Capitalismo sin capitalistas

El nuevo gobierno argentino apuesta a que un empresariado prebendario y especulativo se lance a la inversión de riesgo

Un reciente informe de la Universidad Católica acerca de la situación laboral subraya la “escasa gimnasia capitalista” del empresariado argentino. En la presente coyuntura, la observación es tan oportuna como ominosa.

Hace más de tres lustros, en el marco de una amplia producción sobre el tránsito inminente de un milenio a otro, el sitio en inglés de CNN me pidió un breve cuadro de situación sobre la Argentina. Hablar de la Argentina a fines de los 90 era hablar del fracaso de uno de los procesos de liberalización económica que más expectativas había despertado en América latina, con su exitoso plan antiinflacionario, con la apertura virtualmente irrestricta de sus mercados, con la vasta privatización de sus empresas públicas. ¿Cómo explicar que todo se estuviera yendo al demonio, como ya era evidente por entonces? Creo haber citado el argumento de Domingo Cavallo sobre la falta de acompañamiento de unas instituciones ya debilitadas por la política, pero recuerdo bien haber puesto el énfasis en la dificultad insalvable que había encontrado el presidente Carlos Menem para poner en marcha una economía capitalista en un pais sin capitalistas.

Por qué en la Argentina no hay una clase empresaria con mentalidad capitalista es un problema demasiado complejo como para abordarlo en esta nota. Pero lo cierto es que no la hay, o no la hay en cantidad y calidad suficiente como para ponerse la economía nacional al hombro. Cuando la vieja clase terrateniente perdió ese lugar central, no la suplantó una clase media ambiciosa con los colmillos afilados, que no la había, sino el Estado, que tuvo que suplirla. Al calor y al favor del Estado se gestó un empresariado tan falto de gimnasia capitalista como habilidoso en gimnasia prebendaria y especulativa. Se fue tejiendo una asociación entre poder político y poder económico, cambiante según los vaivenes de uno y otro campo pero cada vez más estrecha, cerrada y dominante. Muchos de los que pretendieron mantenerse al margen a la larga se fundieron u optaron por vender sus empresas a la primera oferta.

La cuestión se vuelve crucial ahora cuando un nuevo gobierno apuesta al desarrollo de una economía capitalista, en un país sin capitalistas y donde el Estado sigue siendo el actor económico central, porque no se anima a dejar de serlo o, probablemente, porque no puede dejar de serlo, al menos de un día para el otro. El empresariado prebendario y especulativo arrancó mal frente al cambio político; mejor dicho, arrancó como está acostumbrado a hacerlo, rapiñando a cuatro manos a la espera de que un Estado, que supone benevolente por su posición pro mercado, acuda más tarde a restañar los estragos causados por su actitud desaprensiva. En palabras de la UCA, los empresarios “pudieron, una vez más, protegerse frente a la incertidumbre”, es decir eludir sacrificios y hacer gala de irresponsabilidad social corporativa. “Entre otros abusos, aumentaron precios antes, durante y después de la devaluación, así como incluso después del ajuste de tarifas, aun a pesar de la caída del consumo y la creciente recesión,” agrega el informe académico.

El gobierno apostaba –todavía apuesta– a que la economía, estancada desde hace cuatro años, comience a reaccionar a partir del segundo semestre, porque la lógica capitalista dice que las condiciones están dadas para una inversión de riesgo que acompañe y aproveche el impulso de una segura reactivación. Pero sólo los capitalistas tienen lógica capitalista, y la Argentina no tiene empresarios capitalistas sino prebendarios y especuladores. “La inversión de riesgo con recursos propios requiere para ellos de mayores garantías”, observa con ironía el informe de la Universidad Católica. Es significativa la frase “con recursos propios”: el empresario prebendario espera en el fondo que llegue el momento de los créditos blandos, “de fomento”, ofrecidos por un Estado asustado y temeroso de que la situación social se le escape de las manos.

En el gobierno hay demasiada gente que conoce el mundo empresario al dedillo, porque proviene de él, y todos saben con qué bueyes aran. “Los empresarios se equivocan cuando esperan que uno les resuelva hasta el último renglón de su lista de preocupaciones antes de invertir”, dijo esta semana el ministro de economía Alfonso Prat Gay. “En cualquier lugar del mundo el empresario toma riesgos porque ve una oportunidad. Creo que está faltando un poco de eso acá.”

La preocupación que surge entonces es si el gobierno tiene un plan B para el caso de que el empresariado prebendario y especulador se resista a invertir con la celeridad que la situación social reclama. Ciertamente el campo –paradójicamente, lo más parecido al capitalismo moderno que tiene la economía argentina– se está poniendo en marcha con renovados bríos, pero no puede por sí solo crear empleo y dinamizar el mercado. Queda el recurso de la inversión extranjera, de trámite presumiblemente más lento, aunque Prat Gay lo esgrimió como argumento de presión: “Le digo al empresariado local que si eso [la inversión de riesgo] no viene de adentro, va a venir de afuera, porque el entusiasmo que hay afuera por la Argentina es inmenso. Éste es un tren que ya arrancó: si los empresarios esperan que se les resuelvan todas las cuestiones, van a perder el tren. El que se suba tarde va a perder la oportunidad”. Cualquier capitalista entendería esto.

