Un ballotage imprescindible

El PRO, que se impuso en la elección de jefe de gobierno porteño por holgados veinte puntos, se muestra sin embargo aterrorizado ante la decisión de Martín Lousteau de cumplir la promesa que hizo a los ciudadanos durante la campaña y obligar a Horacio Rodríguez Larreta a someterse al ballotage. La presión para que Lousteau declinara ese derecho comenzó desde los medios del grupo Clarín un minuto después de cerrados los comicios, y se había propagado al día siguiente a todas las bocas de expendio de la gran prensa: La Nación describía el ballotage como “extravagancia pura”; para Clarín, Lousteau era “el emergente que se les fue de las manos” a los socios del PRO. Radio Mitre acosaba al candidato para que torciera su decisión. “Si ahora me bajo, qué le digo a los votantes”, respondió Lousteau, cuya consigna de campaña fue justamente “Con el ballotage ganamos todos”. Y agregó tres observaciones casi innecesarias: el resultado electoral indicó ballotage, le corresponde al electorado decidir quién será el próximo jefe de gobierno, y nada dice que el ciudadano no vaya a cambiar su voto. Esta última frase parecía dirigida a quienes hacen matemática política: para imponerse a Rodríguez Larreta, Lousteau necesitaría el apoyo de cinco de cada seis ciudadanos que votaron a otras fuerzas, casi un imposible. Al PRO, por el contrario, le alcanzaría con sumar un escaso cinco por ciento al respaldo ya recibido. ¿Qué es lo que teme entonces el partido de Macri? ¿Qué es lo que lo desespera? Los publicistas de la gran prensa hablan de desgaste, de mella, de deterioro de la gran figura opositora en una batalla innecesaria. Involuntariamente admiten que lo que el PRO y sus promotores temen es el debate, y en la misma noche del domingo Lousteau prometió más debate. La gestión del oficialismo en la ciudad a lo largo de estos ocho años no ha sido sometida nunca al escrutinio de la prensa, al menos con rigor semejante al que fue sometido el gobierno nacional. Y en el debate que los tres candidatos a jefe de gobierno mantuvieron por televisión semanas atrás fue Lousteau (y no el kirchnerista Mariano Recalde, oh casualidad) quien sacó a relucir una seguidilla de cuestiones poco claras en la administración de la ciudad, de las que la mayoría de los porteños no tenía ni idea. La Coalición Cívica que postula a Lousteau sí las conoce, y muchas veces en la legislatura logró desbaratar el feliz entendimiento entre kirchneristas y macristas. El PRO, en definitiva, no tiene otra cosa que temer de un ballotage que la posibilidad de que sus trapitos sucios salgan a la luz.1 Desde un punto de vista económico, tienen razón los que dicen que un ballotage sería una pérdida de tiempo y dinero: sabiendo cómo se comporta el electorado argentino, ninguna revelación sobre corrupción o mala praxis hace mella en las convicciones o los prejuicios. Pero desde el punto de vista de la salud ciudadana, desde ese republicanismo que todos dicen defender, la realización del ballotage es imprescindible: primero, porque así lo establece la ley, y segundo, porque toda oportunidad de ventilar los asuntos públicos debe ser aprovechada para que los asuntos públicos sean eso, públicos. Lousteau ha anunciado su decisión, y lo deseable habría sido que Elisa Carrió y Ernesto Sanz, los líderes del espacio que lo propuso como candidato, no lo dejaran solo. Una definición clara de ambos dirigentes en este momento sería un indicio de su compromiso futuro. Tanto Carrió como Sanz, algo que el PRO todavía no ha asimilado debidamente, son la garantía para que muchos que jamás habrían dado su apoyo a Macri acepten ceder su voto al campeón de los globos amarillos. Sanz apoyó la decisión de Lousteau con un argumento político tan irrefutable como falto de compromiso: “Si Lousteau le gana a Larreta favorecería mi candidatura presidencial.” En cambio Carrió tomó distancia: “Es una decisión de Martín Lousteau si va a ballotage o no. Yo no interfiero.” No es cuestión de interferencia, sino de principios.

–Santiago González

  1. En declaraciones filmadas a La Nación, Rodríguez Larreta adelantó que no tiene intenciones de participar en debate alguno. Lousteau, por su parte, dijo a Clarín: “Hay que hacer más debates públicos, de candidatos, de equipos técnicos…Pero el PRO los rehúye. Para una fuerza que se adjudica representar a la nueva política, nos llama la atención.” [Nota del 7-6-2015] []

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2 opiniones en “Un ballotage imprescindible”

  1. Fue tan evidente, por la reacción de la prensa (acá sí podríamos decir “la corpo”) que usted describe, que más allá del bailecito los muchachos del Pro están muy pero muy preocupados por lo que pueda pasar de acá a dos semanas. Al vincular los comicios de la Ciudad al “apoyo a la candidatura de Mauricio” desenvainaron un arma de doble filo: ¿qué mensaje dejaría una eventual derrota en segunda vuelta, o una victoria no tan contundente? Y yo no me imagino al votante de Recalde pintando de amarillo su boleta, sino más bien lo contrario. ¿Y la izquierda? El Pro no ignora estos detalles y de pronto 25 puntos más en la urna contraria pueden pincharle el globo a cualquiera.

    1. El PRO afronta dos peligros: uno, su gestión puesta en debate durante dos semanas; dos, deserción de votantes en segunda vuelta. De todos modos, nunca es bueno que una misma fuerza política tenga más de dos mandatos consecutivos. Crea hábito.

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