Politólogo equivocado

El politólogo Andrés Malamud está doblemente equivocado. Primero porque le atribuye al jefe de gabinete Marcos Peña una presunta obsesión por dar la “batalla cultural”, algo que ni Peña, ni el gabinete que encabeza, ni el jefe de todos ellos, nunca han propuesto teóricamente ni mucho menos han desplegado prácticamente. Segundo, porque equipara la noción de “batalla cultural” a algo parecido a la noción del “hombre nuevo”, surgida en los setenta al impulso de la revolución cubana como un esfuerzo concertado por cambiar la mentalidad de la gente, cuando es exactamente lo contrario, y no solamente en términos ideológicos. Al menos en la Argentina, la noción de batalla cultural se refiere a la lucha contra el pensamiento único, implantado en la sociedad de manera sistemática, coherente y decidida por una minoría izquierdista que se adueñó de la cátedra, el aparato cultural y los medios desde el restablecimiento de la democracia y modeló el sentido común del ciudadano medio promoviendo un determinado conjunto de ideas, y a quienes las encarnan en sus respectivos ámbitos, y repudiando cualquier idea ajena a ese conjunto y a quienes eventualmente las ventilaran. La censura impuesta de tal modo hizo que quien tuviese la ocurrencia de pensar diferente se cuidara muy bien de expresarla, por temor de perder su lugar en la cátedra, el aparato cultural, o los medios. Los ciudadanos quedaron presos de esa implacable dictadura y terminaron por aceptar por corrección política lo mismo que su sentido común rechazaba espontáneamente. La batalla cultural que necesita urgentemente la sociedad argentina no apunta a reemplazar en la cabeza de la gente un conjunto de ideas por otro, sino a liberar la mentalidad pública de una dictadura del pensamiento que la mantiene atrapada con sus invisibles hierros, a asegurarle a cada uno la independencia para pensar las cosas como le parece, o para adherir al conjunto de ideas que más le guste. ¿Cómo describiría el señor Malamud sino como una dictadura el hecho de que TODOS los periodistas de TODOS los medios digan aproximadamente lo mismo, y lo hagan consciente y concertadamente, e incluso ejerciendo vigilancia entre ellos, para decidir promociones y premios, y también censuras y desplazamientos? Y me refiero al periodismo porque es el ámbito más visible para cualquiera, pero en el sistema educativo y en el aparato cultural ocurre lo mismo. Atribuirle al actual gobierno la pretensión de librar una batalla cultural es un elogio inmerecido: el actual gobierno se cuidó muy bien de preservar como coto de caza exclusivo de la izquierda esos recursos que la convierten en emisora privilegiada de los mensajes sociales, como son, repito, la cátedra, el aparato cultural, y los medios. Y aún de expulsar a quienes la izquierda censuró, como fueron los casos de Abel Posse o de Darío Loperfido, que fueron los casos conocidos. Malamud no vive en la Argentina sino en Portugal y dice que así como esa circunstancia le permite cierta distancia para observar los acontecimientos locales con perspectiva también le hace perder percepción de los detalles. Pero la dictadura del progresismo en la cultura social argentina no es un detalle: es un escándalo. –S.G.

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