El tumor

Si desde 1930 para acá hemos probado toda clase de gobiernos civiles o militares, liberales, populistas o conservadores en sus ideas, radicales o peronistas en sus filiaciones políticas, de clase alta, media o baja en su origen social, descendientes de viejas familias o de inmigrantes recientes, hombres o mujeres, jóvenes ambiciosos o sazonados dirigentes, si ya hemos probado todo eso y todo siempre salió mal, ¿no estará el problema en otro lado? ¿No será que, en última instancia, no es una cuestión de democracia o dictadura, de mayorías populares o de elites minoritarias, de ideologías de tal o cual signo, de experiencia o falta de ella? ¿No ocurrirá que padecemos de alguna enfermedad social, que hace que continuamente emerjan dirigentes contaminados con el mal? ¿No es raro que desde que declaramos la Independencia en 1816 hasta que nos organizamos definitivamente como Nación en 1880 pasaran nada menos que 64 años, que dedicamos a matarnos entre nosotros a más y mejor? ¿Y que esa organización nos haya durado apenas 10 años hasta el estallido de la primera crisis en 1890? ¿No llama la atención que nuestra vida política rara vez haya completado una década de normalidad? Antes de atribuir las culpas a unos o a otros, según sea la vereda en las que prefiramos estacionarnos, ¿no deberíamos dirigir la mirada hacia nosotros mismos, hacia nuestro comportamiento como integrantes de la sociedad a la que pertenecemos, hacia nuestro compromiso con los valores éticos y cívicos a los que proclamamos adhesión? ¿Cuántas veces nos convencimos de que bastaría un cambio de gobierno, un cambio de signo político para que la situación se modificara sin que jamás se haya verificado ese cambio? ¿No es hora de empezar siquiera a sospechar que hay algo podrido, corrupto, maloliente en nuestros genes nacionales, algo que es previo a las ideologías y las facciones políticas, un tumor que nos corroe desde el origen, y al que no logramos vencer, sencillamente porque nos negamos a reconocer que está ahí?

–S.G.

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Publicado el Categorías Política, SociedadEtiquetas Imprimir Imprimir Enviar Enviar

2 opiniones en “El tumor”

  1. Sí, completamente de acuerdo con ud; ahora bien, si un tumor no es tratado a tiempo por más benigno que sea se transforma en un cáncer y hace metástasis, y siguiendo con la metáfora creo que es lo que está sucediendo. Las células del cáncer son células diferentes que se reproducen y conquistan a las de nuestro ADN inicial, ¿cuál sería entonces nuestro ADN inicial? Ojalá la respuesta fuera un Martínez Estrada o un Eduardo Mallea, o por qué no un Miguel Cané; pero no, lo cierto es que la lucha por la propiedad privada, el patrimonio (desde lo ideológico hasta lo físico), es lo que nos sumerge en un estado de autismo en el que sólo nos molesta lo que nos molesta y lo demás carece de importancia. Con o sin conciencia corremos para donde nos conviene y fue siempre así, no hubo cambios en el argentino frente a los cambios de paradigma, sólo hubo que acomodarse a los diferentes Estados y mercados, etc. cada quien según su conveniencia. Y elogio a los miopes antes mencionados (entre muchos), la miopía como deformación de una visión que estaba exenta de la “visión en conjunto”, podían ver la realidad porque miraban una cosa a la vez, lo que no distorsionaba sus miradas ni las volvía confusas, sino que eran miradas más que esclarecidas, únicas y a este punto me arriesgo a decir que irrepetibles. Hoy frente a una sociedad enferma de intolerancia no he sabido de nadie que elija incursionar en la práctica del violín a una edad tardía o supuestamente tardía como terapia (hablo de M. Estrada) sino que invierten en profesionales de la salud y medicaciones contra el estrés que es el mejor invento para que nos estresemos cada día más.

    1. Tal vez usted tenga razón, tal vez nuestro ADN sea esto que tenemos a la vista y no haya ningún tumor; tal vez siempre fuimos un todos contra todos y cada quien por su lado, y el que crea que forma parte de una nación, de una aventura o empresa común, peor para él.

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