Migraciones y elecciones

Por Pat Buchanan *

Nuestra gran prensa sigue concentrada en el macabro asesinato del columnista del Washington Post Yamal Jashogui en el consulado saudí en Estambul, y en qué trato va a dar el presidente Donald Trump al príncipe heredero Mohamed bin Salman. Esto es comprensible, puesto que se trata del suceso criminal más atrapante desde O. J. Simpson, y tiene implicaciones estratégicas en todo el medio oriente.

Pero mucho más crítica para el futuro de nuestra civilización es la invasión de Occidente desde el tercer mundo que se desenvuelve ante nuestros ojos.

Piénsese en las consecuencias que tuvo la decisión adoptada por la canciller Angela Merkel en 2015 cuando abrió de par en par las puertas de Alemania a un millón de refugiados de la guerra civil siria. El pasado fin de semana, en un duro golpe para Merkel, la Unión Social Cristiana, el partido bávaro hermano de su Unión Demócrata Cristiana, recibió el menor caudal electoral en medio siglo, con el 37 por ciento de los sufragios. Su socio en la coalición, el Partido Socialdemócrata de Alemania, vio caer su respaldo en Baviera a un piso histórico inferior al 10 por ciento. El partido derechista Alternativa para Alemania vio crecer su apoyo al 10 por ciento y ya se ha convertido en una fuerza en la política alemana. Algunos conservadores reclaman a la UDC que adopte la línea dura de ApA respecto de la inmigración ilegal.

El mensaje enviado por el electorado bávaro es el mismo mensaje que los votantes de toda Europa han enviado a sus capitales desde hace años: Ustedes están incumpliendo su principal obligación: la defensa de la patria ante una invasión extranjera. La inmigración masiva desde el Sur de pueblos y culturas imposibles de asimilar representa una amenaza para nuestra Europa.

Y mientras la cancillería de Merkel se aproxima a su fin, el presidente de Francia Emmanuel Macron, su socio progresista en la UE, ha visto caer su tasa de aprobación por debajo del 30 por ciento.

La OTAN, la alianza liderada por los Estados Unidos, puede muy bien proteger las regiones del Báltico y el Mar Negro de una invasión rusa desde el este. Pero en el centro, el sur y el oeste de Europa, los invasores más temidos son los pueblos de África y del mundo musulmán, cuyo número podría duplicarse o triplicarse para fin de siglo. Y al tiempo que crece su número, crece también la desesperación por escapar -incluso a riesgo de sus vidas- de la pobreza, las guerras y la represión en sus patrias, para cruzar el Mediterráneo y llenar los espacios vacíos que deja una Europa en vías de desploblamiento.

Ahora parece que también las elecciones estadounidenses, a menos de tres semanas, podrían verse afectadas por otra crisis inmigratoria en la frontera meridional. El jueves, una caravana de 4.000 refugiados sin visas había cruzado de Honduras a Guatemala y se dirigía hacia México. Para el día de la elección, o habrán sido interceptados en su marcha o los tendremos aquí. Y esta caravana es sólo el anuncio de lo que está por venir.

Según el Washington Post, durante el año fiscal 2018, que concluyó el mes pasado, 107.212 miembros de “unidades familiares” entraron a los Estados Unidos, “batiendo el récord anterior de 77.857 registrado en 2016.” Citando cifras del Departamento de Seguridad Interior, el Post agregó que “los agentes que patrullan las fronteras arrestaron solamente en septiembre a 16.658 integrantes de familias, el total más alto anotado en un solo mes, y un 80 por ciento mayor que en julio.”

Cuando Trump, asediado políticamente, puso fin a su política de “tolerancia cero” que separaba a los refugiados de sus hijos, la voz corrió rápidamente a México y América central: Traigan consigo a sus chicos al cruzar la frontera. Deberán quedar junto a ustedes, y no podrán permanecer detenidos más de 20 días. Así, cuando los pongan en libertad, ustedes también van a ser liberados a la espera de una audiencia sobre su pedido de asilo. Hay grandes probabilidades de escabullirse entre la población estadounidense y nunca ser deportados. Furioso, Trump amenazó con cancelar la ayuda a El Salvador, Honduras y Guatemala si no detienen las caravanas, y advirtió a México que va a empeñar a los militares para asegurar nuestra frontera.

La inmigración masiva no deseada es el problema de nuestro tiempo, ya que no es posible avizorar su fin antes de que altere irremediablemente a los Estados Unidos.

Como estos migrantes son casi todos pobres, carecen de calificaciones y no hablan inglés, la mayoría de ellos va a engrosar ese segmento de nuestra población que no paga impuestos pero reúne las condiciones necesarias para recibir beneficios sociales como vales de comida, atención médica y educación gratuita en nuestras escuelas públicas. Representan así un drenaje neto de recursos para una nación que ya, con pleno empleo, acumula un déficit de 779.000 millones de dólares anuales.

Estos migrantes, sin embargo, representan un beneficio presente y futuro para el Partido Demócrata que edificó y mantiene nuestro elefantiásico estado de bienestar y que, en las elecciones presidenciales, comúnmente cosecha entre el 70 y el 90 por ciento de los votos de la gente que tiene los antepasados en Asia, África o América latina. No sin razón, los demócratas creen que si logran cambiar la composición del electorado norteamericano, podrán controlar a los Estados Unidos por siempre.

Si por algo resultó electo Donald Trump fue por la inmigración y su promesa de asegurar la frontera, construir el muro y detener la invasión. La manera como encare la inminente crisis de la caravana de migrantes puede afectar tanto la suerte de su partido en noviembre como la de su presidencia en 2020.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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