Tarifas, subsidios, impuestos

Muchas veces uno le encuentra la vuelta a los problemas complejos haciéndose preguntas elementales. El método parece aplicarse muy bien a la cuestión de las tarifas que tiene en vilo al país. ¿Por qué las tarifas están subsidiadas? Porque la Argentina no es un país liberal, como prescribe su Constitución, sino estatista, como decidió su clase dirigente. En la Argentina estatista lo único importante es el Estado, y en una economía estatista lo único importante es financiar al estado. El Estado asfixia con impuestos a los trabajadores, que por eso no pueden pagar las tarifas, y a los empleadores, que por eso no pueden aumentar los sueldos para que los trabajadores paguen las tarifas. Entonces el Estado monta la pantomima del subsidio, que a primera vista parece un subsidio al trabajador, pero en un segundo examen luce como subsidio al empleador, ya que le permite mantener los costos laborales en niveles que le aseguren cierta competitividad, y en la realidad de los hechos es una engaña pichanga. Recordemos que el objetivo último de todo este enjuague es solventar al Estado, que no produce ni genera ingresos, por lo que no está en condiciones de subsidiar ni un chicle. Ahora, si el Estado no es un manantial de dinero, sino una aspiradora de dinero, ¿quién paga en realidad los subsidios? Los mismos subsidiados, sólo que no se dan cuenta. La boleta de servicios le dice cuánto pagó el Estado de su factura, lo que no le díce es de dónde sacó la plata, y no se lo dice porque esa plata la puso cada ciudadano, entregándole mes a mes al Estado el cincuenta por ciento del producto de su trabajo, en forma de impuestos a los ingresos y en forma de impuestos al consumo, y una yapa por vía de la inflación. ¿Cómo habrían sido las cosas en una sociedad liberal, esto es constitucional? En principio los impuestos se reducirían, para empleadores y trabajadores, a una pequeña fracción de lo que son actualmente. Las empresas de servicios cobrarían lo que deben cobrar, y los usuarios pagarían lo que deben pagar, ya sea resignando gastos prescindibles o controlando el consumo, o simplemente porque al ver reducidos los impuestos sobre el salario y el consumo les quedaría margen para pagar por los servicios lo que éstos valen. Y si nada de esto funcionara, irían a la huelga en demanda de mejores salarios. Sabiendo que el Estado no se va a entrometer en favor de nadie, y sabiendo cuál es el nivel de los sueldos que deben pagar a sus empleados para que puedan volver a trabajar al día siguiente, las empresas podrían diseñar entonces su modelo de negocios y de inversiones. Cualquier empresa, incluidas las productoras y distribuidoras de energía. El noventa por ciento de los problemas económicos de la Argentina se resolvería si el Estado se apartara, dejara de succionar fondos de los ciudadanos que trabajan, y permitiera a la sociedad manejar su dinero y sus recursos según su mejor criterio. Es muy probable que el Estado terminara recaudando más de este modo; lo que se le acabaría es la capacidad de extorsión que tiene ahora, y que los políticos tanto saborean tan pronto llegan al poder. Hasta ahora, los dirigentes del nuevo gobierno no han eliminado un solo impuesto, una sola regulación, una sola repartición burocrática inservible. Bueno, algunas sí, pero dentro del margen de la insignificancia. –S.G.

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