Un viraje inesperado

Los argentinos nos dimos el 25 de octubre la mejor noticia que podíamos darnos: declaramos que estamos dispuestos a ser una nación y a hacer los sacrificios y pagar los costos necesarios para lograrlo. En esta instancia electoral estaban en juego no tanto cuestiones ideológicas o políticas sino más bien nuestra misma supervivencia como país y como estado organizado. Las urnas dijeron que los argentinos queremos seguir siendo argentinos, que apreciamos nuestra República Argentina y que, por fin, estamos decididos a cuidarla. Eso, y no otra cosa, es lo que ocurrió este domingo de elecciones, en que los argentinos dimos un viraje inesperado, salvador, a nuestra historia.

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Aun cuando todavía falta una segunda compulsa electoral, la decisión de imprimir un nuevo rumbo político al país es irreversible, por varias razones. Primera, la diferencia de votos entre el oficialismo y el frente Cambiemos es tan escasa que no le resultará difícil a la oposición conseguir los votos faltantes: el éxito está ahora de su lado, y los argentinos son exitistas. Segunda, el gran vuelco de opinión no se produjo en los centros urbanos, cuyo apoyo el kirchnerismo había perdido ya hace tiempo, sino en los suburbios y otras zonas poco favorecidas donde había construido sus clientelas políticas a base de subsidios y programas sociales. Las provincias de Buenos Aires y de Jujuy, con escenarios sociales tan diferentes, ejemplifican lo dicho. Si el oficialismo perdió la confianza allí, difícil le va a ser recuperarla.

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Esto merece ser subrayado: el nuevo mapa electoral muestra que fueron las personas que más necesitan de la asistencia del estado las que decidieron dar su voto a un candidato que no ha prometido asistencialismo en su campaña. Fueron las personas nunca invitadas a fiesta alguna las que decidieron apoyar a una parcialidad política que ya ha hecho saber que la fiesta de mentiras, ineficacia y corrupción que caracterizó la última década tendremos que pagarla todos. Es de estricta justicia reconocer el coraje y la fortaleza de esos ciudadanos que por simple decencia, por realismo elemental, por patriotismo o lo que fuera, revisaron sus creencias y llegaron a la conclusión de que así no se podía seguir, de que por este camino no habría futuro ni para ellos ni para sus hijos.

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El 25 de octubre marcó algo más que el fin de un ciclo político desdichado. Marcó el comienzo de una ruptura con una tradición política progresista-populista que se remonta a los albores de nuestra vida democrática, que tuvo su expresión partidaria en el radicalismo y el peronismo históricos, y que sólo se vio interrumpida por los golpes de estado (y no del todo). Por primera vez, el voto popular acaba de colocar a las puertas de la Casa de Gobierno a una corriente política generalmente percibida como liberal y pro mercado. Por primera vez, la percepción de la realidad parece haber tenido más peso que las lealtades partidarias o los principios ideológicos. Si esto fuera así, sería un enorme paso adelante en nuestra cultura política, una de las cosas que habría que agradecerle al kirchnerismo. El kirchnerismo abusó a tal extremo de la retórica progresista-populista que la volvió insignificante.

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Pero, ¿es el PRO de Mauricio Macri el partido liberal, republicano y pro mercado que muchos creen que es? Su gobierno en la capital federal es muy parecido al kirchnerismo: en la cantidad de dinero que destina a la promoción mediática de su relato, en la manera discrecional y poco clara como maneja los dineros públicos y los bienes comunes, en sus arreglos de toma y daca con los opositores políticos, en el desdén por las instituciones que no sirven a sus fines (caso de las comunas y los comuneros, por ejemplo), en la falta de interés por atender los problemas que su propio gobierno crea a las personas que viven en el distrito gobernado. Tengo menos dudas sobre la orientación pro mercado de un gobierno de Macri que sobre su liberalismo y su republicanismo. Seguramente por consejo de sus asesores, Macri ha optado por eludir cualquier definición ideológica y orientar sus propuestas por el aséptico camino de la eficacia administrativa. Esto puede ser una estrategia de campaña, pero puede no serlo. Puede ser un relato de nuevo cuño, igualmente alejado de la verdad.

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Macri no es un líder aislado que llega al poder con su propia fuerza, sino el integrante de un frente que también integran la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica. Sin el respaldo de Elisa Carrió, estratega de todo este proceso, y de Ernesto Sanz, alguien que jugó su prestigio en el radicalismo, difícilmente habría llegado a la instancia en la que hoy se encuentra. Sería cómodo para nosotros atribuirles ahora a Sanz y Carrió el papel de garantes del respeto del próximo gobierno a las instituciones democráticas y republicanas, de su decencia administrativa y de la eficacia de su gestión. Pero otra cosa que se juega en este 2015 es el reconocimiento de que nuestra responsabilidad de ciudadanos no se agota el día de la elección, por más audacia que hayamos demostrado con el voto, sino que se prolonga en el ejercicio continuo, atento y vigilante, de nuestras obligaciones civiles. No es aclamando a un nuevo líder como se madura como nación, sino controlando a los representantes que elegimos.

