Rusia y la Argentina

Vladimir Putin fue presidente de Rusia desde el 2000 hasta el 2008. Como no podía aspirar a un tercer mandato, se convirtió en primer ministro mientras su hombre de confianza Dmitri Medvedev se hacía cargo de la presidencia. Medvedev acaba de proponer a su jefe político como candidato a sucederlo en el 2012. Una reforma constitucional producida entretanto extendió el mandato presidencial a seis años, con lo que Putin podría ocupar la primera magistratura hasta el 2024. Putin eterno.

Llaman la atención las similitudes entre Rusia y la Argentina, países geográficamente distantes y sin mucho contacto entre sí. Los dos se formaron como enclaves culturales europeos en los arrabales de Occidente, uno en Asia, el otro en América. Los dos estuvieron conducidos por elites refinadas, cultas, que edificaron admirables réplicas europeas en sus grandes ciudades, e incluso aportaron a la ciencia y la cultura occidentales obras y figuras de primer nivel. Ninguno de los dos, sin embargo, pudo escapar al vértigo de la frontera, al reclamo de un destino asiático o americano. Tal vez por eso comparten un mismo desajuste espiritual, una misma incomodidad frente al mundo, una angustia existencial que impregna sus mejores productos culturales, un patriotismo sentimental que no logra concretarse en instituciones. En el siglo XX Rusia y Argentina emprendieron en diferente escala grandes reformas sociales que acabaron con las viejas elites, y ambos procesos terminaron en el fracaso, minados por la ineficacia y la corrupción, y no exentos de sangrientos enfrentamientos. Los dos países salieron a los tumbos de esos procesos para abrazar desaforadamente las formas de la economía de mercado y añorar luego el antiguo régimen, al tiempo que la falta de instituciones y el enquistamiento de la ineficacia y la corrupción facilitaban la irrupción de mafias que se apoderaron de los resortes más lucrativos de cada nación. Capitalismo de amigos con vínculos con el poder político.

Hinde Pomeraniec, una periodista argentina que analizó muy a fondo el régimen de Putin, subrayó en un reportaje concedido en el 2009 los paralelos contemporáneos entre rusos y argentinos. “El más grande, si se quiere, tiene que ver con haber tocado fondo bien profundo, haber quedado completamente mal ante el mundo y los organismos internacionales, haber sido el mal ejemplo. Pero también salir de la nada y, a través de figuras fuertes, intentar reconstruir una economía. En ese sentido sería fácil comparar a [Boris] Yeltsin con [Carlos] Menem, porque son los mejores alumnos del neoliberalismo, mientras que Putin y [Néstor] Kirchner aparecen como los tipos que reconstruyen un Estado deshecho y hacen caja. Y después está la cuestión del delfinazgo: el ‘proyecto P’ se continúa con Medvedev y el ‘proyecto K’ se continúa con Cristina”.

Putin y los Kirchner irrumpieron en escena con un proyecto de poder permanente, y construyeron ese poder de manera bastante parecida: una camarilla política asociada a grupos económicos, incluso en los sectores de la energía y los medios, a los que fortalece y de los que se fortalece. Kirchner había resuelto la cuestión del “delfinazgo” con su esposa; tras su fallecimiento, Cristina se enfrenta a una situación parecida a la de Putin. Por eso es que se habla de una reforma constitucional que instituya la figura del primer ministro, de manera de asegurar la continuidad con una alternancia formal. Es imposible imaginar un kirchnerismo que se retire graciosamente de la escena en el 2015: su mejor opción es adoptar el modelo ruso, y hacerlo enseguida, antes de que la oposición salga del estupor y de que se desate entre los propios la lucha por la sucesión. Ni Putin es comunista ni los Kirchner peronistas, pero ambos reclaman haberle devuelto a la Patria la dignidad perdida, haberla rescatado de la voracidad extranjera. El “proyecto P” y el “proyecto K” están los dos animados por el mismo espíritu centralista, autoritario y cerrado imperante en un pasado idealizado, añorado por los más viejos y recibido como incitación para el futuro por los más jóvenes. Ninguno de los dos países tiene idea de qué cosa es una sociedad liberal.

–Santiago González

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2 opiniones en “Rusia y la Argentina”

  1. Me gusto mucho el final de la nota, pero apreciable escritor, decir que “los dos países salieron a los tumbos de esos procesos para abrazar desaforadamente las formas de la economía de mercado” creo que realmente uno salio el otro desaparecio y se desmembro, por que la URSS ya no existe, y se independizo en distintas soberanias, aunque algunos trasnochados de latinoamerica todavia idealizan aquel modelo y lo tratan de poner, de a poco, en practica hoy en dia, disfrazandolo como socialismo del siglo XXI, la comparacion de yeltsin y menen tampoco se si cabe… pero muy bueno el final con lo de ninguno de los dos sabe que es una sociedad liberal.

    1. La nota se refiere a Rusia, que precede, atraviesa y sucede a la URSS, de la cual fue cabeza en un momento de su historia. Gracias por su comentario.

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