Gestos

El poder es el poder, y es la representación digamos teatral del poder. El poder tiene sus escenarios (palacios ejecutivos, legislativos o judiciales), su utilería (sillones, bandas, bastones, escudos, estrados, bancas, incluso togas y pelucas), su gestualidad (mensajes públicos, sesiones, encuentros cimeros). Hay una cualidad especial en esta foto de la presidente Cristina Fernández en el momento de ingresar al palacio del Elíseo para una reunión de trabajo con su par francés Nicolás Sarkozy: exhibe la gestualidad del poder (los jefes de dos naciones que se encierran en un palacio para discutir altos asuntos de Estado), y a la vez un escape o toma de distancia respecto de esa gestualidad. Ciertamente no de parte de Sarkozy, impecable en la manera masculina como guía a la dama con tan firme y cordial delicadeza que más parece Daniel Auteuil interpretando al presidente de Francia. En cambio, sí de parte de Cristina, que vuelve la mirada a la cámara, a la platea, y se sale del libreto para hablarle directamente al público con un lenguaje corporal sumamente expresivo. ¿Qué dicen esas cejas arqueadas, acompañadas de una media sonrisa, y una mano en alto que más que saludar parece pedir una pausa, “no hacerse los rulos”? El gesto puede sugerir la incredulidad de quien “no se la cree”: “Mirame a mí, che, la chica de Tolosa, entrando al Elíseo con este bombón… ¿quién iba a decir?”. O tal vez la inquietud de quien en el fondo sabe que el lugar le queda grande: “Yo me metí sola en este baile y ahora tengo que bailar, pero… ¿de qué voy a hablar con este tipo?” O bien la suficiencia de quien preside una economía que crece a tasas chinas y goza de un masivo respaldo electoral: “Le explico a este caballerito lo que tienen que hacer con Grecia, y tal vez me hacen caso y lo resuelven, ¿quién te dice? Premio Príncipe de Asturias, por lo menos…” La presidente escapó por un instante a la retórica gestual del poder para hablar a la cámara, a nosotros. Pero nosotros apenas podemos conjeturar lo que nos quiso decir.

–S.G.