El uso de Nisman

El rabino Marcelo Polakoff, que condujo la ceremonia del sepelio de Alberto Nisman, dijo que el fiscal se había convertido en la víctima número 86 del atentado a la AMIA. Al menos en un sentido la afirmación es acertada. Al igual que lo ocurrido con los muertos por el atentado, su final trágico está siendo usado políticamente por diferentes intereses de todo tipo para adjudicárselo a la facción rival y arrojar una luz favorable sobre la propia, para crear climas de incertidumbre y desasosiego, para victimizarse, para lo que convenga. El uso descarado de los muertos se está convirtiendo en una constante de la vida pública argentina, donde la muerte violenta, cargada de significado político, es una constante histórica. El gobierno de Cristina Kirchner es el que lleva la peor parte en este escenario. Situación inevitable, porque el fiscal acababa de presentar una denuncia contra la presidente antes de aparecer muerto. Pero también porque todo lo que ha dicho y hecho el gobierno desde el momento en que apareció el cuerpo sin vida del fiscal no ha servido más que para incriminarlo, y acrecentar las sospechas sobre su culpabilidad. Si bien acá la experiencia nos permite reconocer más o menos esas torpezas, en el exterior las cosas se toman al pie de la letra, y el descrédito internacional en el que han caído los ocupantes de la Casa Rosada no puede ser mayor. La mayoría de las crónicas internacionales exhiben esfuerzos retóricos evidentes para evitar la acusación directa, aunque la insinuación queda flotando. En el plano local, lo que más perjudica al gobierno es la incertidumbre, y el gobierno debería ser el primer interesado en un rápido e indubitable esclarecimiento. Pero el gobierno no demuestra ese interés, tal vez temiendo que el conocimiento de la verdad lo afecte de alguna manera que ni él mismo está en condiciones de medir. Todavía no se sabe qué pasó ese fatídico domingo en el departamento de Nisman, ni siquiera se sabe si hubo allí un suicidio o un asesinato. Pero hay datos verdaderamente alarmantes. Según el escritor Jorge Asís, la fiscal Viviana Fein, que investiga la muerte de Nisman, le habría dicho a un miembro del cuerpo médico forense: “Oculto pruebas porque esto puede ser un escándalo nacional”. Quiso decir, se entiende, que no las da a conocer públicamente antes de tener su causa armada. El periodista Christian Sanz relató en una nota una circunstancia parecida: “Un colega –escribió– logró hacerse de fuertes revelaciones [sobre el caso Nisman] por parte de una fuente de Casa de Gobierno y optó por no hacerlas públicas”. Este clima de miedo e incertidumbre es el caldo propicio para los que operan sobre la opinión pública desde uno u otro bando, en función de tales o cuales intereses: todos los días las redes sociales se ven estremecidas por versiones escandalosas, mensajes mafiosos, indicios, sospechas, insinuaciones, cuyo efecto principal (y probablemente buscado) es poner en vilo la opinión pública, sembrar la duda y el desconcierto, alentar la sospecha, promover la sensación de peligro y desamparo. En su libro La doctrina del shock, la escritora Naomi Klein describe de qué manera la derecha y la izquierda, el capitalismo y el comunismo, han aprovechado momentos como éste, momentos de crisis, momentos en que la sociedad se siente aturdida y desorientada, para introducir cambios que de otro modo serían resistidos. Los argentinos ya hemos tenido experiencias parecidas en el pasado, y en este momento nos convendría reclamar con la mayor fuerza el esclarecimiento de la muerte del fiscal, para que su destino no sea el mismo de las víctimas cuya suerte investigaba, pero al mismo tiempo mantener la entereza y estar alerta frente a la posibilidad de que algunos intenten usar esa muerte para promover indebidamente sus intereses.

–Santiago González

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1 opinión en “El uso de Nisman”

  1. Se podría pensar, mejor, que el fiscal Nisman es la primera víctima del pacto con Irán.
    Aunque el pacto haya abortado, y ante todo porque Irán no lo suscribió – porque no cayeron las alertas rojas o por lo que fuese -, la intención parece clara y alguien (Rafecas o quién fuese) va a retomar la acusación de Nisman.
    Es una cuestión de vida o muerte para la institución de la Justicia. Por eso no lo van a dejar caer. Y es por eso que, en el ámbito de la Justicia, se cree que Nisman puede ser la primera víctima, pero no la última.
    Para el régimen cleptocrático de Cristina Fernández, también se está formando una situación de vida o muerte: porque el régimen no puede detenerse, ni cambiar de dirección, ni “reconocer” errores. No han cometido errores: han hecho – con más o menos suerte – lo que han querido. Por eso solo pueden avanzar: “ir por más”. La comedia concluyó, pero los comediantes no pueden desvestirse ni quitarse las máscaras. El enfrentamiento es inevitable, y van a continuar recurriendo a la violencia, como hasta ahora (la violencia tiene muchas formas), no a la persuación.

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