«La próxima vez que ponderen las bondades del “trabajo en equipo” frente a un auditorio de empresarios o ejecutivos, hagan un par de correcciones en su power point. Para empezar, borren donde dice que “dos (o tres, o cuatro, o infinitas) cabezas piensan mejor que una”. Porque es mentira. Al menos en lo que se refiere a toma de decisiones y creatividad, el “pensamiento grupal” pasó a estar en la picota para economistas, psicólogos y gurúes de negocios. Si la economía del comportamiento siembra cada día más dudas sobre la racionalidad de las decisiones individuales, a nivel grupal los sesgos y desvíos cognitivos no hacen otra cosa que acentuarse. (…) Los estudios pioneros sobre “pensamiento grupal” pertenecen a James Stoner, un graduado del MIT, y se hicieron a principios de los 60. Stoner descubrió que mezclando personas con distinta aversión al riesgo, la decisión del conjunto tendía a ser mucho más riesgosa que la del promedio de los individuos. Un “efecto asamblea”, por ejemplo, hace que tengan más motivación a hablar los más osados, mientras que una mayoría silenciosa de “tibios” permanece callada. Resultado: se determina ir a una huelga invocando la voz de la asamblea, cuando en realidad la voluntad colectiva promedio era otra y no se explicitó en la reunión. Estudios posteriores al de Stoner mostraron que los grupos producen una “polarización” en las decisiones: llevan la toma de riesgo o el conservadurismo al extremo. Y no es la única contra: comparados con los individuos, los grupos tienden a ser más dogmáticos y más propensos a justificar actitudes irracionales. (…) Viente años antes que Stoner, en la década del 40, el publicitario Alex Osborn popularizó el modelo de brainstorming: convenció (con éxito) al mundo corporativo de que juntando un grupo de gente con un set de reglas simples (como no criticar las propuestas) surgirían el doble de ideas que a nivel individual. Los estudios más recientes demostraron que las promesas de este método fueron, al menos, exageradas. En otras palabras, el trabajo en equipo puede ser un pasaje a directo a la “B”. Así que la próxima vez que la maestra le comente que su hijo/hija se aisla y rehuye las actividades grupales, relájese: tal vez se trate de un proyecto de CEO exitoso para el 2030.» –Sebastián Campanario, economista, en Clarín, 2 de agosto de 2010.