Lecciones de una renuncia

La renuncia de Abel Posse desnuda a la vez el poder difamatorio del progresismo y las limitaciones políticas de Macri

La renuncia de Abel Posse al ministerio de educación de la ciudad de Buenos Aires deja varias lecciones sobre el desenvolvimiento de la vida política argentina que no auguran nada bueno para el futuro, a la vez que pone al desnudo la poderosa influencia que el llamado progresismo ejerce sobre los medios de comunicación masivos.

Digamos en principio que la virulenta campaña de desinformación y difamación lanzada contra Posse en realidad apuntó siempre contra Mauricio Macri, cuya gestión en la ciudad la izquierda busca obstaculizar y desprestigiar por todos los medios (literalmente), no sea cosa que la racionalidad administrativa y el comportamiento republicano tengan éxito.

De hecho, Posse era –y sigue siendo– un desconocido para el progresismo, que jamás se ocupó de sus novelas, ni de sus ensayos ni de sus opiniones, simplemente porque en la política comunicacional que el progresismo impone a los medios al que no es “del palo” se lo silencia, se lo ignora, llegado el caso se lo difama.

Hoy mismo, las páginas culturales dedican amplio espacio a la aparición del libro de Roland Barthes sobre la muerte de su madre. El estremecedor libro de Posse sobre la muerte de su hijo no mereció ni la décima parte de la atención. Los pensadores y escritores condenados deliberadamente al olvido por el comisariado progresista se cuentan por decenas.

El episodio desnuda asimismo las limitaciones políticas de Mauricio Macri. Obviamente, el jefe de gobierno no podía prever la embestida contra Posse porque nada hay en los actos ni en las ideas del escritor que la justifique. De manera que no se lo puede acusar, como han hecho algunos, de hacer sus nombramientos a la ligera.

Pero, una vez desatada la furiosa reacción del progresismo y sus cómplices, las propias huestes del jefe de gobierno se preocuparon más por controlar los daños que por sostener los principios.

Y, como ya ha hecho otras veces, Macri prefirió ceder antes que dar batalla, sin darse cuenta que esa actitud le está jugando en contra: sus enemigos ya le “tomaron el tiempo” y el electorado que le brindó un apoyo abrumador empieza a desencantarse.

Si Macri cree verdaderamente en un país republicano y liberal, tiene que darse cuenta que para llevar adelante ese propósito tiene que dar batalla, tiene que hablar claro, y marcar las diferencias con quienes se oponen a esos principios. El liderazgo político supone mucho más que buena administración, y esto debe aprenderlo Macri si aun guarda aspiraciones presidenciales.

La mezquindad y el espíritu miserable distinguen al progresismo, pero lo exceden. Muchos campeones declarados del republicanismo y la libertad, como los líderes de la Coalición Cívica y la Unión Cívica Radical, para señalar a los más conspicuos, prefirieron mirar para otro lado en este caso, guiados por el cálculo pequeño de sus conveniencias electorales.

Esto lo señaló el propio Posse al explicar su renuncia. Dijo también que en la Argentina “la prepotencia antidemocrática se viste de democracia”. Y dejó una advertencia digna de ser atendida: “El país está en el borde de la anarquía. Convoco a que empecemos una lucha seria contra esta anarquización, que va a terminar muy peligrosamente”.

–Santiago González

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