«El voto ideológico o partidario es hoy poco considerable. No surgió en este largo año de adelantadas campañas la voz unitiva, capaz de convocar y enfervorizar a este pueblo caído, maltratado y empobrecido. Un pueblo con mala realidad y sin horizonte. No hay partidos con perfil programático. Sólo se ven los rostros de sus propietarios. Ante semejante ausencia y atomización personalista de liderazgo se va imponiendo la lógica indiferencia resignada que alimenta un alejamiento del compromiso político ciudadano. Prevalece la tendencia hacia un voto de mero interés individual, sobrevivencial, prepolítico. Estamos ante el voto social, en oposición a los tenues matices que ofrecen los candidatos considerados en pole position. (…) Los jinetes ya están cerca de la meta y deben sentirse desorientados a pesar de sus entusiasmos televisivos. Cuesta definir si vienen o si están yendo hacia el Apocalipsis. Es como si hubiesen salido de los sets de TV sin alcanzar las mentes y los corazones de la gente. No se pliegan al sentimiento amargo de este pueblo sin metas. No supieron enamorar ni son muy temidos, son la desilusión de Maquiavelo. La masa de descreídos teme cualquier cambio en tiempos de pobreza. Alimenta lo que llamo el voto social-biológico: el miedo nos hace conservadores de algo que tenemos o del casi nada que todavía nos queda. (…) Esta multitud triste de la Argentina de hoy estuvo esperando las voces que la convocaran no a un continuismo, sino a un renacimiento. En cambio, recibieron una evidente mediocridad y cobardía de los dirigentes, que no tuvieron la energía firme y ejecutiva ante el drama del narcotráfico, la eternizada inflación, la criminalidad impune y sin la respuesta de combate; el desastre educativo; el silencio vergonzante ante la indefensión militar argentina y la ocupación británica del Atlántico Sur. Y todo lo demás, la chabacanería, la pérdida de estilo, la grosería audiovisual, la sumisión a la tentación de ya no ser lo que fuimos.» –Abel Posse, en La Nación, 14-4-2015