Qué hacer en las PASO

El poder pertenece al ciudadano y el voto es la manera civilizada de ejercerlo. No es cuestión de regalarlo así nomás

  1. Políticos y periodistas
  2. Teología simple para gente apurada
  3. Qué hacer en las PASO

Las elecciones primarias por celebrarse este domingo son un ejercicio decididamente inútil, ya que la enorme mayoría de las agrupaciones que presentan candidatos lo hacen con una sola lista. O bien las parcialidades internas de una misma corriente política se presentan con listas separadas, como si fueran partidos (el peronismo bonaerense, con Massa, Randazzo y Kirchner, es el ejemplo típico), y el votante no puede decidir en las primarias qué parcialidad llevará la representación de esa corriente en su totalidad, como prevé la ley que las instituyó. Desde este punto de vista, no sirven para nada.

Las primarias del domingo representan entonces una gran pérdida de tiempo y de dinero. Pero también son obligatorias. Y, como se trata de nuestro tiempo y de nuestro dinero, lo mejor es pensar de qué manera les podemos sacar el jugo. Para ello tenemos que reflexionar sobre qué era lo que verdaderamente se proponía con ellas la clase política, con el kirchnerismo a la cabeza, nada menos, cuando en el 2009 se promulgó la ley que las instituye.

El propósito declarado de dar participación al ciudadano en la configuración de las listas de cada partido es lo que menos les interesa, como lo demuestra el caso citado del peronismo bonarense en la actualidad, o el caso del PRO en la CABA en el 2015, cuando a regañadientes, tras muchos forcejeos, y volcando todo el peso de la jerarquía partidaria en favor de uno de los aspirantes, aceptó que las primarias decidieran quién iba a ser el candidato a la jefatura de gobierno.

Otra intención de las primarias, aunque no declarada de este modo, por supuesto, es la de eliminar el chiquitaje. Las agrupaciones que obtengan menos del 1,5% de votos válidos quedan fuera de la compulsa efectiva que sucede a las primarias. Esto no sólo dificulta seriamente la aparición de nuevos partidos, sino que libera una cantidad de votos que en su gran mayoría irán a parar a los partidos tradicionales, o al menos esa es la idea. Y aquí ya se nos ofrece una vía para escupirle el asado a la clase política: si alguien identifica una agrupación naciente con la que más o menos simpatice, bien puede darle su voto en la primaria, ayudarla a crecer aunque luego no la vote en la elección efectiva. El sólo hecho de llegar a esa instancia dará más visibilidad al nuevo agrupamiento, y lo hará acreedor a una porción mayor de la financiación estatal para partidos políticos.

Pero el gran propósito de las primarias, la razón por la que fueron pensadas e instituídas, es el de servir como una gran encuesta nacional, más confiable que cualquier otra por el hecho de ser universal y compulsiva, que pone en las manos de los principales contendientes una radiografía adecuada del temperamento ciudadano, con tiempo suficiente como para adecuar las estrategias electorales según ese temperamento. Es como sentarse a una mesa de poker donde todos saben exactamente qué cartas le han tocado a cada uno de los que la rodean, pero donde sólo los tahúres más avezados son capaces de extraer de esa información las conclusiones adecuadas.

Pero nuestro voto es nuestro –de hecho es el único instrumento que nos da la democracia a los ciudadanos para participar de la república–, y no hay razón alguna para que lo devaluemos, para que le restemos poder mostrando nuestras cartas y avisándole a los políticos en agosto cómo pensamos votar en octubre. En caso de no encontrar una agrupación menor a la que darle una mano, la mejor opción es votar en blanco. ¿Por qué darles instrumentos a los partidos para que manipulen al electorado variando sus estrategias publicitarias y de campaña según sea el resultado de las primarias? Si se los deja en ayunas, rascándose la cabeza, sin saber para dónde sopla el viento, se verán obligados a emplearse a fondo para ganar el voto ciudadano, con compromisos y proyectos, no con frases hechas y cotillón. El poder es del ciudadano, y el voto es la manera civilizada de ejercerlo. No es cuestión de regalarlo así nomás.

–Santiago González

Notas relacionadasContra las primarias

Califique este artículo

Calificaciones: 3; promedio: 5.

Sea el primero en hacerlo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *