A medida que nos vamos internando en el año electoral, la actividad de los encuestadores se intensifica, y los medios dedican creciente espacio a la divulgación de sus hallazgos. Esa ambición de adelantarse a los hechos anticipando comportamientos no es nueva. Antes de lanzarse a la batalla, los generales romanos recurrían a los arúspices, unos especialistas que examinaban las entrañas de ciertas aves ritualmente sacrificadas para obtener un presagio sobre el resultado del combate. Los encuestadores son los arúspices modernos, y nosotros, los desabrigados ciudadanos, venimos a ser los pajaritos (o pajarones) que exponemos nuestras sacrificadas entrañas a su curiosidad. Alguna vez argumenté (abajo hay un enlace a esa nota) sobre la conveniencia de no responder encuestas, y tengo la sensación de que cada vez son más los que se resisten a ser sondeados, los que disfrutarían viendo a los políticos desesperados recurriendo a los servicios de las cotorritas de la suerte. Hay una encuesta cuyos resultados los expertos en examinar la opinión pública raras veces dan a conocer, ni siquiera en voz baja: es la que mide la disposición del público a responder sus preguntas. ¿Cuántos contactos debe procurar el encuestador para obtener una respuesta, cualquiera que sea? ¿Hay efectivamente una mayor reticencia del público a participar? Las cifras de esa disposición a ser parte del juego planteado por la clase política, y de su evolución en el tiempo, hablarían mucho sobre la cercanía o distancia entre la sociedad y quienes ofrecen sus servicios profesionales para representarla.
Encuestas y pajaritos
Notas relacionadasContra las encuestas
” … los que disfrutarían viendo a los políticos desesperados recurriendo a los servicios de las cotorritas de la suerte … ” , ¡¡¡ Ja Ja Ja !!! ( thumbs up ! )
Jamás fui encuestado y no quisiera tener cerca a los arúspides.
¿Para qué? ¿De qué hablamos cuando hablamos de política en Argentina?
abel posadas