La imputación

La presidente argentina ha sido finalmente imputada por presunto encubrimiento de unos presuntos terroristas siguiendo el trámite judicial que iniciara el fiscal Alberto Nisman antes de su dudosa muerte. Se trata de un nuevo espectáculo de fuegos artificiales tal como describió este sitio la presentación original de la denuncia. Entre los dos encierran temporalmente un hecho trágico –la muerte del fiscal– como dos grandes, macabros, signos de interrogación. La imputación ha tenido, previsiblemente, un impacto mediático devastador, más fuera del país que dentro de él. La prensa internacional se ha encontrado con una historia plena de ribetes novelescos, intrigas de espionaje, terrorismo islámico, populismo tercermundista, y la imprescindible femme fatale, y se ha hecho un picnic. Para desgracia de todos nosotros, porque afuera a nadie le importa el kirchnerismo, y la historia es leída como un retrato de la Argentina, de sus instituciones, de su clase dirigente. Dentro del país, la cosa es diferente. La prensa militante antikirchnerista completa con la imputación una secuencia soñada de titulares demoledores para el oficialismo. Si existiera alguna encuestadora decente se podría medir, sin embargo, si esos titulares inciden en la opinión pública tanto como imaginan quienes los escriben. Probablemente afecten al kirchnerismo, en el mejor de los casos al peronismo en su conjunto, pero difícilmente produzcan, como sugieren algunos operadores, transferencias inmediatas de intención de voto en cualquier sentido. Un problema que tienen los fuegos artificiales es su corta duración, y hay que ver qué queda de estos titulares dentro de una semana, dentro de un mes, dentro de seis meses. La denuncia primero, y la imputación ahora, han puesto en marcha un proceso judicial que según la mejor opinión jurídica será largo, intrincado, y probablemente nunca llegue a nada por razones que ya hemos señalado en comentarios anteriores. Esta imputación es una suerte de socio menor, inflamado pirotécnicamente por la prensa militante, de dos causas reales y concretas que siguen un derrotero extrañamente paralelo: el atentado contra la mutual judía y la muerte del fiscal Nisman. Los dos casos comparten irregularidades en la investigación inmediata al hecho, rápido señalamiento mediático de presuntos culpables, y uso político desvergonzado de las víctimas. Este cronista cree que el esclarecimiento del atentado contra la AMIA en 1994 despejaría muchas dudas sobre las razones de la muerte de Nisman, que lo venía investigando desde hacía diez años sin resultados visibles, y aportaría un contexto imprescindible para dilucidar el encubrimiento del que se acusa a la presidente. El ya legendario agente Antonio “Jaime” Stiusso, que ha servido en la Secretaría de Inteligencia desde 1974, seguramente sabe algo de estas cosas. Alguien podría preguntarle, cuando declare esta semana ante la justicia. A lo mejor responde, con intentar nada se pierde.

–Santiago González

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