quien se tome el trabajo de pensar un poco- dicen más con lo que callan y lo que tergiversan que con lo que se lee a primera vista. Lástima que estemos tan desacostumbrados a reflexionar sobre lo que se dice a nuestro alrededor. Me alegra que su sitio siga creciendo y albergo la esperanza de que en un futuro no muy lejano seamos muchos los que ya lo adoptamos como un referente para ayudarnos a entender lo que se está cocinando a nuestras espaldas. Felicitaciones.

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