Una víctima de la globalización

  1. Navidad
  2. Cuándo y dónde nació Cristo
  3. Del pesebre al centro comercial
  4. Una víctima de la globalización
  5. Reyes, magos, y con buena estrella

Nota de archivoOriginalmente publicada con ligeras variantes en el desaparecido sitio en castellano de CNN.

Abrigado hasta las orejas, con una espesa barba blanca que lo cubre aún más, evidentemente excedido de peso, y con algunos síntomas de hipertensión, Santa Claus maltrata a sus renos en el caluroso verano del sur, víctima temprana de una globalización que lo eligió como símbolo de la Navidad.

Pero, ¿qué otra cosa puede hacer este gordo simplote y bonachón? Allí abajo los niños ya han colgado sus medias de la repisa de hogares apagados, o dejado sus cartas junto a un árbol adornado con nieve artificial.

Olvidados de la rica tradición de villancicos que su lengua amasó en España y América, los chicos de habla castellana tratan de descubrir en el aire de la Nochebuena los compases elementales del Jingle Bells que presumen anuncia la llegada de Santa Claus.

“¿Por qué se llamará Santa?”, se preguntan, con toda razón. “Siendo varón debería ser San, San Claus…”

En realidad, se llama San Nicolás, y aunque su historia arranca en el siglo IV es casi contemporánea en muchos aspectos: un fenómeno de arrolladora popularidad sin nada sustantivo que la justifique. No hay un solo testimonio que atestigüe su existencia ni, mucho menos, los milagros que se le atribuyeron.

La tradición lo ubica en Myra, en la actual Turquía, donde llegó a obispo luego de haber viajado por Palestina y Egipto. Dioclesiano, un emperador romano enemigo de los cristianos, lo puso preso y Constantino, otro emperador, pero éste amigo de los cristianos, lo liberó.

En el siglo VI, un santuario que se le había erigido en Myra atraía la veneración de quiene sabían de sus milagros, casi todos relacionados con la protección de los niños y de los marineros, a los que amparaba del naufragio en las vecinas costas de Lycia.

Fueron precisamente unos marineros italianos quienes en el siglo XI tomaron sus reliquias y las trasladaron a Bari, donde una basílica erigida en su nombre se convirtió en centro de peregrinaciones multitudinarias, para contento de los proveedores de comida y alojamiento.

San Nicolás empezaba a descubrir su verdadera suerte y destino final.

Si bien los marineros, al llevar la noticia de un puerto a otro, contribuyeron a su fama, también tuvo el apoyo de los medios de comunicación de la época. Hay textos griegos del siglo VI que relatan algunas de sus hazañas y una completa biografía compilada en el siglo VII por su homónimo, el abad Nicolás de Sión.

En Europa, todos quisieron ponerse bajo su advocación. Lo nombraron patrono no sólo de los niños y los marineros, sino también de las fraternidades y gremios. Ciudades como Friburgo y Moscú lo eligieron como protector, al igual que naciones como Rusia y Grecia.

Miles de iglesias le fueron consagradas, comenzando por la que Justiniano erigió en Constantinopla en el siglo VI. Su vida y milagros están reflejados en el arte medieval, sea en la generosa plástica de la época, sea en los dramas litúrgicos que se representaban a las puertas de las catedrales.

Nicolás fue el nombre de moda en muchos lugares de Europa, generando una copiosa onomástica que abarca desde los zares de Rusia hasta una multitud de Nicolas, Colas y Niccolò en Italia, pasando por los Nichols, Nicholson, Colson y Collins del mundo de habla inglesa. San Nicolás figura también en la toponimia y los templos de América latina.

La festividad de San Nicolás caía el 6 de diciembre, y la leyenda decía que ese día el santo viajaba por los cielos dejando regalos en las casas de los niños, como anticipo del regalo que traería semanas después el renovado nacimiento del niño Dios.

Esta relación del santo con los niños dio lugar a la práctica en casi toda la Europa cristiana de la elección del Niño Obispo: todos los 6 de diciembre, cada diócesis elegía a uno de sus niños como obispo, mandato que ejercía hasta el 28 de diciembre, Día de los Inocentes.

Aunque no está probado, se cree que estos antecedentes explican la transformación de la figura de San Nicolás en Papá Navidad, Papá Noel, o Papá Enero, según los países y los idiomas. De todas maneras, esta mutación arrancó en Alemania, siguió las rutas de la reforma, y así llegó a Francia.

Los colonos holandeses, para quienes San Nicolás era Sinter Klaas, lo llevaron consigo a América cuando fundaron Nueva Amsterdam, hoy Nueva York. Allí las deformaciones fonéticas lo convirtieron en Santa Claus, y con ese nombre pasó a ser símbolo de la Navidad en los países de habla inglesa de ambos lados del océano.

Para entonces era todavía un santo común y corriente, vestido con las túnicas típicas de los primeros cristianos, sin ningún rasgo particular. Parece que fue un caricaturista, Thomas Nast, quien hacia 1880 lo sentó en un trineo tirado por seis renos, y lo envolvió en espesas ropas sin prever que la misión de Santa Claus iba a llevarlo por todos los climas.

La empresa Coca-Cola sostiene que el mundo le debe esa imagen, creada según ellos por un dibujante sueco, Haddon Sundblom, quien así lo diseñó para una campaña publicitaria de la bebida. El traje de Santa, arguyen, comparte los colores rojo y blanco que distinguen a su producto.

Sea como fuere, ahora esa imagen de Santa Claus anuncia con su “Jo, jo jo” la llegada de la Navidad virtualmente en todo el mundo, reproducida hasta el infinito en los avisos publicitarios, y presente de cuerpo entero en cada local o centro comercial.

Nicolás ya está reclamando un nuevo santuario, que le reconozca esta nueva mutación y lo proclame en todo el mundo “vendedor del mes” de diciembre.

–Santiago González

Califique este artículo

Calificaciones: 1; promedio: 5.

Sea el primero en hacerlo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *