Vidal-Carrió 2019

La diputada insinúa su respaldo a una candidatura de la gobernadora en 2019, el gobierno calla y los progresistas se brotan

A poco de arrancar el gobierno de Cambiemos, la figura de María Eugenia Vidal fue creciendo en la consideración de la opinión pública hasta superar por apreciable distancia a la del propio presidente Mauricio Macri. Y aunque sufrió, como todo el elenco oficial, el descontento generado por una conducción económica desafortunada, el desgaste en la imagen de la gobernadora ha sido comparativamente menor y no ha logrado quitarla del primer lugar en el aprecio y el reconocimiento popular. Hasta el observador menos avisado podría asegurar que cualquier sueño reeleccionista de la coalición gobernante depende de que Vidal conserve ese aprecio en el principal distrito electoral del país y sus zonas aledañas. Por eso sorprende que, al perseguir el objetivo de lograr apoyos para la aprobación del presupuesto, el gobierno haya preferido privar a la provincia de Buenos Aires de fondos críticos para afrontar la emergencia y mantener un plan de obras igualmente críticas, y los haya ofrecido en cambio con cierta largueza a los gobernadores peronistas de otros estados. No estamos hablando de caja chica: hay casi 30.000 millones de pesos en juego.

El columnista Damián Nabot aseguró el sábado en La Nación que algo se quebró en la relación entre el presidente y la gobernadora, una relación de confianza recíproca que se remonta a más de una década. Nabot mencionó, además de la cuestión financiera, diferencias en el manejo político –Vidal mantiene un diálogo asiduo con sus opositores– y en la percepción social de la crisis –la gobernadora experimenta una cercanía con el padecimiento de los golpeados por la recesión que no encuentra eco en el gobierno nacional–, todo lo cual habría inducido a la bonaerense a replegarse discretamente y apartarse de la discusión nacional. Pero la gobernadora podría tener razones para temer que sea su propia popularidad la que resiente la buena voluntad presidencial. Francisco de Narváez y Ricardo López Murphy pueden dar fe con sus propias historias políticas de que a Mauricio Macri no le gusta tener a su alrededor gente que le haga sombra, una de las razones por las que nunca quiso tener un ministro de economía. Poca gracia debe hacerle que cada vez que estalla una crisis, y este año hubo varias, se baraje públicamente el nombre de Vidal como opción electoral de la coalición para el 2019.

En la noche de ese mismo sábado, la diputada Elisa Carrió, que venía fustigando sin pausa al presidente Macri por lo que considera como indebidas interferencias del ejecutivo en el accionar de la justicia, presumiblemente para amparar a familiares y amigos del mandatario, frustró las expectativas de quienes esperaban una moderación de los ataques. Hablando en televisión, Carrió reiteró sus denuncias contra el presidente y contra quienes considera sus operadores, incluido el ministro de justicia y los jefes de la agencia estatal de inteligencia; cuestionó la gestión de gobierno –“Se fueron los mejores hombres y quedaron los peores”, dijo–, y lanzó un ultimatum: si su aliado en Cambiemos no corrige el rumbo, “en seis meses puede haber ruptura”. Esa ruptura, se ocupó de aclarar, sería sólo con Macri y sus acompañantes, puesto que ratificó su pertenencia a la coalición y su deseo de que “Cambiemos gane las elecciones”. A lo largo de su aparición en el programa de Mirtha Legrand, Carrió no dejó por otra parte de prodigar elogios a la gobernadora Vidal.

Todo era entonces cuestión de sumar dos más dos, cosa que hizo el lunes el columnista Carlos Pagni cuando se dedicó a leer entre líneas las palabras de la diputada. “¿Esto va a decantar en una cuestión electoral?” –se preguntó al iniciar su programa semanal en la televisión por cable–. “¿Carrió encarnará una candidatura propia el próximo año? Ella dijo que perdió la confianza en Mauricio Macri, pero que no abandona Cambiemos: matemáticamente, si uno perdió la confianza en el presidente, pero no abandona el frente, lo que hay que pensar es que el candidato de esa persona ya no es Macri, sino alguien distinto dentro del mismo espacio.” Entonces cobran sentido el plazo de los seis meses, que se cumple justo cuando debe comenzar la campaña; los elogios reiterados a María Eugenia Vidal, y una frase algo enigmática que Carrió lanzó en algún momento: “Estoy salvando a Cambiemos”.

No hubo reacciones inmediatas entre los socios de la coalición ante la eventualidad de este escenario, unos por suficiencia y otros por displicencia. Pero en el progresismo, que ha logrado cooptar culturalmente a Cambiemos con mayor éxito que al kirchnerismo, se percibió un ataque súbito de urticaria. Consultado sobre una eventual candidatura de Vidal en el 2019, el politólogo ditelliano Andrés Malamud dijo que la gente que promueve esa idea “no está en el gobierno”, que el apoyo con que cuenta ahora Vidal se erosionaría porque ella aparecería como “la candidata de la debilidad”. Y remató su andanada afirmando que “la política social de Vidal se tornó cada vez más eclesiástica, es decir, que su gobierno resignó progresismo cultural a cambio de garantizar la paz social”. ¿Otra vez verdes versus celestes? La opción hoy parece caprichosa, al menos encarnada en estos protagonistas, pero anticipa que la Argentina, empujada por las crisis y la decadencia, se aproxima a sus debates fundamentales.

–Santiago González

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