Promover la inmigración boer

En los casi 25 años transcurridos desde que el Congreso Nacional Africano (ANC) llegó al poder en Sudáfrica con Nelson Mandela a la cabeza y puso fin al apartheid, más de 70.000 blancos, en su mayorìa agricultores descendientes de los antiguos colonos boer, de confesión calvinista, fueron asesinados, y otros miles asaltados, violados y torturados. Los blancos no alcanzan a conformar el 10 por ciento de la población pero representan el 40 por ciento de las 50 víctimas de asesinato que se contabilizan cada día en el país. La gran prensa occidental raras veces presta atención a estos crímenes, que han preocupado en cambio a organizaciones como GenocideWatch, y a diversos periodistas independientes, como la británica Katie Hopkins, quien recorrió el país africano, realizando entrevistas a miembros de la comunidad y familiares de las víctimas para obtener testimonios de primera mano sobre las penurias que los han acosado y los amenazan todavía. El ANC, de orientación izquierdista, se ha mantenido en el poder durante el último cuarto de siglo, y poco ha hecho por seguir el magisterio de Mandela y reconciliar a una sociedad dividida en líneas raciales. El presidente anterior, Jacob Zuma incluso alentó la animadversión contra los blancos, a los que culpó de la pobreza reinante en el país, y el viejo lema “Kill the boere, kill the farmer!” (Muerte al boer, muerte al granjero) volvió a escucharse en las protestas callejeras.

Zuma se vio obligado a renunciar en medio de acusaciones de corrupción, y su sucesor Cyril Ramaphosa, del mismo partido, prometió en su discurso inaugural el 15 de febrero promover las leyes necesarias para autorizar la expropiación de tierras sin compensación. Julius Malema, líder de los EFF (Combatientes por la Libertad Económica), un desprendimiento juvenil ultraizquierdista del ANC, declaró que quien se opusiera a esa legislación sería considerado un “enemigo del pueblo”. Un granjero citado esta semana por Hopkins dijo: “Esto legitima de ahora en más cualquier ataque a las granjas y cualquier invasión de tierras. Me temo que estemos al comienzo de una guerra civil. No hay ‘familia’ fuera de las fronteras sudafricanas que nos espere con los brazos abiertos. No hay lugar a donde huir, ni medios para hacerlo. No nos queda otra opción que oponer resistencia, por débil que sea”.1

Los blancos no tienen muchas herramientas para responder: algunos salieron el año pasado con sus camionetas y tractores a las rutas para hacer visible su reclamo, otros han decidido abandonar el país. Se estima que sólo Canadá recibe entre diez y quince mil solicitudes de ingreso. Pero no todas son aceptadas, ni todos cuentan con el dinero para comenzar una nueva vida en otra parte. Las autoridades argentinas podrían hacer los estudios pertinentes para acoger a esta gente y facilitar su radicación en zonas que necesiten ser pobladas y explotadas. Los afrikaaners acosados se dedican exactamente a las mismas tareas que aquí necesitamos promover, y tienen orgullosa experiencia en lo que significa vivir del propio trabajo. La reina Máxima podría dar una mano, si es que Holanda todavía se siente cerca de esos viejos emigrados. –S.G.

  1. Párrafo agregado el 2-3-2018 para incluir nuevos acontecimientos. []

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