La plaza del 27 de junio

En la mañana del 27 de junio un viento desapacible atravesaba la plaza de Mayo, pero eso no impidió que al acercarse el mediodía comenzara a juntarse gente. Muchos habían sido movilizados por los gremios, como era evidente, pero otros lo hacían espontáneamente: empleados de oficina que aprovechaban la salida para almorzar, gente que andaba ese día por el centro por una razón u otra, e incluso algunos que se acercaron expresamente para sumarse a la protesta. El ánimo popular estaba exaltado: la inflación devoraba los ingresos apenas percibidos; ni los acuerdos de precios primero, ni los controles después habían resuelto el problema. El gobierno había tenido que aumentar las tarifas de los servicios en proporciones descomunales y la cotización del dólar volaba por el aire. Los sindicatos veían cómo los sueldos subían por la escalera y los precios viajaban en cohete a la estratósfera, y reclamaban en consecuencia. La presidente parecía cada vez más confundida, no aceptaba consejos, desconfiaba de todos, y sólo le prestaba atención a dos o tres influyentes de su entorno. Estaba convencida de que cualquier disposición al diálogo iba a ser interpretada como signo de debilidad. Muchos pensaban que si su marido estuviese todavía vivo, nunca se habría llegado a esa situación. Por su lado, los políticos opositores no ayudaban a poner claridad, y más bien se habían replegado hacia una posición de espectadores. Sólo los dirigentes gremiales parecían interpretar, y expresar, el temperamento de la calle. La presidente no podía creer que los principales embates provinieran de su propio espacio político. Cuando el gentío reunido en la plaza alcanzó su masa crítica, las consignas atronaron el espacio, particularmente una que, al ritmo del Obladí, obladá de los Beatles, quedaría en la historia como la marca distintiva de la jornada: “López Re, López Re, López Rega… ¡la puta que te parió!” En vez de insultar a la presidente, la gente atacaba a su mentor, que era casi lo mismo. Fue un día de catarsis que marcó un cambio de humor definitivo. Era el 27 de junio de 1975, y gobernaba Isabel Perón. López Rega se fugaría del país en el Tango 02 menos de un mes después, y la presidente no completaría su mandato. Treinta y siete años más tarde nos enfrentamos a una plaza que discute asuntos parecidos, pero, si Hugo Moyano eligió la fecha adrede, debe saber que la situación general del país es muy distinta: ahora no hay como entonces un trasfondo de bandas armadas que se disputan el poder a tiros, y la que gobierna es Cristina, que es Elisabet pero no es Isabel. Al menos eso creemos; queremos creer.

–S.G.

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5 opiniones en “La plaza del 27 de junio”

  1. Recordar aquello es estremecedor… Pero quiénes, sino los de “la mayoría”, hubieran podido – y pudieron – sacarnos de encima a ese monstruo… El mentor del “Altar de la Patria”… ¿Y después? Después el abismo; porque no estábamos preparados para convivir…
    Pero, creo, ya no somos aquellos. Lo de mañana es un reclamo en altavoz – nada destituyente, por cierto – para que la dama encantada despierte… Pero Cristina continúa dentro del sueño que generó Néstor: desde el momento en que ganó más votantes y pudo darse el lujo de prescindir de Lavagna (un tipo auténtico, capaz y confiable), y todo quedó bajo su control – el control de alguien que, de economía, solo llegó a entender ese mágico momento en el que aparece (y desaparece) el Dinero, que Todo lo Puede -, desde ese momento, comenzó el descontrol, la deriva que está haciendo eclosión…
    Los intelectuales de Carta Abierta nunca quisieron admitir que en la pareja había un problema intrínseco capaz de arruinar cualquier logro: son dos personalidades inauténticas: siempre tienen cosas que ocultar, que disimular, que esconder… Por eso no hay conferencias de prensa ni, mucho menos, mesas de diálogo. “¡¿Y si me preguntan cosas que puedo responder?!”

      1. Gracias. Redacté mal la frase final, la que le atribuyo a ellos; debería ser “¡¿Y si me preguntan cosas que no puedo responder?!”. Me refiero a una “constante” del régimen, la más constante: el incremento exponencial del patrimonio – sólido y líquido – del matrimonio y de sus vasallos; es decir: de la oligarquía K; un verdadero caso de obscenidad.
        Gracias nuevamente.

  2. Demasiado parecidos los momentos para creer que es simple coincidencia. ¿Quizá entramos en un “loop” historico de ciencia ficción y no nos dimos cuenta? Quizá solo cambien algunos nombres y ciertas condiciones, pero se parece demasiado. Que no termine igual, por el bien de todos.

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