Parricidas se necesitan

Hacia fines de la década de 1950 el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal publicó un ensayo titulado “La generación de los parricidas”, denominación en la que englobó a los nuevos nombres que asomaban en la literatura y el pensamiento argentinos: David Viñas, H.A. Murena, Juan José Sebreli, entre los más notables.

Los llamó así por la lucidez impiadosa con la que habían emprendido el examen y la crítica de sus padres intelectuales, a los que de alguna manera responsabilizaban de la situación de un país desgarrado entre una oligarquía mezquina y un populismo de corte fascista.

Esos parricidas habían nacido entre 1925 y 1930, y ya se hacían oir con fuerza cuando apenas rozaban los 30 años. De pleno derecho, se habían procurado y ocupaban con decisión y empuje un lugar en los debates estéticos e ideológicos que iban a abrirse en un amplio abanico intelectual y político en las décadas siguientes.

Desde la publicación del famoso ensayo de Rodríguez Monegal pasó poco más de medio siglo. En ese lapso el país atravesó por toda clase de vicisitudes trágicamente dolorosas –guerras, matanzas, colapsos económicos– que en aquellos años habrían sido seguramente inimaginables incluso para esos lúcidos intelectuales.

Pero en la Argentina del siglo XXI no hay debate cultural siquiera comparable al de las décadas de 1950 y 1960. No hay examen de ideas, no hay cuestionamiento de supuestos, no hay renovaciones estéticas, no hay fermento, no hay pasión, no hay vida. Y en caso de que los haya, no hay fuerza para plantar bandera.

En las primera semanas del año, los medios nos presentaron un conato de choque entre intelectuales: la pertinaz confraternidad kirchnerista Carta Abierta parecía haber encontrado por fin un contrincante de su misma talla en la flamante logia de pensadores no tan kirchneristas (algo es algo) bautizada Plataforma 2012.

No hubo tiempo para decidir lugar y fecha del esperado combate. Al día siguiente de anunciar su aparición en sociedad, los miembros del grupo desafiante se trenzaron en una liza interna por un quítame de ahí a esa Sarlo, y al cierre de este despacho no había seguridades de que la novedosa Plataforma lograra mantenerse a flote.

Aun si lo lograra, no tendría la menor importancia. Las firmas que respaldaron la aparición del nuevo grupo pertenecen a la misma generación de los que integran Carta Abierta –son pocos los que tienen menos de 50 años– y comparten los mismos presupuestos ideológicos.

Un debate entre ellos se parece más a una trifulca en el geriátrico que a una vigorosa confrontación de ideas. No es sino la continuación de la misma discusión de café que vienen manteniendo desde hace medio siglo (mientras el país en cuyo nombre hablan se desangra en la calle), enconada por las rencillas personales y los rencores acumulados.

Una eventual polémica pública, por ejemplo entre Beatriz Sarlo, 70, y José Pablo Feinmann, 69, no tendría hoy sino un valor histórico: una recreación para las nuevas generaciones de lo que se discutía en el país hace cincuenta años, en los mismos términos de hace cincuenta años, adaptado a los tiempos del kirchnerismo.

La parálisis intelectual que afecta a la Argentina se corresponde notablemente con su parálisis política, y probablemente tenga la misma causa: los intelectuales de Carta Abierta y los de Plataforma son todos progresistas, el kirchnerismo y casi todos los espacios políticos que se le oponen inscriben su discurso en la ideología progresista.

El progresismo, con su gramsciana vocación hegemónica, invadió y asfixió todos los rincones de la vida cultural y política argentina, y combatió cualquier atisbo de parricidio. Los jóvenes Murena y Sebreli dieron a conocer sus escritos parricidas en la revista Sur, insignia de la generación que los precedía y que les abrió sus páginas.

Ninguna de las publicaciones progresistas abriría hoy sus páginas, como no lo hicieron durante el último medio siglo, a quienes contraríen sus supuestos. Por el contrario, los destrozarían asociándolos con todo el repertorio de espectros que suelen usar en estos casos: la derecha, el neoliberalismo, el consenso de Washington, o lo que mejor cuadre.

Por otra parte, Ismael y David Viñas, Oscar Masotta, Noé Jitrik, Ramón Alcalde, entre otros, no esperaron ni buscaron la benevolencia de Victoria Ocampo: fundaron Contorno, su propia revista, y desde allí ejercieron la crítica y plantearon sus propuestas.

Lo mismo harían una década más tarde Sarlo, Ricardo Piglia, Carlos Altamirano con Punto de vista y, en otra vereda, Arturo Armada, Feinmann, y Horacio González con Envido.

Esa vitalidad es la que hoy se extraña. Resulta extremadamente penoso ver jóvenes entrampados en polémicas que no les pertenecen, ancladas en ideologías del siglo XIX, agotadas en sus significados, ajenas al mundo abismalmente diferente en el que les toca vivir.

Parricidas se necesitan, parricidas de menos de 30 años, parricidas que cambien de una vez el aire, que lo vuelvan respirable.

–Santiago González


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4 opiniones en “Parricidas se necesitan”

  1. Si bien lo que dice Posadas es cierto, no hay peligro alguno de que los alumnos se “contaminen”. El mismo Posadas, Sarlo, Armada, Feinmann y tantos otros son egresados de la Facultad de Filosofía y Letras UBA.

    Los alumnos hacen la suya y los docentes no difieren en mucho de los tortugones que intentaron deformar a los arriba mencionados. Por otra parte, los nombres de Murena y de Sebreli dicen hoy muy poca cosa. En cambio el resto de la gente que se nucleó en Contorno merece respeto.

    ENVIDO cumplió un ciclo al igual que PUNTO DE VISTA y UNIDOS, una revista que Ud. no menciona. Lo verdadero es que en estos momentos no hay ninguna publicación que se les aproxime. Y es verdad, Sarlo, Feinmann, Posadas, Armada son ya abuelitos. Cada uno hizo lo suyo -aún cuando tres de ellos sisgan en la brecha-. Mis respetos
    Hugo Pieri

    1. Creo que los nombres de Murena y Sebreli dicen hoy muchas más cosas que todos los de Contorno juntos, pero esa es mi opinión. La revista Unidos no fue mencionada en la nota porque pertenece a otra época. Gracias por visitar este sitio.

  2. No existen, es verdad. Hay sí, un ciego fanatismo que no se comprende.
    Aún cuando lo de los “parricidas” es muy discutible, hoy día no hay nadie que se aproxime a aquella gente.

    Es lamentable, por ejemplo, que exista una enorme alegría porque ha triunfado el “peronismo cristinista” en el claustro de graduados de Filosofía y Letras.
    Como se sabe, este hecho cambiará el curso de la historia.

    A eso no se le puede llamar una gran explosión de ideas, me parece.

    1. Que el cristinismo triunfe entre los graduados de una facultad de las que por definición se espera enseñen a desarrollar el pensamiento crítico, es una noticia desalentadora por donde se la mire. Pero tal vez lo más grave es que muchos de esos graduados probablemente son docentes, y conducen a sus discípulos a la trampa de sus polémicas fuera de tiempo y de lugar.

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