Los jóvenes están en otra

Los valores más apreciados por los jóvenes del área metropolitana de Buenos Aires son la familia, el estudio y el trabajo, asegura una encuesta de Poliarquía publicada el domingo pasado en La Nación. El dato sorprende, y sorprende todavía más cuando se nos dice que la encuesta fue tomada entre jóvenes de clase media y clase media baja, en su mayoría procedentes del gran Buenos Aires. Sorprende porque no se corresponde con la idea que los adultos tenemos de los jóvenes en general. Dicho de otro modo, no se corresponde con los estereotipos sobre la juventud que tenemos grabados en la cabeza. Esos estereotipos se forman en el universo mediático, engendrados por actores a quienes la juventud les importa un bledo excepto como clientela. Me refiero a los políticos, y a los animadores (conductores de programas de radio y TV o editores de publicaciones dirigidos a los jóvenes). Los políticos evocan una juventud idealista y desinteresada que no sólo los vota, sino que se ofrece generosamente para pintar carteles, distribuir panfletos y derrochar energía en las concentraciones por pura y simple adhesión a la persona del político. Los animadores, a veces llamados periodistas, proponen la imagen de un joven que cede blandamente a los reclamos de los avisadores que financian sus programas o publicaciones, y compra cantidades infinitas de ropa, celulares, zapatillas, cerveza y desodorante, para vivir aletargado en una fiesta permanente que transcurre en discotecas o recitales. Los medios proponen además un tercer estereotipo, del que ni políticos ni animadores se hacen cargo: el del joven que ni estudia ni trabaja, que deambula por las esquinas del gran Buenos Aires, borracho o drogado, hasta que, con la cabeza quemada por el paco o las balas, encuentra el sosiego afectuoso de la muerte. Políticos, animadores, periodistas hablan de los jóvenes como si ellos supieran quiénes son, y les hablan a los jóvenes para sugerirles cómo deben ser. Raras veces dejan hablar a los jóvenes mismos, y por eso nos sorprende enterarnos de que lo que más aprecian los jóvenes en su vida es la familia, el estudio y el trabajo, elementos todos ausentes de los estereotipos mencionados, de que prefieren reunirse en casas de familia, no en discotecas, y de que sus ídolos no son los que aparecen cotidianamente en los programas o suplementos dedicados a los jóvenes. Y enterarnos también de que no tienen demasiado aprecio por el dinero o la política, que sí aparecen fuertemente en las imágenes estereotipadas. La encuestra mostró además que los jóvenes piensan en el futuro en términos de los valores declarados: el 80 por ciento contempla seguir estudios universitarios o terciarios y el 17 por ciento ingresar al mundo del trabajo. Las cifras conciden exactamente con las obtenidas de una consulta realizada este año por el Ministerio de Educación. Según esta encuesta oficial, los jóvenes consideran además que la imagen personal no depende de la marca de ropa que visten o de sus hábitos de consumo, como sugieren los estereotipos, sino del comportamiento solidario, el desempeño escolar, y la prolijidad de su presencia. En el mismo sentido de estos sondeos sobre cómo son y qué quieren los jóvenes fueron las respuestas que obtuvo un estudio sobre el ambiente escolar conducido en la ciudad de Buenos Aires por el Centro de Estudios en Políticas Públicas. Según ellas, los jóvenes detestan la anomia y la falta de autoridad, y reclaman parámetros de rendimiento y normas de comportamiento que les ayuden a ordenarse. Estas tres consultas recientes, consultas que los dejaron hablar, muestran que los jóvenes están en otra, vale decir están lejos de los estereotipos fabricados por los adultos que se desentienden de ellos, que no asumen sus responsabilidades respecto de ellos, pero que hacen lo posible para manipularlos en su beneficio, como consumidores de bienes o ideologías. Abandonados a su suerte por padres, maestros y autoridades, los jóvenes se han encontrado espontánea y saludablemente con el sentido común y parecen ahora más adultos que los adultos: ojalá no se conviertan en el futuro en “chicos” y “chicas” encanecidos e irresponsables como los que en este momento representan la madurez.

–S.G.

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