«La nueva gestión [gubernamental] preservó y hasta amplió la maquinaria asistencialista acotando sus aristas cleptocraticas. Pero cedió su administración a movimientos sociales corporativizados de espíritu cooperativo tan dudoso como su autocritica respecto de su pasado próximo. Así llegamos a la coyuntura actual. Salvo las militancias acendradas, terminantemente minoritarias, los pobres de conurbano oscilan entre la decepción y un recuerdo tibiamente nostálgico y prevenido de aquellos que se erigen en sus salvadores. El oficialismo perdió la oportunidad de contenerlos explicando las razones de un ajuste ineludible y acompañando a un sector social que valora como ningún otro la atención y el reconocimiento en las situaciones de emergencia. El ajuste las acentuó y los fantasmas del pasado se encargaron de exagerarlas para capitalizarlas a su favor recurriendo explicaciones ideológicas populistas en una versión de una vulgaridad acorde con el retroceso cultural de la sociedad en su conjunto. Es sabido que, como en todos los órdenes de la vida, los espacios no ocupados por aquellos que deben hacerlo lo son por oportunistas y manipuladores. Le queda aún [al gobierno] medio término para comenzar un camino diferente al de la encerrona corporativa del pobrismo organizado.» —Jorge Ossona, historiador y sociólogo, en Clarín, 10 de agosto de 2017