Ulises Dumont (1937-2008)

Ulises Dumont impuso a su trabajo de actor un nivel de calidad poco frecuente por lo riguroso y por lo constante, para crear en el cine, el teatro y la televisión una rica galería de personajes que reflejan lo mejor y lo peor del argentino corriente. Entendió que sólo podía interpretar hombres comunes, pero supo dotarlos de una densidad que los elevaba por sobre sus miserias.

“Cuando empecé a pensar en la gente, el público, el espectador nacional, descubrí que no necesitaban un Tom Smith sino un Juan Pérez, que caminara al lado de ellos, que los reflejara en su cotidianeidad, para poder mirarse al espejo. Eso es lo que elegí. Como actor, elegí hacer de argentino, tratar de acercarme a lo que soy”, declaró en un reportaje.

Cumplió su propósito: podemos reconocernos en el entusiasta de la guerra de Malvinas que rápidamente pasa a denigrarla en Los chicos de la guerra, en el torturado protagonista de El censor, en el fumigador de No habrá más penas ni olvido y su coraje inesperado, en cada uno de los personajes que puso en escena.

Dumont tenía una particular facilidad para captar las “maneras de ser” del hombre de la calle, su idiosincracia, su lenguaje verbal y corporal, y componer sus personajes con esos materiales. “Observo permanentemente, tomo de mi entorno lo que creo que necesito, y almaceno para cuando me sirva. Ya no es algo consciente”.

Sus observaciones le sirvieron ciertamente para dar carnadura a los protagonistas de los filmes que lo hicieron conocido por todos: La parte del león, Tiempo de revancha, Últimos días de la víctima, Cuarteles de inverno, Rosarigasinos, El mismo amor, la misma lluvia, El mar de Lucas…

Impreso en celuloide queda un centenar de películas; grabados en cinta (¿lo estarán?) aquellos memorables unitarios de la televisión en los años ochenta: “Nosotros y los miedos”, “Compromiso”, “Situación límite”; vivas en la memoria de su público, sus actuaciones teatrales: Yepeto, La nona, La cal viva, Gris de ausencia.

A través de sus dichos se advierte en Dumont ese inconfundible amor por el teatro que guarda todo actor de raza, y la frustración de que su físico no le permitiera interpretar al héroe, sino al antihéroe, “esa basura de hombre común que yo hago”, según dijo alguna vez, con ese humor ácido que no escatimaba ni para sí mismo.

“Cuando estudiaba actuación me dijeron que con mi facha no iba a llegar muy lejos”, declaró en otra oportunidad. Y también dijo: “Lo envidio a Alfredo Alcón, con su altura y con esa voz: es lo que el imaginario colectivo dice que es un actor”.

Apurado para nombrar un colega preferido, adhirió a ese imaginario: “Si tengo que elegir a alguien, bueno, vayámonos hacia el teatro y ahí encuentro la figura avasallante de Vittorio Gassman, que además ha hecho muy buenas películas. Gassman es un individuo profundo con todas las cosas que hace y enseña”.

Y casi admitió que lo suyo fue hacer de la necesidad virtud: “No estoy para hacer Hamlet. En una época el hombre común no tenía cabida en el teatro, y muchos de nosotros, que teníamos jetas comunes, no parecíamos actores. Allá por el ’77 me llamaron para hacer El puente, de Gorostiza, y me quedé pegado a obras de autores argentinos que tenían que ver con la realidad, con personajes basados en gente común”.

Traté fugazmente a Ulises Dumont en los comienzos de su carrera, hacia fines de los sesenta, cuando actuaba en una obra llamada El grito pelado (en realidad, una serie de cuadros satíricos escritos por Oscar Viale). Un amigo me pidió que lo reemplazara en el trabajo de sonidista, que además incluía -así eran las cosas- un par de salidas a escena.

Ulises era la persona cordial, ocurrente y sencilla que describen los que lo conocieron mejor. Pero había, me pareció, algo infranqueable en su persona, algo que se reservaba para sí, y que se percibía en los momentos en que permanecía en silencio, olvidado de lo que lo rodeaba, mirando hacia adentro.

El material con el que trabaja un actor es su propio cuerpo, su persona. Más allá de cuáles fueran sus sentimientos íntimos acerca de su carrera, Ulises Dumont hizo un trabajo sobresaliente con los materiales de que disponía. Nosotros, su público, se lo reconocemos y agradecemos.

–Santiago González

Califique este artículo

Calificaciones: 0; promedio: 0.

Sea el primero en hacerlo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *