A las cuatro de la mañana del 26 de mayo de 1908, el aire se llenó de olor a azufre en la remota localidad persa de Masyid-i-Sulaiman, y de la tierra brotó un chorro de petróleo de ocho pisos de altura. El inglés William D’Arcy, que había empeñado, y prácticamente agotado, su fortuna personal en esa exploración, les dijo a sus administradores: “Si esto se confirma, se acabaron nuestros problemas”. D’Arcy hablaba de sus asuntos financieros, pero en la City las mismas palabras... Continúa →
Promesas del Oeste
Gran Bretaña incita a los árabes a rebelarse contra los turcos mientras en secreto los traiciona con Francia