“Relatos salvajes”

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“Relatos salvajes” no es para mi gusto una gran película. Ni siquiera es una película en el sentido corriente, sino una colección de episodios hilvanados en torno de la noción de desborde o respuesta violenta, que el director Damián Szifrón inicia con un gag algo estirado, y prosigue con variados registros que van desde el humor negro y la trama policial hasta la comedia romántica que cierra la muestra, con una que otra aparición del costumbrismo. Cada uno de los episodios está muy bien construído, y las actuaciones son, con alguna que otra salvedad, excelentes. En su despliegue de violencia desatada, el filme tiene algo que seduce, seguramente al espectador argentino y probablemente a muchos de otros países. En alguna de esas historias estamos presentes: alguna vez tuvimos el deseo de cruzar la raya como efectivamente lo hacen los personajes de estos episodios, y nos contuvimos. Pero, como dice la publicidad del filme, todos podemos perder el control. No es raro que la película bata récords de boletería: estas no son historias ajenas ni arbitrariamente construidas; con algunos matices reflejan las clases de conflictos en los que cualquiera pudo haber estado envuelto, de manera real o imaginaria. Esto es así porque el mosaico de situaciones armado por el director capta el espíritu de la época, el de esta Argentina de las primeras décadas del siglo, y lo expone con franqueza y sin remilgos. El mundo que refleja la película de Szifrón es un mundo en el que todos los contratos que definen una sociedad organizada están rotos, desde los más íntimos y personales, como la fidelidad, la confianza o el respeto, hasta los más amplios y formales, como el Estado o la Justicia. Las personas están a merced de sus pasiones –el resentimiento, la venganza, el odio de clase, el uso despiadado del otro, el desprecio– y no trepidan en dejarlas correr. Todas las historias conducen inexorablemente hacia la muerte o la destrucción. Es el reino de la anomia o, mejor dicho, el reemplazo de la ley moral o jurídica por la ley de la selva, allí donde es imposible saber si ganan los buenos porque ya no se sabe qué es lo bueno. La película funciona cuando describe, pero pierde fuerza cuando parece querer ir más allá, como en el episodio de “Bombita” o en el divertido pero poco convincente del final. Da la impresión de que Szifrón no supo cómo “terminar” su película. –S.G.

 

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2 opiniones en ““Relatos salvajes””

  1. Creo que la película gana y nos atrapa porque nos identificamos con los protagonistas saturados de la realidad que nos abruma. ¿Cómo no sentirse cada porteño reflejado en Bombita casi a diario? Hay que destacar de Szifrón su capacidad de observación de la sociedad hasta en los más mínimos detalles. Cada personaje, con sus modos y actitudes, está perfectamente retratado; la ambientación de los espacios y los ambientes (tanto físicos como sociales) son impecables y acompañados por una música que parece no haber podido ser otra y en el momento exacto. En definitiva, creo que es una magnífica descripción de aquéllo en lo que nos hemos convertido.

    1. Uno tiende a pensar que es la película de la “década ganada” hasta que se da cuenta de que funciona bien frente a otros públicos, distintos del argentino. Algo de lo que acá ocurre, y que la película muestra, no nos ocurre solo a nosotros, parece.

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