Del dicho al hecho

Tras la muerte de su esposo, Cristina Fernández exhibió el tono amortiguado que le imponían sus sentimientos en esa circunstancia extrema, y esa gestualidad, comprensible y compartible, le atrajo la simpatía del público. Mucho más dirigida a la persona que a las políticas que esa persona encarna desde la primera magistratura.

Aprovechando esa corriente, la presidente invariablemente incluyó en sus mensajes referencias a la unidad nacional, a la necesidad de articular vínculos entre los distintos sectores de la sociedad, de generar un proyecto colectivo capaz de “profundizar e institucionalizar” lo realizado por el gobierno que se inició en el 2003.

“No vine para dividir, vine para unir a los argentinos tras un proyecto nacional”, afirmó esta semana en Córdoba. Sin embargo, toda una secuencia de episodios que arrancó tan pronto se reanudó la actividad política tras el receso estival demuestra que en el propio entorno presidencial hay muchos que no prestan atención a la mandataria.

No fue ciertamente una prenda de unión la iniciativa del hiperkirchnerista director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, tendiente a privar al escritor peruano Mario Vargas Llosa, conocido defensor de las ideas liberales, de la honrosa (para nosotros) misión de inaugurar la próxima Feria del Libro en Buenos Aires.

La idea de hacer callar al que piensa distinto no se compadece muy bien con la idea de la unión nacional. En este caso la presidente reaccionó rápidamente y reprendió al desmesurado funcionario, quien públicamente guardó violín en bolsa, pero intentó seguir haciéndolo sonar ante auditorios más restringidos, convencido de tener razón.

Esa rápida intervención presidencial sin embargo brilló por su ausencia ante las reiteradas desobediencias a la justicia protagonizadas por la ministra de seguridad Nilda Garré, quien parece creer que su flamante cargo la coloca por encima de lo que dicen las leyes y la misma Constitución.

Garré desobedeció a la justicia cuando nada hizo para desalojar a intrusos que ocuparon viviendas sociales destinadas a otras personas, ni para evitar que un piquete camionero impidiera la distribución del diario Clarín. Y también desafió al sistema jurídico vigente al retirar la custodia de la Policía Federal de los edificios públicos de la capital.

No se entiende cómo hizo Garré para conciliar el llamado a la unidad nacional de la presidente, que le confió las responsabilidades que tiene en sus manos, con la comisión de actos agresivos contra la propia ciudadanía, que vulneran en los casos citados sus derechos a la vivienda, a la libertad de prensa, a la seguridad.

Igualmente, resulta difícil de entender de qué manera contribuye al fomento de un espíritu de entendimiento la decisión del secretario de comercio Guillermo Moreno de multar fuertemente a las empresas que difundan índices de inflación distintos del oficial, un caso flagrante de censura y negación del derecho del público a estar informado.

Tampoco se comprende la decisión, emanada del entorno presidencial, de conferir al presidente venezolano Hugo Chávez, por vía de la escuela de periodismo de la Universidad de La Plata, un premio por sus contribuciones a la libertad de prensa en su país, decisión que es un insulto, una agresión, a la inteligencia de los argentinos.

Mucho menos se entiende la muestra montada por publicistas gubernamentales en el Palais de Glace con la intención de insertar al kirchnerismo en una tradición política, descripta como “pensamiento nacional”, que incluye a figuras tales como Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui y Evita.

Dejando de lado el hecho de que cualquiera de los nombrados se revolvería en su tumba si viera las cosas que el kirchnerismo comete en su nombre, esa muestra incluye entretenimientos tales como “apedrear al gorila” y “escupir al que piensa distinto”, prácticas que no parecen particularmente conducentes a la unidad nacional.

Esta rápida recorrida por las cosas ocurridas en las últimas semanas permite enlazarlas con un hilo conductor que, lejos de perseguir la unión nacional buscada por la presidente, amarra el sectarismo más rabioso y agresivo contra todo lo que aparezca como divergente o contrario a la doctrina oficial, llámese Clarín, Mauricio Macri, liberalismo, prensa.

La conclusión entonces sólo puede ser una: o bien la presidente mantiene un discurso público y reserva otro muy distinto, más bien opuesto, cuando habla con sus colaboradores, o bien está rodeada por una serie de gurkas a los que no puede controlar. Pero en el verticalismo kirchnerista, uno no imagina funcionarios con iniciativa propia.

Hace menos de dos meses era posible pensar en una Cristina que marchara sin tropiezos hacia la reelección. Más allá de sus palabras conciliatorias, esta recaída en la política de enfrentamiento practicada por su esposo sólo puede conducir hacia una extrema polarización de la sociedad, que ciertamente no habrá de beneficiarla en octubre.

–Santiago González

Califique este artículo

Calificaciones: 4; promedio: 5.

Sea el primero en hacerlo.

2 opiniones en “Del dicho al hecho”

  1. La verdad aplasta las mentiras con todo el peso de la realidad. Al paso que vamos, si no logramos administrar el país como Dios manda, alguien que tenga calibre más grueso lo va a hacer por nosotros, por la fuerza, como se viene viendo hace tantas décadas. Lamentablemente 40 millones vamos a tener que pagar carísimo la inhumanidad de unos pocos…

    1. Es muy cierto lo que usted dice. Dada la irresponsabilidad con la que manejamos este país y el estado de absoluta indefensión en el que estamos, el día que alguien necesite algo de lo que tenemos no nos va a pedir permiso para tomarlo. Gracias por su comentario.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *