Twitter y la agenda pública

En blogs y redes sociales reside el último baluarte de la libertad de expresión, más amplia que la libertad de prensa

La semana pasada ocurrió algo muy importante en términos de comunicación y opinión: los animadores de la red social Twitter lograron, creo que por primera vez, instalar dos temas en la agenda pública: la multitud de nombramientos ridículos e innecesarios de funcionarios que efectúa principalmente el gobierno nacional y la cuestión del robo de identidad por parte de determinados partidos políticos para falsificar afiliaciones y obtener así los beneficios que la ley dispone. Desde hace meses, unos twitteros, @AlberdianoArg y también @GekkoLeeson, vienen escudriñando las ediciones del Boletín Oficial, y dando a conocer designaciones para puestos burocráticos cuya innecesariedad se advierte ya desde el nombre, generalmente encabezado por la denominación «coordinador de…», y también desde sus escasas exigencias, ya que en buena parte de las designaciones se aclara que tienen caracter de excepción porque el designado «carece de los requisitos» que establecen las normas. De todas maneras, ¿cómo se haría para medir el rendimiento del flamante agente público? ¿cómo diablos se evalúa a un coordinador? ¿posee el gobierno algún «coordinatómetro» con la sensibilidad suficiente como para hacerlo? Lo más escandaloso, sin embargo, es la extraordinaria acumulación de casos, que los twitteros fueron poniendo en evidencia para irritación de las autoridades. La cuestión alcanzó tal difusión en esa red social que la prensa no pudo ignorarla so pena de caer en el ridículo, y el diario La Nación se sintió obligado a dedicar un editorial al asunto. La lectura diaria del Boletín Oficial forma parte de las tareas elementales de cualquier redacción, pero se necesitó que personas independientes, por propia voluntad y ad honorem, hicieran el trabajo que los periodistas y los medios omiten hacer, ocupados como están en evaluar a las parejas y el jurado del Bailando... . Algo parecido ocurrió con el caso de las afiliaciones truchas, cuya denuncia en Twitter no pude rastrear debidamente. Aparentemente, algún ciudadano descubrió que estaba afiliado a un partido sin saberlo y lo comentó a otros; alguien encontró el sitio donde cada empadronado puede averiguar su situación, y lo dio a conocer en Twitter; la inquietud se «viralizó» y en menos de 24 horas ya se había podido establecer la existencia de un patrón delictivo. Acá prácticamente toda la prensa se hizo cargo del asunto porque no le incumbía directamente: la omisión de los debidos controles corre por cuenta de la justicia electoral. Corresponde recordar que el movimiento de opinión que logró impedir la estafa conceptual y económica del voto electrónico también se inició en Twitter, la prensa no lo hizo propio, y los expertos que lanzaron el alerta debieron continuarlo luego por otros medios para que finalmente se les permitiera exponer sus objeciones ante los legisladores del Congreso Nacional. Los casos comentados son de una importancia mayúscula en términos de libertades civiles. Ya no son sólo los medios los que monopolizan el armado de la agenda pública: las nuevas tecnologías les dan a los ciudadanos herramientas para hacer oir sus opiniones, sus preocupaciones, sus denuncias y también los resultados de sus pesquisas sobre los asuntos públicos.1 Esto por supuesto afecta una variada gama de intereses, y son reiteradas las iniciativas del establishment político, prontamente recogidas por los medios, para imponer algún tipo de censura o de control sobre los contenidos de Internet en general y de las redes sociales en particular, invocando altos principios de moral pública o de seguridad nacional. Convendría estar atentos porque aquí, en la red, se encuentra la última trinchera, el último bastión de las libertades civiles, en especial de la libertad de expresión, que es mucho más amplia que la libertad de prensa.

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El poder mediático
  1. Lo dicho vale también para otras redes sociales, blogs como el que usted está leyendo, etcétera, aunque Twitter ha demostrado ser una plataforma particularmente útil para ventilar asuntos públicos, y es el medio preferido del presidente Donald Trump en su combate cotidiano contra las fake news. []

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