Metidas de pata

Hay coincidencias fatales. Justo el mismo día en que denuncia un insólito pedido judicial de listas de periodistas, la prensa de Buenos Aires pone en evidencia el pobre rigor de su trabajo al develarse el origen de la historia de los famosos zapatos que la presidente habría comprado durante su último viaje a París. Esta semana, los sitios de los grandes diarios argentinos y sus repetidoras no autorizadas, las radios de AM y FM, saturaron al público con la versión de que Cristina Fernández había gastado más de 100.000 dólares para sumar veinte pares de zapatos a su ya nutrida colección, zapatos que se habría probado sin salir de sus aposentos en el hotel George V de la capital francesa, empleando el servicio de personal shoppers que brinda a los huéspedes cuidadosos de su imagen pública. Las fuentes citadas por esos medios extrañamente no eran parisinas, sino el pasquín neoyorkino Post, que publicó la especie seguida de un incierto “según se informó” (reportedly), y un sitio de Internet llamado Hispanically Speaking News, sospechoso ya desde su mismo nombre. Pese a estas alertas, que llaman a la cautela al editor menos curtido, los medios lanzaron la especie al aire sin molestarse en corroborarla por su cuenta, aun cuando algunos tienen corresponsales en Europa con habilidad comprobada para hacer por lo menos un par de llamados telefónicos. Prefirieron hacer un amplio despliegue fotográfico de los modelos que habrían “enamorado” a la presidente. Ahora nos enteramos que la fuente original de toda esta historia es una nota del sitio argentino Informador Público escrita varios días atrás por Guillermo Cherashny, un colorido personaje de la picaresca periodística porteña. Según el escritor Jorge Asís, Cherashny es un exitoso autor de leyendas urbanas, entre las que se cuenta la operación estética de glúteos a la que se habría sometido José Luis Manzano en los alocados noventa. El público no sabe ahora si la compra de calzado existió realmente o fue un producto de la imaginación de Cherashny. Los diarios parecen haber liquidado el asunto con la publicación de la desmentida de la Casa Rosada. Pero el problema con la versión de los zapatos de la presidente es que, aunque no sea cierta, resulta verosímil. La leyenda está instalada.

–S.G.

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