Saber hacer

Es una de las primeras grabaciones de Carlos Gardel, un gordito veinteañero que todavía no se había encontrado con el tango y aplicaba su voz y su guitarra a las canciones camperas. Me llamó la atención el título, “Yo sé hacer”, orgulloso y afirmativo. Aproximarme al contenido fue un poco más complicado, una porque la grabación de 1912 exhibe las limitaciones de la época, otra porque el gordito entonaba bien pero vocalizaba para el demonio, y otra más porque las transcripciones que pude encontrar en la red son francamente atroces. Con algún esfuerzo conseguí armar una versión más o menos aproximada y seguramente provisoria, que reproduzco abajo para quien le interese.

La voz que habla en el poema es la de un peón de campo que reflexiona sobre su condición, y tanto en la apertura como en el cierre lamenta no haber tenido una educación formal, circunstancia a su juicio (apoyado en la cita de José Hernández) definitivamente irreparable: nunca dejará de ser “un gaucho desgraciado” y jamás ha de poder “compararse al hombre estruido”. Pero entre apertura y cierre, la voz hace una minuciosa enumeración de su saber, elabora su propia certificación de competencias, y lo hace de una manera tan segura y orgullosa que justifica el título de la canción. Su escuela no ha sido “la fuente del saber” del hombre “estruido”, sino “la escuela del sufrir” donde enseña “la esperencia”. Hay un saber teórico, del que se siente excluido, pero también hay un saber práctico, del cual se siente maestro.

La canción debió representar a muchos que en los albores del siglo pasado se estaban construyendo una vida mediante el ejercicio de un saber práctico, tanto en el campo como en la ciudad, y no hay que pensar mucho para deducir por qué Gardel la incluyó en su repertorio: los versos hablan de su público, o del público que este bisoño cantor y guitarrero pretendía conquistar. Es llamativo el perfil del autor de la canción, Andrés Cepeda, un anarquista en pleito permanente con la policía, y no precisamente por razones políticas, que entraba y salía continuamente de la cárcel. Gardel grabó media docena de sus poemas, a los que puso música, dos años después de que Cepeda terminara sus días asesinado, al parecer en una riña entre homosexuales.

Es igualmente llamativo que una persona con ese perfil haya concebido este himno a la dignidad del trabajo y del esfuerzo, cuya voz declara, incluso con cierta jactancia, “me doy maña pa vivir como el hombre más letrao”. Es difícil imaginar que hoy pueda brotar algo así en las villas de la periferia. Además de citarlo, Cepeda dedica la canción al autor del Martín Fierro (en algunos lugares se la encuentra incluso con el título “A Hernández”), como si quisiera establecer alguna filiación con el poema nacional, como si el peón de su propio poema pudiese ser alguno de los hijos de Fierro, uno de los que “a los cuatro vientos, los cuatro se dispersaron”. -S.G.

 

Yo sé hacer

A Hernández

Dijo Hernández con razón,
en acriollado lenguaje:
es al ñudo que lo fajen
al que nace barrigón.

Soy de la mesma opinión,
porque alcanzo a comprender
que jamás ha de poder
el que escuela no ha tenido
compararse al hombre estruido
en la fuente del saber.

Aunque nacido y criao
en la escuela del sufrir
me doy maña pa vivir
como el hombre más letrao.

Sé curtir un pial usao,
ponerle a un pingo el apero,
y al avestruz más ligero
lo sé en el campo boliar.
También sé una res carniar
sin pegarle un tajo al cuero.

Yo sé capar un potrillo
y cuidar un parejero,
y al mancarrón más mañero
la maña le sé quitar.

Sé en un rodeo contar,
en una cancha correr.
Le sé sacar y poner
a cualquier novillo el lazo,
y bolear en campo raso
cualquier bicho pa comer.

Sé manejar el arao
pa plantar una semilla,
y en el tiempo de la trilla
recojo lo que he sembrao.

Sé hacer un lazo trenzao,
un cabestro, un maneador,
separar como el mejor
rodeo en un campo abierto
y hasta en el mesmo desierto
soy baquiano y rumbiador.

Y si escuela no me han dao
los que me dieron el ser,
a fuerza de padecer
la esperencia me ha enseñao.

Quien sí educarse ha lograo
a fuerza ha de ser estruido,
y yo que siempre he vivido
por la ignorancia rodeao
seré el gaucho desgraciao
de este suelo en que he nacido.

Andrés Cepeda

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4 opiniones en “Saber hacer”

  1. Excelente reflexión. Y es más que certero el comentario que sería imposible que surja algo semejante de las villas miseria que no sólo inundan el conurbano bonaerense sino que hace rato que se expanden en la capital federal.
    La segunda marca del peronismo así lo ha hecho. Poco y nada queda de ese saber tan práctico como eficiente y honesto. A eso nos han conducido los horribles políticos que debemos padecer y mantener.

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