–Santiago González

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5 opiniones en “Un viraje inesperado”

  1. Santiago, aunque todavía falta observar el desenlace en diciembre, y aunque todavía falta atravesar el ajuste 2016-2017, ayer no podía disimular mi emoción. Tampoco la mayoría de mis vecinos cordobeses. Quiero agradecerle profundamente por su vocación periodística. Personas como usted, que estos años estuvieron más allá de la coima y el sensacionalismo, son los que nos hicieron pensar y nos criticaron por identificarnos con relatos y contentarnos con prebendas. Es por esa resistencia a la hegemonía de esta forma de hacer política (para nada únicamente propia del peronismo) que hoy podemos dar vuelta la hoja, e incluso podemos sorprendernos de nosotros mismos. Todo indicaba que el aparato le ganaba a Vidal, y que el aparato le ganaba a Macri en primera vuelta. Evidentemente, a todos nos saturó el relato K y el ninguneo de nuestra percepción de la realidad.

    Fue la sociedad la que obligó a Massa y a Macri a ser concretos si es que querían corresponder nuestra confianza. Massa superó el difícil momento de la traición, aunque todavía le falta madurar. A Macri también le falta crecer, aunque valoro enormemente su prudencia. En la recta final veremos de qué está hecho. Y si llega a la presidencia, no podrá gobernar sólo con relato. Tengo la seguridad de que de la misma forma que se ha criticado al kirchnerismo, no nos cegaremos con el macrismo.

    Por lo pronto el bipartidismo ya comenzó. Resta saber si lo que comienza a partir del 11 de diciembre es la República. Aunque seguramente todavía tendrá un carácter oligárquico, puede que si la alianza PRO-UCR-CC resiste la adicción al poder (y nos corresponde a todos controlarlos, por supuesto), podremos tener vía libre para reconstruir las instituciones y los valores que nos han hecho grandes.

    Hace un tiempo le comenté que mi generación necesitaba un gesto. Si la tendencia continúa, creo que no podría pedir más.

    1. Sin duda, empieza un país distinto. Probablemente más moderno, más racional, con sus propios problemas, conflictos y desafíos. Pero el tipo de conflictos y desafíos que nos hacen avanzar, no girar en vano o retroceder. Es un momento que enciende la esperanza, y eso solo alcanza para hacerlo valioso. Es un momento en que el habitante del gran Buenos Aires puede sentir que tiene algo en común con el de La Quiaca o Tierra del Fuego, que pasó por las mismas tribulaciones al emitir el voto, y que ahora espera las consecuencias con la misma ansiedad. Ojalá los dirigentes entiendan esto y no los defrauden una vez más. La gente común es la que hizo la mayor apuesta. Gracias por tu comentario.

  2. Bueno, qué sorpresa ¿no?
    Pegamos el salto…
    Se rompió la burbuja, el maleficio.
    Nos sorprendimos a nosotros mismos, lo que más necesitábamos.
    Ahora hay que continuar, pero estando sobre aviso de que siempre hay “relato”, porque no podemos vivir sin relato, pero que no es nada fácil percibir y controlar la relación entre el relato y los hechos.
    La relación entre el relato K y los hechos es esquizofrénica: son divergentes: el país adelgaza y la élite engorda. Usted nos avisa que Macri no carece de relato y que debemos observar su relación ambigua con los hechos.
    Para eso está su sitio.
    No hay muchos buenos intérpretes, pero tampoco faltan.
    Es cuestión de no encerrarse en posiciones fijas y rodearlas de orgullo.

    1. Usted lo dice muy bien. No hay nada malo en el relato, incluso es necesario. El problema es cuando se aparta de los hechos. La vigilancia es, debería ser, responsabilidad de todos. Un periodista o comentarista puede ayudar a poner el ojo en tal o cual cosa, pero el ciudadano no puede limitarse a ser “consumidor” de democracia.

      1. Bueno, se puede decir que, en parte al menos, eso es lo que ocurrió el domingo.
        Bastaba con mirar las boletas: la boleta de Scioli, era…¡el monstruo del doctor Frankenstein! Y el doctor Frankenstein es Cristina Fernández.
        Scioli es buen tipo, pero ignoramos si es un buen político: la provincia la gobernó Cristina Fernández. Scioli mismo no se conoce a sí mismo y fue votado gregariamente.
        Pero parecería haber cada vez menos gente gregaria.
        Todos dependemos de que el Justicialismo aproveche la oportunidad para democratizarse ¿Lo hará?
        El hecho es que en la educación, en todos los niveles, no ha habido continuidad alguna el lo que antes se denominaba “educación democrática”.
        Todos los intentos políticos de ir “más allá de la democracia burguesa sin haber pasado por la democracia burguesa han fracasado”.
        Esperamos su próximos análisis.

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