Deudadictos

¿Cuándo contrajo la Argentina el vicio de la deuda? ¿Cuándo comenzó la adicción a tomar prestado a la bartola para que los políticos puedan seguir tirando manteca al techo, dejándoles el “muerto” a sus sucesores? En 1970, el Banco Central ordenó una investigación reservada sobre la evolución del endeudamiento argentino hasta 1969; el Banco había sido creado en 1935 y al parecer los encargados del relevamiento optaron por basarlo sólo en estadísticas propias porque partieron de 1939. Según cuenta el periodista Rogelio García Lupo, en esas tres décadas el país suscribió 170 créditos externos, 10 antes de 1955 y 160 con posterioridad a la caída del peronismo. De esos 10 créditos, cinco fueron tomados antes del primer gobierno de Perón, por un importe inferior a los 90 millones de dólares, que ajustados por la inflación estadounidense equivaldrían a unos 900 de hoy. Perón tomó otros cinco préstamos por un total que rozaba los 200 millones de dólares, más o menos 2.000 de hoy. Pero lo interesante es el destino de los créditos: de los diez contraídos antes de 1955, dice García Lupo citando el informe, tres se destinaron a mejorar los ferrocarriles, dos al desarrollo de la siderurgia, uno a la producción de tungsteno y sulfato, uno a la producción agrícola e industrial y otro a indemnizar a la ITT por la cancelación de sus contratos de telefonía en las provincias. Por lo menos 60 de los 160 créditos internacionales en divisas acordados a la Argentina después de 1955 fueron adjudicados a fines como estabilización monetaria, programa de estabilización, ayuda financiera, déficit de la balanza de pagos, agrega el periodista en un capítulo de su libro Mercenarios y monopolios. Y señala: “Expresado en cifras, sobre 4.000 millones de dólares recibidos en el período 1955-1969, 2.400 millones, por lo menos, no tuvieron una asignación definida”. Esas cifras, aun si se las actualiza por inflación, parecen hoy irrisorias en comparación con el orgiástico endeudamiento al que se entregó el país desde el gobierno militar que ocupó el poder en 1976, y del cual, como hiciera notar oportunamente Alejandro Olmos, nunca hubo un registro confiable que nos dijera fehacientemente cuánto tomamos prestado, en qué se usó, cuánto pagamos y cuánto debemos. –S.G.

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