Sorpresa de otoño

Entre los largos feriados de fines de marzo y principios de abril, el kirchnerismo se encontró frente a una situación inesperada, para ellos y para todos los demás: algunas encuestas le han dicho que el oficialismo en general y la presidente en particular cuentan con niveles de aprobación capaces de hacerle concebir esperanzas fundadas de imponerse en las próximas elecciones nacionales. La novedad provocó escalofríos en el establishment, que ya no sabe para donde rumbear. Venía de desperdiciar un montón de dinero en Sergio Massa, que nunca llegó a ninguna parte, cuando la convención radical le hizo pensar que su mejor apuesta iba a ser Mauricio Macri. Y ahora esto.

Para el oficialismo en cambio, el nuevo escenario tiene un sabor agridulce. A Cristina le resulta grato comprobar que los argentinos la quieren más que los chilenos a Michelle o los brasileños a Dilma, y la posibilidad de que sus seguidores continúen en el gobierno le alivia un poco el temor de ir a parar a la cárcel con toda su parentela una vez atravesada la puerta de la Casa Rosada. Pero este vuelco imprevisto de la opinión pública le impone también serios desafíos: por un lado el de concebir políticas que no se limiten a llegar más o menos enteros a diciembre sino que apunten a plazos más largos, y por el otro el de designar un sucesor. Ninguna de las dos cosas es fácil.

“Contra Macri estábamos mejor”, podrían decir en la mesa chica del poder, donde se había concebido una estrategia perdedora en favor del jefe de gobierno porteño. En caso de llegar a la presidencia, Macri, fácilmente identificable con la derecha en la retórica progresista, se vería en la obligación de tomar las medidas impopulares necesarias para absorber las consecuencias del desmanejo kirchnerista y relanzar la economía sobre otras bases. Eso le bastaría al kirchnerismo para planificar un regreso con gloria en el 2019, después de tomarse un respiro y reordenar las filas. Confiados en esa cómoda perspectiva, los kirchneristas se concentraban en la comprensible tarea de evitar ir a la cárcel al día siguiente de entregados los testimonios del poder.

Ahora tienen que pensar en otros términos. Están nuevamente frente a la incómoda necesidad de gobernar, de hacer frente a las consecuencias de sus casi doce años de gestión, por llamarla de algún modo, y de elegir a alguien capaz de recoger sus banderas sin quedarse con ellas. Esta última expectativa es ilusoria, como lo enseñó el propio Néstor Kirchner tras su llegada al poder en el 2003, pero, bueno, en algo hay que creer. Los comentaristas dicen que la presidente se debate entre Florencio Randazzo, su preferido, y Daniel Scioli, su preferible. Si Cristina es tan inteligente como dicen debería llevarlos a una interna, lo que potenciaría la candidatura del ganador. Como quiera que sea, con cualquiera de ellos no le sería difícil conseguir la ansiada impunidad.

Si la presidente se mantiene fiel a su estilo, la definición llegará a último momento, junto con el invierno, para desazón del establishment, que prefiere tener las cosas bien amarradas lo antes posible. La sorpresa de otoño trae otras comprobaciones: el kirchnerismo es refractario a las operaciones de shock, trátese de golpes de mercado o magnicidios como el del fiscal Alberto Nisman, y la opinión pública local es reacia a las manipulaciones de la prensa militante, sea oficialista u opositora. La opinión pública argentina se construye, mal o bien, a partir de la experiencia y la corazonada. Si Massa es percibido no como el distinto sino como el igual, sigamos con el original; si Macri es percibido como kirchnerismo sin subsidios, sigamos con el kirchnerismo.

El kirchnerismo es el relato, la mentira y el engaño, y sólo podrá ser derrotado por el programa, la verdad y la honestidad. Esos ingredientes decisivos no aparecen con claridad en la oferta electoral.

–Santiago González

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8 opiniones en “Sorpresa de otoño”

  1. ¡Qué bueno que haya vuelto! Lástima que la demora no se debiera a que se venía una grata sorpresa. En fin… Se vienen las PASO, y le confieso que no estoy seguro de votar al candidato que más confianza me da, o a la señora de la silla, con tal de cerrarle la puerta a la comprobada inutilidad y desinterés de H.

    1. Entiendo que su comentario se refiere a la capital federal. Efectivamente, el suyo es un dilema que seguramente se estarán planteando muchos.

  2. Completamente de acuerdo con sus dos últimos párrafos. La única opción “no” peronista con chances de ganar depende de que Macri deje de boludear y de la explosión del poderoso dólar. Ya parezco trotskista pensando “cuanto peor, mejor”, pero el argentino recién se aviva cuando le tocan el bolsillo.

    1. Tengo la impresión de que el argentino reacciona cuando le manotean el bolsillo de golpe y groseramente. Ahora, si se lo agujerean para que pierda una monedita cada día no dice nada y se la banca. Y hasta lo considera preferible: la previsibilidad no angustia, e incluso da la posibilidad de imaginar alguna compensación.

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