Informe sobre grietas III, y final

La mayor demanda del marginado no es el techo o la comida, sino el reconocimiento, la dignidad y el respeto

  1. Informe sobre grietas I
  2. Informe sobre grietas II
  3. Informe sobre grietas III, y final

La marginalidad es un fenómeno típicamente urbano; lo descripto en estas notas corresponde principalmente al área metropolitana de Buenos Aires, pero se repite en los alrededores de otras grandes ciudades, desde Tucumán a Bahía Blanca, y tiene réplicas en escala en ciudades pequeñas con poblaciones marginales trasplantadas para alterar el padrón electoral. En las ciudades puerto, como Rosario, Mar del Plata y varias del litoral patagónico, está permeada por el narcotráfico, que paga con droga la complicidad para introducir sus despachos hacia Europa entre la carga legal. La droga que circula a raudales en esos centros es una moneda inflacionaria que multiplica el delito y la gravedad del delito. Bolsones aislados de exclusión y abandono, provocados igualmente por la corrupción de la dirigencia política, aparecen allí donde cerraron empresas estatales extractivas o industriales (y donde nacieron los piquetes como método de protesta): desde Tafí Viejo a Pico Truncado, desde Tartagal a Río Turbio, desde Villa Constitución a Sierra Grande, y en infinidad de pueblos y localidades que quedaron aislados al clausurarse los servicios ferroviarios. Cada una de esas catástrofes alimentó las migraciones internas hacia el gran Buenos Aires, el gran Rosario y otros centros urbanos. En otras zonas del país, rurales o débilmente urbanizadas, hay también pobreza y marginalidad, pero no suponen una caída, una expulsión, una pérdida: están allí desde siempre, como naturalizadas y por lo mismo escasamente conflictivas, e incumben generalmente a los pobladores nativos. Pero también en esos lugares, la marginalidad es explotada en beneficio del delito: en el norte, se relaciona históricamente con la trata de mujeres y la venta de bebés, pero desde hace décadas se ha multiplicado la actividad de contrabandistas y mulas; los hechos de sangre tienen que ver principalmente con rivalidades entre bandas, aunque últimamente han aparecido casos de violentas ocupaciones de tierras con complicidad política, policial y judicial. En el sur cordillerano, el extrañamiento y la violencia social tienen más bien componentes étnicos y sediciosos, que son incentivados desde el exterior con propósitos poco claros.

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Hace un tiempo andaba yo caminando por las calles de San Salvador de Jujuy. Venía de recorrer el parque San Martín, pensando en cualquier cosa, cuando pasé frente a lo que parecía un museo etnográfico: desde la calle se veían mesas con escenas de la vida indígena precolombina. Entré y me puse a observar las figuras, y entonces se me acercó un guía para brindarme información. En un momento alcé la cabeza y vi sobre una pared las siluetas de Tupac Amaru, el Che y Evita que distinguen a la organización liderada por Milagro Sala. A mi pregunta, el guía me confirmó que me encontraba en la sede central, donde además de las oficinas administrativas había consultorios médicos y otras áreas de atención social. Me señaló en la vereda de enfrente un edificio de amplia fachada donde, me dijo, funcionaban los institutos educativos de la Tupac. Él mismo, agregó, estaba cursando allí sus estudios de guía turístico. Estábamos en pleno esplendor del kirchnerismo, y me extrañó no ver ningún cartel oficialista, ninguna consigna política, ningún retrato de Milagro Sala. Si la sede central ostentaba la asepsia de un sanatorio privado, la institución educativa de la vereda de enfrente parecía un local evangélico, con numerosos jóvenes estudiantes que entraban y salían visiblemente animados, alegres… y correctamente vestidos. Aparte de una camioneta negra estacionada frente al local, no se veían autos lujosos ni guardaespaldas por ningún lado. Cinco años antes yo había escrito en este sitio una nota apreciativa sobre el trabajo de Sala, y ahora comprobaba en su propia casa que no me había equivocado. El caso de Sala es atípico, y por eso le dedico particular atención. Esta chica de la calle con un pasado complicado emergió como dirigente social, como tantos otros, en medio del desastre de los noventa, organizando un merendero que con el tiempo, y con el apoyo de la CTA, se convertiría en la organización Tupac Amaru; lo que la distingue de otros dirigentes de base es que no sacó provecho de las necesidades de la gente para utilizarla como clientela esclava, sino que procuró mejorar su condición social. Vivienda, trabajo, salud y educación fueron los instrumentos que utilizó para ese fin. El generoso financiamiento estatal del que dispuso se tradujo en viviendas, talleres y fábricas que la convirtieron en el tercer empleador de la provincia después del Estado y el ingenio Ledesma, en consultorios médicos y odontológicos, y aparatos de diagnóstico que incluyen el segundo tomógrafo de la provincia, y en instituciones educativas que cubrían desde el jardín de infantes hasta estudios terciarios como el de turismo que cursaba mi guía. Para asegurarse de que las cosas funcionaran, Sala impuso entre sus seguidores una rigurosa disciplina: nada de drogas, nada de delito, nada de vagancia, obligación de terminar los estudios incluso para los adultos, higiene y buena presencia. Retenía los títulos de propiedad de las casas que construían, y el que no cumplía se quedaba en la calle. Se la acusó de crear un Estado dentro del Estado; en todo caso, Sala creó un Estado dentro de nada.

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Sala hoy está presa, calumniada y hostigada por los representantes políticos de la sociedad incluida, que en cambio no parecen tener problemas para convivir con la legión de punteros mafiosos que administran y explotan la miseria de los excluidos de las grandes ciudades, y la ponen al servicio de la política y el delito. Sin embargo, la organización desarrollada por ella, sus prioridades y sus métodos, incluido el de la compulsión y el castigo, muestran el camino para cualquier intención seria de restañar la fractura intolerable que divide a los argentinos. En una nota reciente, el sociólogo Jorge Ossona, cuyo trabajo de campo y observaciones fueron imprescindibles para la elaboración de estas notas, pone el acento en soluciones que van en el mismo sentido: la urbanización y regularización registral de las villas, el trabajo cooperativo, y la educación con salida laboral rápida sin entrenamiento demasiado prolongado, en servicios como el turismo y el cuidado de personas. Sin duda se requiere dinero para la empresa de incluir al excluido, pero también se requieren inteligencia y liderazgo, autoridad y credibilidad. La mayor demanda del marginado no es el techo o la comida –mal que mal eso se lo procura– sino el reconocimiento, la dignidad y el respeto; ningún plan que los descuide va a tener éxito. “El futuro pertenece a los que creen en la belleza de sus sueños”, proclamaba el telón en la última ceremonia de egreso de los institutos de Milagro Sala a fines del 2015, antes de que el gobierno jujeño los interviniera. Toda una advertencia.

–Santiago González

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