–Santiago González

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5 opiniones en “Capitalismo sin capitalistas”

  1. Recién leí su comentario sobre Lanata que me pareció lleno de temores excesivos. Pero ese artículo me condujo a éste, que no había leído.
    Lo que usted afirma acá atraviesa todo el arco de sus análisis, pero nunca como ahora se había manifestado tan directamente. Debe ser porque la ocasión se abre a la consideración de este punto con urgencia y no se puede andar con vueltas. Un conocido que entiende mucho más que yo de este factor – el empresariado de un país – me dijo que el empresariado prebendario y especulador es una condición generalizada en América Latina. Y que la falta de reacción positiva en la presente oportunidad lo confirma. Su artículo es muy esclarecedor: ahí hay un déficit social que explica en buena medida buena parte de lo ocurrido en éstos años. Con cualquiera que hable “al pasar”, parece esperarlo todo del “Estado” y del Gobernante. Mejor dicho: del Gobernante, porque la mayoría no distingue Estado de Gobierno (administrador de turno) y esa mayoría está repartida entre todas las clases sociales, no solo entre los “ignorantes”: somos todos muy ignorantes. Estamos habituados a marchar a impulsos de un perro (o una perra) que nos ladre. Macri, por cierto, no es un perro ni ladra; ni apela a grandes relatos, gestas heroicas y diatribas brutales contra sus opositores llenas de palabras altisonantes y apocalípticas; y hay mucha gente entre nosotros que sufre un síndrome de abstinencia ante esa ausencia… Pero puede ser un catalítico para que caigan velos y se vaya desnudando una situación interna que siempre estuvo más o menos cubierta.
    Su análisis desnuda una actitud que es una de las claves para entender qué nos pasa; o qué no nos pasa: porque da la impresión de que, en ese sector ¡no pasa nada!

    1. Por definición, el empresariado prebendario necesita del Estado. Lo necesita como socio o como autoridad regulatoria que intervenga en el mercado para protegerlo de la competencia, para brindarle créditos “de fomento”, para garantizarle una clientela cautiva o cuasi cautiva (telefonía, por ejemplo), para permitirle el acceso a bienes públicos, etc. etc. Para eso necesita que la gente vote gobiernos de corte intervencionista y rechace toda opción de corte liberal. Para que la gente vote gobiernos de corte intervencionista hay que convencerla de que un gobierno de ese estilo va a actuar en su favor, y que un gobierno liberal va a actuar en su contra, o, en el mejor de los casos, la va a dejar en banda. El periodismo progresista (vale decir el 99 por ciento del periodismo argentino) ha cumplido esa función desde el regreso de la democracia, imponiendo, por actuar en forma corporativa (todos dicen lo mismo desde todos los medios), un discurso único que no admite matices. La Argentina corporativa y prebendaria no se concibe sin un periodismo corporativo y timorato. El periodismo progresista le ha mentido a la gente desde hace décadas y va a seguir haciéndolo en el futuro porque la Argentina corporativa y prebendaria es la que lo financia con sus avisos. El periodismo progresista distorsionó la realidad con relatos falsos (su especialidad es escandalizar a la opinión pública con los ladrones de gallinas, mientras otros se roban tranquilamente el gallinero), y llegó al colmo con la versión que dio sobre el golpe de estado del 2001, sus autores y sus motivos. Además de haber presentado bajo una luz positiva a los Kirchner (con Lanata a la cabeza), el periodismo progresista creó las condiciones mentales, ideológicas, para que la opinión pública los mantuviera doce años en el poder. Su republicanismo de último minuto fue un caso de travestismo impuesto por la necesidad política del momento, pero todo va a volver a su cauce perverso. El rearmado del equipo progresista conducido por Lanata es el primer indicio. Tal vez mis temores sean exagerados, pero llevo demasiados años viendo esta película, y bien desde dentro en su aspecto periodístico.

      1. Le agradezco la respuesta tan extensa y tan precisa.
        Es una lectura de nuestra realidad desde un punto de vista, y cualquiera no tiene un punto de vista; y es una advertencia semejante – aunque en otro contexto – a aquella memorable de Oriana Falacci a la pareja periodística de moda en los 70/80 (Neustadt/Grondona) cuando les dijo en la cara que “no hay dictadura sin periodismo adicto”. No hay, entonces, Estado Prebendario, sin aparato periodístico cómplice. Y los amigos de la prebenda, ya marcaron la cancha. Sutilmente, sin darnos cuenta, podemos deslizarnos en “lo mismo de siempre”: la misma matriz, el mismo aborto. Gracias nuevamente.

  2. Muy cierto lo que comenta en la nota. Creo que la salida a esto, aunque lento, está en darle mucha facilidad a las PyMEs y a la creación de nuevas empresas. Existe mucha cantidad de gente con iniciativa y buenas ideas, pero que enfrentan las trabas constantes del estado y las sucesivas crisis.

    Hace poco un informe indicaba que la Argentina es uno de los países con mayor cantidad de emprendimientos, pero también con la menor proporción de éxito.

    1. Su comentario es muy acertado. Tendemos a hablar sólo de los grandes empresarios por el poder que tienen sobre el mercado, pero hay miles y miles de pequeños emprendedores que se las arreglan para mantenerse a flote 1) sin créditos, 2) abrumados por impuestos, trabas y controles del Estado, y 3) muchas veces sin conocimientos de administración. El Estado podría inducir una gran transformación haciéndose presente en los puntos 1 y 3, y desapareciendo en el 2. Gracias por compartir sus opiniones.

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